En la Europa medieval, los prestamistas -en su mayoría judíos- no podían actuar en tierras cristianas. Por eso los nobles, ávidos de crédito, les cedían un lugar en la plaza pero sin tocar el suelo. Y por eso los financistas estaban sobre un banco de madera, con posapies. Si quebraban o no pagaban, el alguacil con una maza les rompía el banco y les quitaba su privilegio. De allí provienen los términos «banco» y «bancarrota».
El 9N de 2014 se produjo la bancarrota del reino de España. Así se explica lo que ha sucedido este 27 S en las elecciones de Catalunya.
Aquel día, 2.383.000 personas votaron en un plebiscito en que se preguntaba si querían un Estado independiente para Catalunya. Ganó el sí por más del 80%. Decenas de miles de voluntarios, cientos de escuelas y sus docentes, desafiaron al Tribunal Constitucional y al gobierno español, ejerciendo la democracia en una consulta dos veces prohibida por todos los estamentos oficiales. Y el Estado no pudo actuar.
Pese al envío de cientos de furgones antidisturbios, «casuales» maniobras con tanques por carreteras catalanas, vuelos rasantes de F5 en el norte catalán y una querella contra el gobierno autonómico, la gente se la jugó. Ese día, el Estado español no pudo usar la fuerza pública y perdió gran parte de su poder en Catalunya.
En Bruselas, capital de la Unión Europea, donde los diputados catalanes actúan sin distinción de partidos, salvo los del PP, se escenificó esta bancarrota. Rajoy había anunciado mil veces que el 9N no se votaría en Catalunya. Pues en Bruselas vieron por TV que Rajoy había fracasado y que el Estado español ya no puede imponer gran cosa en el país catalán, en donde juega Messi.
Del 9N al 27S
El 27S hubo elecciones autonómicas anticipadas. De 36 listas en 2012 se pasó a 11, con sólo dos opciones: reino de España o república catalana. En lo formal, se definía el parlamento autonómico y su presidente. Pero la realidad política las convirtió en un nuevo plebiscito por sí o no a la república catalana.
Ese carácter plebiscitario se impuso a todas las candidaturas. El PP de Aznar y Rajoy, el PS de Catalunya (sucursal del PSOE) y el ascendente y derechista Ciudadanos, todos partidarios de la corona y la unidad de España tuvieron que centrar su campaña en ir contra la independencia catalana. Primer gol para Catalunya.
El 11S, Meridianazo
En Barcelona, la avenida Meridiana confluye con otra avenida, la Diagonal. La primera conecta los barrios elegantes; la segunda, los barrios obreros del llamado «cinturón rojo», de izquierda. La campaña electoral empezó el 11S con la descomunal manifestación en la Meridiana. Según la Guardia Urbana, hubo 1.400.000 personas; según los organizadores, dos millones.
La Via Lliure (Vía Libre) a la República Catalana se organizó en 10 tramos de distintos colores, representado los temas que abordará la futura Constitución. Los manifestantes iban de camiseta blanca y con sus cartulinas coloridas. Atletas con un puntero de 6 metros al hombro recorrieron los 6 kilómetros de la Meridiana hasta el escenario principal, con una urna gigante. Cubrieron el evento 900 periodistas, incluidos 150 medios internacionales.
El Meridianazo preparó la goleada del 27S
Mientras el lado del Sí actuaba sobre el proceso electoral en base a la movilización autoorganizada de las masas, el lado unionista contó con el apoyo decidido de las patronales españolas, la banca, la Iglesia y la burocracia sindical de Comisiones Obreras y la UGT de Madrid. El presidente del Banco de España amenazó con un «corralito» en Barcelona si ganaba el Sí. Y se definieron en apoyo a la España unida los voceros del imperialismo: Came-ron, Merkel y Obama, que apoyaron descaradamente la opción de Rajoy.
Pero a cada amenaza, los sectores independentistas se fortalecían. Incluso se avanzó mucho en el aspecto de clase: CC.OO. y UGT de Catalunya se enfrentaron con sus organizaciones de Madrid, defendiendo el derecho de la nación catalana a decidir. No por nada en las listas del Sí hay destacados luchadores sindicales.
Goleada, pero insuficiente
Los partidos del Sí fueron en dos listas. Una es la alianza de Esquerra Republicana de Cata-lunya (ERC, el partido que gobernó durante la guerra civil) y el partido burgués Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y una larga lista de prestigiosos independientes, incluidas las dirigentes de las organizaciones que movilizaron a las masas en los últimos cinco años.
La otra lista es la de las CUPs (Candidaturas de Unidad Popular), partido anticapitalista y autoproclamado revolucionario, que ya tenía tres diputados.
Otra tercera lista la encabezó el trotskista Lluis Rabell, ex presidente de las entidades vecinales de Barcelona (Sí que se puede): una candidatura centrista que no se definió sobre el proceso independentista pero sí por el derecho a decidir, fue la alianza de los estalinistas con Podemos… que cada vez pueden menos. Esta candidatura fracasó rotundamente: sacaron dfos diputados menos que la vez anterior, cuando se presentaron sólo los stalinistas devaluados.
Con la mayor participación electoral de la historia, votó un 77% de los electores. Pero no alcanzó. Las dos listas del Sí obtuvieron el 47.8% de los votos, no el 51%. Un resultado de esa magnitud hubiera abierto el debate sobre una declaración inmediata de independencia y una crisis terminal del reino de España.
Otro resultado más positivo es el número de diputados por el Sí: 72 sobre 135. Es la suma de los 10 diputados de la CUP -antes 3- y los 62 de la alianza Juntos por el Sí: mayoría absoluta de independentistas. Los 10 diputados anticapitalistas tienen la llave para definir el nuevo presidente, ya que la suma de los candidatos pro-España no da para tener mayoría.
Avanza la revolución
Esta serie de grandes acontecimientos están llevando a Catalunya a ser el eslabón débil de la cadena del imperialismo europeo. Pese al ahogo económico español, Catalunya es una economía equivalente a la de Grecia, la cuarta región más rica de Europa y el quinto Estado más poblado. Carga con el 20% de la deuda del reino, deuda que llegada la independencia habrá que negociar o desconocer.
El progreso de los sectores obreros en la composición del movimiento independentista y el retroceso de los sectores burgueses, que se están dividiendo, es un elemento a tener en cuenta. El carácter revolucionario lo da el método de lucha, la movilización de masas, y el objetivo, acabar con la dominación española en Catalunya. Un éxito que arrastrará al País Vasco (Euzkadi) y al desplome de la monarquía.
El paso firme de las masas en la Meridiana hace temblar a los jerarcas de Bruselas. Quizás la amenaza del «corralito» se haga realidad, pero en el Banco de Europa. La causa del pueblo catalán es la causa de todos los pueblos oprimidos. Es la hora de crear Coordinadoras de Solidaridad con Catalunya.
Diego Arcos, Coordinador de la Plataforma catalana de argentinos por la Independencia y secretario de la Casa Argentina de Barcelona
Apoyemos la independencia de Catalunya
La movilización del pueblo catalán por su independencia es hoy el proceso más dinámico de Europa. La elección parlamentaria del 27 de setiembre ha sido una nueva demostración mayoritaria en favor de la soberania y otra derrota de la España imperialista y monárquica.
Once fueron las listas que compitieron y tres las posturas en relación a la inde-pendência: los partidarios del SÍ lograron el 48% de los votos y eligieron a la mayoría de los diputados; los del NO sacaron el 39%, y los restantes corresponden a formaciones que no se prounciaron ni a favor ni en contra.
Entre las fuerzas sobera-nistas se produjo un retroceso de la alianza entre Esquerra Republicana y el partido burgués de Artur Mas, que gobierna desde hace años, y un gran avance de la CUP, formación de izquierda declaradamente anticapitalista que pasó de 3 a 10 diputados. De los monárquicos lo relevante fue el avance de Ciudadanos, que salió segundo, y el hundimiento del PP y el PSOE.
Otro de los fracasos estrepitosos fue el de Podemos y la lista que integró junto a EUIA e ICV. Fue castigado severamente por su propia base electoral por darle la espalda al proceso independen-tista. Hizo campaña contraponiendo la necesaria defensa de los derechos sociales a las ansias independentistas de la población, cuando una y otras van de la mano. La actitud de este sector de la izquierda españolista debilitó la lucha por la República Catalana y por ende la de la propia República Española. De hecho, la derecha hace campaña contando los votos de Podemos como si fueran a favor del NO.
En los proximos días, los diputados electos definirán el nuevo gobierno y cómo sigue esta batalla apasionante de un pueblo que quiere decidir su propio destino. La CUP tiene en sus manos la última palabra. Esperamos que sepa utilizar el poder que ha adquirido para fortalecer el camino hacia la independencia al mismo tiempo que una perspectiva anticapitalista.
Alejandro Bodart, desde Barcelona