El martes pasado, comenzó a debatirse el proyecto del presupuesto 2015 en la Cámara de Diputados. La primera parada fue la Comisión de Presupuesto y Hacienda.
Y apenas dos semanas después de haber ingresado al Congreso, el oficialismo se juega a que llegue al recinto el próximo miércoles 8 de octubre, donde se aprobaría.
Siempre se ha dicho que para tener claro cuáles son las prioridades de un gobierno, sólo hay que ver los presupuestos que propone y luego ejecuta. Veamos entonces lo que nos dice el proyecto de CFK.
Al conocerse los primeros datos del proyecto, surgen números y previsiones muy lejanas a la realidad. En primer lugar, se proyecta una inflación del 15,6% anual cuando estaría alrededor del 40%. La negación de la inflación creciente, confirma que desde la Rosada no se tomará ninguna medida para hacerla retroceder. A su vez, esto implica que el año que viene el gobierno utilizará estos números para justificar sus propuestas a la baja en las paritarias.
Por otra parte, se pronostica un crecimiento de la actividad económica de un 2,8%, aunque los datos que se tienen y las proyecciones indicarían que vamos a retroceder más del 2%. También se toma un dólar promedio de $9,45. Pero con el oficial en $8,50 y la velocidad a la que se viene devaluando el peso, lo más posible es que se coloque por encima de esa cantidad. Estos dos datos nos conducen inevitablemente a otros dos: habrá nuevas pérdidas de puestos de trabajo y el salario seguirá perdiendo poder adquisitivo. Junto con esto se insiste en que nos va a ir bien en el comercio, cuando la cosa viene al revés y el rojo es cada vez más grande.
Resumiendo, se niega la crisis, pero se reafirma el ajuste sobre el pueblo trabajador.
Si hay una niña mimada en el proyecto de presupuesto, es la deuda externa.
Según los números del proyecto oficial, se informa que en 2015 hay vencimientos de capital por unos US$53.600 millones -si el dólar valiera $9,45 como el propio gobierno estima-. Estos vencimientos se van a pagar tomando más deuda por US$71.300 millones. Es decir que habrá u$s17.000 millones de «nuevo» endeudamiento.
O sea, mientras Cristina habla en la ONU de terrorismo financiero y la militancia kirchnerista hace pintadas contra los buitres, el propio gobierno presenta un presupuesto donde se sigue pagando una deuda ilegítima, ilegal y fraudulenta, embargando el futuro de millones para garantizarle los negocios a los especuladores y chupasangre que tanto daño le han hecho al país y a Latinoamérica.
Mientras la deuda sigue creciendo, el presupuesto para trabajo baja de 0,53 a 0,48%; el de salud también baja del 3,44 al 3,29%, el de promoción y asistencia social baja de 1,64 a 1,48%, el de agua potable y alcantarillado baja de 1,28 a 1,24%. El de educación apenas sube y mucho de eso se lo llevan las escuelas privadas.
La oposición ha salido a criticar el proyecto de presupuesto presentado por el gobierno. Pero lo ha hecho porque aumenta la cantidad de obras y el gasto público en un año electoral. La gran preocupación de los Massa, Macri o el FA-UNEN es que el gobierno no haga campaña electoral con el presupuesto. Como ellos también hacen donde gobiernan.
Ninguno de estos referentes ha salido a poner el grito en el cielo porque se sigue entregando el país a los organismos internacionales, o porque los sectores más sensibles no van a recibir subas en los pobres recursos que tienen. Reafirman, a cada paso, que están en la vereda de enfrente de los de abajo y ninguno de ellos son alternativas transformadoras, que puedan ofrecer algo distinto a Scioli o el candidato oficialista que finalmente pongan.
Lo que arriba describimos implica que los trabajadores, la juventud y los sectores populares tenemos que enfrentar este proyecto de presupuesto y la política de ajuste que se va a reforzar el año entrante, aunque la maquillen un poco para la campaña electoral. Las luchas y procesos de autoorganización tienen que seguir, desde abajo, apuntalando el surgimiento de nuevos dirigentes y luchadores que se planten y le den pelea a gobiernos, patronales y burócratas vendidos. La pelea por un nuevo paro nacional está a la orden del día.
Al mismo tiempo, el país entero se encamina a un cambio político grande. Millones perciben que el país viene de mal en peor y se plantean cuáles son las soluciones que el próximo gobierno debería tomar para salir de esta situación. Un sector muy importante de ellos se aleja del gobierno y busca propuestas de cambio profundo. Si la izquierda se uniera en un movimiento político estaría en condiciones de transformarse, no ya en un actor conocido, sino en una opción de gobierno real para el movimiento de masas. Esto es reclamado por franjas significativas de la población. Pero aunque desde el MST Nueva Izquierda le hemos insistido al FIT de Altamira y a Unidad Popular de De Gennaro, estos sectores se han negado a la unidad.
Para seguir peleando por la unidad y llevar nuestro programa de salida a la crisis, nuestra fórmula presidencial de Alejandro Bodart y Vilma Ripoll, acompañada por los referentes locales, está recorriendo el país desarrollando una nueva izquierda.
Llamamos a todos los que quieren pelear por un rumbo antiimperialista, anticapitalista, ecosocialista, a que se sumen a esta patriada que encaramos desde el MST.