La denuncia contra el titular de la CGT oficialista por lavado de dinero y el robo a los afiliados, pone al descubierto una faceta bizarra de la burocracia sindical. Van setenta años de vigencia de un modelo sindical que hay que cambiar y barrer con él a los sindicalistas vitalicios devenidos en empresarios, patoteros y, además, corruptos.
Segundo Pantaleón Córdoba fue jefe del departamento judicial de la UOM hasta el 2008 y tal vez por algún “desacuerdo” financiero el Secretario General Antonio Caló lo despidió. Desde ese momento, junto a otros abogados sindicales, fueron montando su propio negocio privado. En su prontuario figura una primera detención en la estación de Buquebus, presto a fugarse con 800 mil dólares hacia Uruguay. Detenido, imputado y condenado, decidió no hundirse solo… y destapó la olla.
Desde 1987 hasta la fecha, el 20% de lo recaudado por seguros de vida y sepelios de miles de trabajadores terminaba en manos de Caló y otros directivos de la UOM. Un robo descarado a costa de los trabajadores, esos a quienes dicen representar.
Este mecanismo, que probablemente se repita en otros gremios, se suma a los acuerdos con las patronales, los “retornos” al cerrar acuerdos salariales a la baja y a un conjunto de privilegios económicos con los que el capital compra a los dirigentes para impedir la organización independiente de los trabajadores.
Brazo de la patronal en el movimiento obrero
La denuncia contra Caló aunque sea utilizada de manera electoralista, refleja un proceso de descomposición desde sus raíces. No es exclusiva de los sindicalistas K. La burocracia sindical es una capa social privilegiada que a cambio de mantener sus prebendas se pone al servicio de las patronales y los gobiernos. Para ello renuncia a sus relaciones cotidianas con el conjunto de la clase trabajadora, y deja de reflejar las necesidades de pelear por sus derechos, por el salario, las condiciones de trabajo y demás conquistas. Este mecanismo constituye una actividad “común” en el sindicalismo burocrático, comienza por la salida de los representantes de los lugares de trabajo, la eternización en los cargos y todo tipo de beneficios económicos y sociales.
De esta forma es más fácil comprar a estos dirigentes, quienes ya no actúan como representantes de los trabajadores sino como protectores de sus nuevos intereses.
Se han transformado en una casta, muchos de ellos incluso se han integrado como socios a la clase empresarial, sin ningún reparo para robar escandalosamente, utilizando los métodos de la patota para controlar a los disconfor-mes y ligándose a los políticos patronales con los que constituyen una verdadera asociación ilícita.
Por eso hay que abordar el debate sobre la corrupción como un punto importante, pero en el marco de discutir en profundidad qué modelo sindical tenemos en Argentina y cuál es el que debemos construir, puesto que la burocratización o no de los dirigentes no tiene que ver con la psicología individual de los mismos, sino con un sistema político y sindical que los construye como herramienta para controlar a la clase trabajadora.
Es hora de cambiar
Junto a impulsar que Caló sea castigado y se devuelva lo robado a los trabajadores, la discusión de fondo sobre la necesidad de una nueva dirección y un nuevo modelo democrático y combativo se pone a la orden del día. Scioli, Macri y Massa, con la perspectiva de hacerle pagar la crisis a los trabajadores, hablan de unidad sindical… pero de las cúpulas al servicio de un pacto social para que pase el ajuste. Desde las filas de la izquierda y los luchadores, tenemos que impulsar la unidad por abajo, para enfrentar el ajuste pero al mismo tiempo se necesita que disputemos por otro modelo sindical. Para que los dirigentes no se eternicen en los cargos, para que haya revocabilidad y no tengan privilegios ganando igual que sus compañeros. Que impere la más irrestricta democracia y la base decida todo. Para que sea desterrado el pensamiento único y se integren proporcionalmente todas las corrientes de opinión. Será el primer paso del cambio que se necesita.
Guillermo Pacagnini