La noche del sábado 12 de septiembre una válvula de la mina Veladero perteneciente a la Barrick Gold comenzó a perder agua cianurada y una compuerta, que debía estar cerrada no lo estaba. Así un millón de litros de veneno se derramaron en el río Potrerillos de San Juan. Los pueblos de Jáchal e Iglesia afectados por este desastre se movilizaron. El gobernador Gioja intervino en defensa de la Barrick. Hubo ocultamiento de información y riesgo para salud de la gente. Nuestro planteo por una Argentina sin megaminería.
Todo se supo por un mensaje de texto. Un obrero de la mina le avisó a su familia del derrame. Esa noticia se multiplicó rápidamente en Jáchal e Iglesia, los dos pueblos más cercanos a Veladero. Primero fue el desconcierto. Después el pánico. Finalmente la acción de los vecinos que se movilizaron con conciencia y solidaridad a pleno. El poder político local negó todo, ocultó la información y avaló las mentiras criminales de Barrick. La empresa dijo primero que habían sido 15 mil litros de agua cianurada, después 224 mil y finalmente 1.078.000 los litros volcados, un volumen 66 veces superior al que circuló originalmente. A partir de ahí la movilización del pueblo de Jáchal fue histórica. Miles y miles repetidamente en las calles y asambleas casi a diario discutiendo qué hacer frente a este panorama. Democracia real y directa de los vecinos. La solidaridad crece en la provincia y en la cordillera. El reclamo es simple: cierre de Veladero, remediación a cargo de la Barrick y prohibición de la megaminería en San Juan.
¿Excepción o regla?
Todo el despliegue mediático de la empresa, del gobierno provincial de Gioja y del propio Scioli –que respaldó la megaminería en un acto en esa provincia hace pocos días- se orientó a instalar la teoría del “error humano excepcional”. De hecho, la justicia provincial adicta al FPV imputó a 9 empleados de la minera por el desastre. La propia Barrick tiene como lema “minería responsable” y presentaba Veladero como ejemplo de “seguridad ambiental”. Sin embargo, este siniestro no es una novedad, ni ningún hecho aislado. Como modalidad extractiva, la minería a cielo abierto es estructuralmente depredatoria y contaminante. Es muy simple, repasemos cómo opera la megaminería:
Se dinamita la montaña ya que el metal se encuentra diseminado y no concentrado en vetas, como el carbón de antaño.
Se tritura con gigantescas maquinarias la montaña deshecha y se vuelca ese producto en una sopa química con cianuro y agua ya que el primero tiene la propiedad de separar el oro y la plata de la piedra.
Todo ese material residual va a unos piletones llamados “diques de cola” que inexorablemente filtran el agua cianurada en las napas que son fuente de consumo humano.
Resumen: la lógica de la rentabilidad organiza una modalidad productiva de saqueo y casi inevitable envenamiento.
Vienen por el oro, vienen por todo
La megaminería es seguramente la expresión más concentrada del capitalismo extractivista del siglo XXI. Una industria que no tiene ninguna justificación social más que la ganancia capitalista de enormes corporaciones. El oro y la plata no son imprescindibles. Pero es parte de un modelo más integral. El agronegocio es igual en un punto: transgénicos, agrotóxicos y agotamiento del suelo para producir con destino a la exportación un grano cuyas consecuencias sanitarias son probadamente dañinas. Otro tanto sucede con el fracking. El mundo padece una alteración climática por la emisión de gases de origen hidrocarburífero, hay alertas científicas para salir de la dependencia del petróleo, pero Chevron multiplica la técnica contaminante de la fractura hidráulica para sacar más petróleo. Y las ciudades tampoco están salvadas. La cementación urbana para el desarrollo inmobiliario especulativo avanza sobre todo lo verde y público. Estos son los pilares del capitalismo de este siglo para Argentina y Latinoamérica.
No se presentan a elecciones pero gobiernan
Toda la política tradicional sostiene el modelo extractivo. De hecho es un punto de acuerdo estratégico entre todos: Scioli, Macri y Massa. Todos ellos gerencian, o se proponen gerenciar, los intereses económicos de estas corporaciones del saqueo y la contaminación. Nosotros nos ubicamos en la vereda de enfrente. En lo inmediato apoyamos el planteo de la Asamblea de Jáchal: cierre, remediación y prohibición. Y en el mismo sentido, cuestionamos la equivocada política del FIT que dice “nacionalización de Veladero bajo control de sus trabajadores”. Dinamitar montañas o envenenar el agua es depredatorio siempre, así lo haga la clase obrera. Lo mismo ocurre con el fracking, el agronegocio o la cementación caótica de las ciudades. Nuestra visión es otra, anticapitalista y ecosocialista por una San Juan y una Argentina sin Barrick, Chevron, Monsanto e IRSA.
Mary Garrido, Candidata a gobernadora (MST-Nueva Izquierda, San Juan)