Estas elecciones dejaron bastante tela para cortar. Sin dudas uno de los datos importantes fue el voto castigo contra varios de los “históricos” intendentes del conurbano bonaerense. Otacehe (Merlo), West (Moreno), Giusto-zzi (Almirante Brown) y otros cinco intendentes actuales quedaron en la red de las PASO. Otros, como el massista Acuña (Hurlin-gham) superaron la barrera pero salieron lejos de sus rivales y muy complicados hacia octubre.
El castigo a estos viejos caudillos que representan lo peor de la política no discriminó entre espacios políticos. Los massistas reconvertidos en sciolistas y los sciolistas reciclados como massis-tas sufrieron, en distinta medida pero con igual sentido, el rechazo de los trabajadores y el pueblo. Con lo que tuvo a mano, la gente dio una señal clara: con la patota y el apellido no alcanza.
Una guerra de aparatos mafiosos
La interna del PJ bonaerense, que expresó crudamente el enfrentamiento entre las distintas fracciones mafiosas del aparato gobernante, no nos puede confundir. Es altamente positivo que la población castigara a estos viejos carcamanes que parecían invencibles. Pero no se puede depositar ninguna confianza en los triunfadores de hoy.
Surgidos del mismo aparato, intentaran mantener las estructuras delictivas y de negocios que funcionan al amparo del poder en cada uno de los municipios y son de público conocimiento. La mayor parte de ellos son funcionarios “de carrera”, ministros o secretarios.
Al igual que a nivel nacional, los partidos tradicionales apostaron a que la polarización sea la tendencia en las PASO. Y a pesar de que en gran medida lo lograron, no pudieron evitar que se colara un significativo llamado de atención.
El actual desastre en más de 40 municipios por las inundaciones puede intensificar estas tendencias y empujar a más de uno al basurero de la historia. La pelea seguirá contra los nuevos caciques. Pero el pueblo trabajador y los jóvenes del conurbano ganarán confianza al sacarse de encima a unos cuantos viejos vinagres.