La crisis de los refugiados se agrava. En los últimos días llegaron 60.000 a Alemania y Merkel ordenó controles en las fronteras con Austria, suspendiendo temporalmente los acuerdos de Schengen. A su vez Austria mandó al ejército a proteger la frontera con Hungría, y Eslovaquia impone controles a sus límites con Austria y Hungría. Italia en la otra punta, se acaba de oponer tajantemente a la propuesta de España, que quiere seleccionar «in situ» a los refugiados que van a recibir, para cumplir los acuerdos con la Comunidad Europea. Y aunque la llegada del frío puede frenar en parte esta avalancha de gente huyendo por sus vidas, todo indica que se reanudará con más fuerza ni bien el calor retorne al hemisferio norte.
Esta crisis tiene su origen en el desplazamiento forzado de una enorme población de Asia y África que huye de las guerras de la región, promovidas por los propios intereses imperiales. El caso sirio es el más grave. El gobierno de Bashar Al- Assad es responsable de una guerra contra su pueblo que ya lleva más de 250.000 muertos, de haber destruido ciudades enteras como Homs y de masacrar a la población civil de las zonas opositoras con sus constantes bombardeos con barriles explosivos o armas químicas.
Al-Assad dejó correr en un principio a la oposición ultra islámica, apoyada y armada por Turquía, Arabia Saudita y Qatar, ante el silencio cómplice de la OTAN, para dividir a la oposición y degradar a la fracción no yihadista, ya que Al Nustra o luego el ISIS se han fortalecido combatiendo y desplazando a esta oposición.
A fin de setiembre Francia, con la excusa de detener al ISIS, bombardeó Siria. Ahora es Rusia la que ha intervenido con aviones, helicópteros, tropas de combate y toda clase de pertrechos en apoyo al régimen asesino de Al-Assad y ya lleva cinco bombardeos en los que ha atacado posiciones de otros opositores al genocida.
Obama, quien atacó a Putin por su apoyo a Al-Assad, si bien no quiere que el presidente sirio sea parte de una futura salida acordada, parece estar dispuesto a tolerarlo en el poder proviso-riamente, ya que el imperialismo yanqui y europeo han fracasado en «controlar» la crisis. Hace poco se conoció la deserción de una parte de los rebeldes sirios que entrenaba EE.UU. en Turquía, ya que se los preparaba sólo para combatir al ISIS, prohibiéndoles atacar a Al-Assad. Una parte importante se pasó con armas y bagajes al ISIS.
Mientras el negociador de la ONU Staffan de Mistura intenta una nueva ronda con Turquía, Irán, Arabia Saudita, Moscú y EE.UU. buscando una «salida política» al conflicto, los analistas serios señalan que los bombardeos rusos o de la OTAN no van a detener al ISIS. Para esto hacen falta tropas terrestres y el apoyo de la población. Los bombardeos con su carga de destrucción y masacre de civiles lo único que van a lograr es profundizar la crisis y agravar el desplazamiento de la población siria, que ya tiene cuatro millones y medio de exiliados.
Como lo demuestra la experiencia de los bombardeos de la OTAN en Libia, la intervención imperial únicamente «sirve» para asegurarse el control de las zonas ricas en petróleo, pero en absoluto para detener la crisis humanitaria. Sólo el pueblo sirio, con la solidaridad de los pueblos del mundo, podrá sacarse de encima al asesino de Al-Assad y a los fascistas ultraislámicos del ISIS.
Gustavo Giménez