El 2014 terminó con el gobierno adelantando trabajo sucio para el próximo gobierno. Lejos quedaron los discursos «nacionales y populares» y más allá que la presión de los trabajadores obligó a no descontar ganancias en el medio aguinaldo, las principales iniciativas políticas del kirchnerismo se enfocaron en el recorte de derechos democráticos, la profundización del ajuste económico y la pelea interna por las candidaturas.
El año se inició con la muerte de Néstor, el niño qom chaqueño que desnudó el verso del «crecimiento con inclusión social», mostrando que la realidad de miles de pibes en todo el país es la desnutrición, la enfermedad y el abandono por parte del gobierno. Porque la inflación y la brecha social siguen creciendo y en la mayor parte de las provincias ya se registran brutales aumentos en el transporte, los servicios y los impuestos. Una familia tipo debió gastar el doble para poder tomarse unos días de vacaciones. Sin embargo desde el gobierno se preparan para «subsidiar» a las petroleras para garantizarles sus ganancias, pagándoles para que se lleven nuestros recursos.
Económica y socialmente, el «modelo K» muestra su agotamiento poniendo de manifiesto la necesidad de un cambio de fondo y un plan económico alternativo al servicio de los trabajadores y los sectores populares, plan que ninguna de las opciones patronales tiene intenciones de aplicar.
Lejos de ser un rayo en cielo sereno, la denuncia presentada por el Fiscal Nisman contra Cristina y Timerman, vino a demostrar que el modelo se desmorona y las internas en las alturas recrudecen. Seria inocente pensar en un impulso «justiciero» del fiscal nombrado por el propio Néstor Kirchner y que hasta el «cambio de rumbo» y la firma del protocolo con Irán gozaba de todas los favores del poder de turno, pero seria igualmente descabellado pensar que su muerte, horas antes de declarar en el congreso, se debe centralmente a una decisión propia. La Muerte de Nisman, mas allá del hecho policial, pone al descubierto las intrigas y manejos de un régimen político construido en base al secreto y la conspiración. Un régimen político que hace uso de los servicios de inteligencia formados en la dictadura y que sostienen su funcionamiento con total impunidad a través de los sucesivos gobiernos desde 1983 hasta ahora. De esto, el gobierno también es responsable, por ampararlos, utilizarlos y dotarlos de un poder por fuera de toda posibilidad de opinar o decidir por parte de la sociedad y a eso se debe que la mayor parte de los trabajadores y el pueblo expresen su hartazgo y repudio. En medio de esta guerra de espías, funcionarios y factores de poder, la única forma de obtener verdad y justicia para las victimas de la AMIA es conformando una comisión investigadora independiente, abriendo por completo los archivos de la SIDE/SI y desmantelando estos aparatos reaccionarios, tal como lo venimos planteando desde el MST-Nueva Izquierda.
Lejos de esto, gobierno y oposición de derecha libran una guerra con mucha pirotecnia pero que apunta en definitiva a esconder bajo la alfombra la podredumbre de un régimen donde deciden pocos, se mantienen privilegios para los de arriba y se garantiza la impunidad. Este 2015 es el año de la transición, del cambio de gobierno, y en la carrera presidencial se viene perfilando Scioli como el candidato del oficialismo con más chances. La supervivencia del kirchnerismo como proyecto ya no está colocada en la «juventud militante» ni en la mística sino en el candidato que mejores chances tiene para la disputa de octubre. El gobernador bonaerense, leal acompañante de todos desde Menem, pretende ser el salvavidas del fin de ciclo. Cualquier persona que creyó honestamente en que el kirchnerismo representaba un cambio positivo que podía llevarnos al camino de la independencia nacional, puede observar en la política del gobierno la preparación de esa sucesión.
Como lo está anticipando Cristina, Scioli es más Berni y Milani, es mayor entrega al Club de Paris y las corporaciones, menos derechos democráticos y más ajuste. En definitiva, Scioli es el resultado de una década desaprovechada. En este escenario y ante el panorama de terror que presenta la oposición tradicional de los Macri, Massa o UNEN este fin de ciclo plantea con fuerza un desafío y una gran oportunidad para los que realmente impulsamos una salida a favor de los trabajadores y el pueblo, que se plantee ir a fondo por la segunda independencia y contra las castas enquistadas en la política desde hace años. Fortalecer la pelea por una Nueva Izquierda en todo el país es la tarea en la que estamos empeñados desde nuestro partido, con Alejandro Bodart y Vilma Ripoll a la cabeza junto a centenares de referentes en todas las provincias del país.