Marie-Monique Robin es periodista y autora del libro y documental “El mundo según Monsanto” así como de otras producciones referidas a los cultivos y alimentos transgénicos. Recibió en su casa de París a integrantes de la Red Ecosocialista de Argentina. Reproducimos a continuación parte de la charla que sostuvimos con ella.
¿Cómo, cuándo y por qué empezó a investigar a Monsanto?
En los años 2003 – 2004 hice unos documentales sobre biodiversidad, que es un tema que me preocupaba en ese entonces y me preocupa aún. Hice uno sobre la bio-piratería, donde se ve cómo las multinacionales obtienen patentes sobre plantas originarias de India y Latinoamérica. Comencé con el caso de un frijol amarillo de México: un día llegó un señor de EE.UU., compró una bolsa de estos frijoles, los sembró en EE.UU. y pidió una patente en Washington. Los campesinos mexicanos que vendían el frijol amarillo a EE.UU. tuvieron que empezar a pagar regalías a este señor. Fui siguiendo este tipo de casos que me topé con Monsanto, que ya en ese entonces acumulaba casi 600 pedidos de patentes sobre diferentes semillas. Siempre he dicho que detrás de los transgénicos lo único que hay es la patente, que prohíbe al campesino volver a sembrar parte de su cosecha como suelen hacer desde siempre. Eso significa que una compañía como Monsanto puede controlar toda la cadena alimentaria, porque la cadena alimentaria comienza con la semilla. Luego realicé el documental “La soja del hambre” (2005) donde descubrí este desastre que está ocurriendo en Argentina con los transgénicos. En ese momento nadie se preguntaba esto en Argentina por muchos motivos, uno de los cuales era la crisis económica. Pero además nadie sabía bien qué era un transgénico, no había un debate público. Esos primeros documentales fueron la antesala de “El mundo según Monsanto”. Ese documental fue una cosa tremenda… tremenda. Nunca me imaginé las repercusiones que iba a traer esa investigación. Acabo de recibir, hace dos días, la versión en japonés del libro del documental y es la traducción número 22. Y me han comentado que es el documental más pirateado de toda la historia.
¿Cómo piensa que podemos explicarle a una persona común y corriente, tanto de la ciudad como del campo la importancia de este tema?
¡Oh, por motivos muy sencillos! Tal como muestro en el documental “El veneno nuestro de cada día” hay una relación directa entre lo que comemos y nuestro estado de salud. Allí demuestro que lo que la OMS llama una “epidemia de enfermedades evitables” (cáncer, problemas de reproducción, diabetes, autismo) se desarrollan especialmente en los países donde la gente come mal, es decir, donde se come alimentos transgénicos contaminados con químicos. Hay estudios que demuestran cómo los “perturbadores endócrinos” (hormonas sintéticas diseñadas para dañar el crecimiento de las plantas no transgénicas) pueden actuar en lugar de las hormonas naturales en el desarrollo de los embriones, entonces en las mujeres embarazadas y en los fetos el impacto es terrible. Son datos bien chequeados, no hay error en ellos, si los hubiera ya tendría todos los abogados de Monsanto en mi contra. Pero el ciudadano común también debe saber que hay un problema político, y es el más importante, que es el tema del modelo de producción agroindustrial que Monsanto representa. Ese modelo busca controlar la cadena alimentaria, y eso significa menos soberanía alimentaria para los pueblos. Ese es un problema muy, muy grande. La única manera de tener la soberanía alimentaria es tener semillas orgánicas y campesinos que puedan cultivarlas libremente.
¿Cómo le parece que se encuentra Monsanto en relación a sus planes desde que usted comenzó a investigarlo hasta ahora?¿Se puede decir que está avanzando, que no tienen dificultades?
No, no. No están avanzando. Ellos dicen que sí, pero es propaganda. Creo que tuvieron muchos golpes. El documental “El mundo según Monsanto” tuvo mucho impacto en Europa. Si no tenemos cultivos transgénicos en Europa (salvo en España) es en gran parte gracias a eso. En India tuvieron muchos golpes también. Muchas provincias en India rechazaron los transgénicos, a raíz de las decenas de miles de suicidios de campesinos algodoneros arruinados por Monsanto. En América Latina hicieron de todo para poder entrar. Contaminaron con semillas transgénicas los campos de México, Brasil, Paraguay, etc. Organizaron el contrabando de semillas para instalar un “hecho consumado”, para poder decir: “bueno, las semillas ya están aquí, qué podemos hacer ahora, ya están, pues autorícennos a venderlas”. Esto está denunciado y comprobado. Como te digo, tienen muchos problemas en todas partes, porque la conciencia de que los productos transgénicos son muy dañinos y que el papel de los consumidores es muy importante y está creciendo. Entonces, los planes que tenían no están funcionando como a ellos les gustaría. De todos modos todavía insisten, están aquí, hacen lobby. Pero también la conciencia de la gente crece, crecen las luchas, las resistencias, como en Córdoba las hay por todos lados.
¿Podrías sintetizarnos ahora la idea de tu último documental?
Bueno, es un documental que se llama “Sagrado crecimiento”. Tiene que ver con que el modelo agroindustrial no cae del cielo, es un modelo mucho más complejo y global, que venimos desarrollando desde hace más de dos siglos en Europa y que está basado en lo que se llama el “principio del crecimiento económico”, del famoso PBI (Producto Bruto Interno). Según ese principio se equipara el crecimiento cuantitativo con el desarrollo cualitativo. Y no es así en la realidad, claramente. Si te pones a pensar: ¿cómo es posible que la actividad económica se planifique sobre la idea de un crecimiento exponencial e ilimitado de la producción y el consumo si sabemos que los recursos del planeta son limitados, y que la capacidad de la Tierra para regenerarse y absorber los residuos que generamos en nuestra actividad también es limitada? Esto ocurre porque desde hace más de 2 siglos llevamos adelante una forma de producir (el “crecimiento cuantitativo”) que se basa en la creencia de que los recursos son ilimitados. Nunca se tomó realmente en cuenta el valor de esos recursos, se destruyeron otros sistemas de producción que sabían manejar los recursos pensando en el futuro y no solamente en el beneficio inmediato. Pero el problema es que, para discutir políticamente el problema de los límites de los recursos, que son reales, hay que discutir el problema de la justicia y de la solidaridad. Y, ¿cuál es el político que tiene el coraje de decir: “bueno, ahora tenemos que compartir porque estamos al límite de los recursos”? ¡Ninguno!
¿Y cuál es el rol que el ecosocialismo puede cumplir, para vos, en esta perspectiva de la que estamos hablando?
Creo que el desarrollo del ecosocialismo es importante porque lo que la izquierda debe entender es que la solución a la crisis social, financiera y económica tiene que comenzar por resolver la crisis ecológica, que es la que sostiene a todas las demás y que está entrelazada con ellas. Por eso no debemos oponer la crisis ecológica a las demás crisis, son parte del mismo proceso. La crisis social, ecológica, del clima, de la bio-diversidad, de los recursos, etc., no son crisis distintas: son crisis ligadas a un modelo que no tiene en cuenta que todos somos parte del planeta, que es un sistema, global, en el que estamos todos embarcados y que la economía no puede estar por fuera de ese sistema global. Para eso, es necesario que la izquierda salga de esa concepción de que el productivismo, la capacidad de producir es algo bueno en sí mismo y comience a entender la importancia que la crisis ecológica tiene en el resto de las problemáticas sociales.