MST - Movimiento Socialista de los Trabajadores Lunes 27 de Agosto, actualizado hace 4 hs.

Los revolucionarios y la batalla de Chile. Aniversario del golpe de Pinochet

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Este 11 de septiembre se cumplen 42 años del golpe de estado militar que depuso al gobierno de Salvador Allende en Chile. La posterior dictadura del Gral. Pinochet encarceló, torturó y desapareció a decenas de miles de personas para quebrar el proceso revolucionario que recorría el país e implementar el plan económico neoliberal que exigía la burguesía imperialista.
El gobierno de la Unidad Popular de Allende surgió del ascenso revolucionario, y su experiencia es aún materia de debate en la izquierda. Su triunfo electoral en 1970 planteó con la mayor agudeza hasta entonces, uno de los debates más recurrentes en la historia del movimiento obrero: si es posible llegar al socialismo mediante reformas legislativas dentro del Estado.
La “vía chilena” al socialismo afirmaba esto mismo. Al asumir, Allende firmó una “declaración de garantías” comprometiéndose a no alterar el sistema político ni sus instituciones, restringiendo de antemano el alcance de las reformas que implementaría a los límites impuestos por el Estado capitalista.
Pese a ello, el imperialismo vio en el gobierno de Allende una seria amenaza. El asesor en seguridad nacional de los EEUU Henry Kissinger dijo que no podían permitir que un gobierno se hiciera comunista “por la irresponsabilidad de su pueblo”. Ya antes de que asumiera Allende, la CIA y sectores políticos, empresarios y militares de Chile planificaban su caida. ¿De dónde surgía tal espanto?
Las promesas incumplidas del gobierno anterior de desarrollar la industria y hacer una reforma agraria, habían provocado oleadas de movilizaciones masivas de campesinos y obreros que luego consideraron a la UP, como “su gobierno”. El imperialismo, no sin motivo, temía que Allende fuera incapaz de contener ese ascenso, pese a sus declaraciones de garantías.
Efectivamente, el triunfo de la UP y la implementación de sus primeras medidas, el comienzo de la reforma agraria, la expansión del empleo público y el aumento de los salarios; fortalecieron el movimiento de masas y agudizaron el conflicto social.
La burguesía resistió cada medida, trabando la reforma agraria judicialmente y saboteando la economía, provocando desabastecimiento. Los trabajadores y campesinos respondieron tomando fábricas y tierras ociosas, y presionando al gobierno para que las nacionalice.
Tomándose en serio la consigna electoral de la UP, “poder popular”, organizaron un circuito de coordinadoras, los “cordones”, en las que discutían los planes políticos y económicos para defender a su gobierno del sabotaje. Pero no solo proponían estos planes al gobierno, sino que los empezaban a implementar, extendiendo las tomas, planificando la producción y distribución de bienes, organizando la milicia popular.
En la medida que se desarrollaban, estos cordones, que recordaban por analogía a los soviets de la revolución rusa en su composición, funcionamiento y en las tareas que se proponían, constituían un poder paralelo al Estado, pero en manos de las masas trabajadoras.
Allende no podría cumplir con su “declaración de garantía” y con las aspiraciones de las masas por mucho más tiempo.
Un paro patronal en octubre de 1972 y un intento de golpe militar en junio de 1973 fueron derrotados por la movilización popular organizada desde los cordones. Con ambas intentonas, la burguesía chilena demostró que, a diferencia de Allende, no le importaban las sagradas leyes democráticas en absoluto.
Sin embargo, en lugar de apoyarse en el poder popular, fortalecido por haber derrotado los intentos de golpe, para avanzar con las reformas, Allende giró en la dirección contraria. Para demostrar su compromiso inquebrantable con las instituciones de la “democracia”, desarmó a los cordones, obligó a devolver las fábricas y tierras tomadas a sus dueños, y sumó a varios representantes del empresariado y del ejército a su gabinete, entre ellos al Gral. Augusto Pinochet.
Cuando Pinochet encabezó un nuevo golpe ese 11 de septiembre, los cordones estaban demasiado desarticulados y desmoralizados como para lograr frenarlo.
Una importante conclusión que la izquierda debe sacar de la tragedia de la batalla de Chile, es que llegar al gobierno no implica obtener el poder, ya que la clase dominante lo sigue ostentando desde tantas otras instituciones del Estado capitalista.
Para derrotar al capitalismo resulta indispensable desarrollar hasta sus últimas consecuencias, y no frenar, la movilización y la autoorganización de las masas.
Pero fundamentalmente salta a la vista la necesidad de contar con un partido revolucionario que dispute la dirección de los procesos. Los partidos de la UP tuvieron una estrategia reformista.
El Movimiento de Izquierda Revolucionario y otras organizaciones impulsaron el proceso en los cordones, pero no disputaron políticamente en la UP ni tampoco se postularon como alternativa a la misma. Por ende, no existió una organización política que ofreciera una estrategia alternativa a la desmovilización que terminó imponiendo Allende.
Los procesos que conmueven el mundo actual, como el de Grecia, nos comprometen con la construcción de organizaciones revolucionarias dispuestas a librar la disputa por su dirección. Las lecciones de procesos pasados, como el de Chile, nos advierten sobre la severidad del desafío.

Federico Moreno

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