La revoución rusa de octubre de 1917 es el punto más alto que ha alcanzado la clase obrera en su lucha contra el capitalismo. Representa el mayor ejemplo que nos ha brindado la historia de cómo podría ser una sociedad socialista, en la que las masas trabajadoras gobiernen colectiva y democráticamente.
A comienzos de 1917 el imperio zarista de Rusia estaba al borde del estallido. La Guerra Mundial le había arrancado dos millones de vidas y devastado la economía, generando inflación y desabastecimiento.
En febrero la implementación del racionamiento de pan en la capital, Petrogrado, desató una oleada de huelgas y movilizaciones que terminó con la abdicación del zar Nicolás II después que las tropas que mandara a reprimir se sumaran a las protestas.
Así llegaron a su fin tres siglos de dinastía Romanov y comenzó la Revolución Rusa.
Poder dual
Surgieron dos poderes paralelos tras la caída de la autocracia. Por un lado, el parlamento proclamó un Gobierno Provisional encabezado por el partido burgués Cadete. Pero también estaban los soviets.
Estos eran consejos de delegados elegidos por asambleas en las fábricas y barrios obreros que los trabajadores habían organizado para coordinar la lucha contra el zarismo. Pero en vez de disolverse después de la caída del zar, se convirtieron en ámbitos de participación permanente de las masas enardecidas por la revolución. Los trabajadores después de febrero consideraban a los soviets su gobierno legítimo.
Conformados por delegados que se votaban y se podían revocar en asambleas, los soviets eran un sistema representativo mucho más democrático que cualquier régimen parlamentario. Además, tenían el poder efectivo después de la revolución de febrero. El transporte, las comunicaciones, el suministro de alimentos y demás funciones elementales de gobierno las garantizaban los soviets.
Pero los socialistas moderados de los partidos Menchevique y Social Revolucionario que tenían la mayoría de los delegados y conducían los soviets apoyaban al Gobierno Provisional.
Todo el poder a los soviets
El Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky sostuvo que el Gobierno Provisional no resolvería ninguna de las necesidades fundamentales por las cuales se había hecho la revolución: continuaría con la guerra, no haría ninguna reforma agraria ni solucionaría la falta de comida en las ciudades. Los bolcheviques se dedicaron a explicar que estas demandas, «paz, pan y tierra», sólo las realizaría un gobierno de trabajadores que se formaría si los soviets tomaran el poder.
Los bolcheviques contaban con una representación minoritaria en los soviets, pero fueron sumando voluntades en la medida en que los trabajadores corroboraban que el Gobierno Provisional no sólo no avanzaba con las exigencias de la revolución, sino que conspiraba con fuerzas contrarrevolucionarias para liquidar a los soviets.
En octubre, los bolcheviques ganaron mayorías en los soviets de las principales ciudades y en el segundo Congreso Pan-ruso de Soviets de obreros, campesinos y soldados. En vísperas de la inauguración de este congreso el partido, desde la organización militar del soviet de Petrogrado presidido por Trotsky, llevó a cabo la insurrección, disolviendo el Gobierno Provisional y trasladando el poder al Congreso de Soviets que proclamó un nuevo gobierno obrero.
Este gobierno repartió tierras a los campesinos, ordenó la distribución de los suministros de alimentos e inició tratativas con Alemania para negociar la paz. Además otorgó el derecho a la autodeterminación a las naciones oprimidas, decretó la libertad de culto, legalizó el aborto y el divorcio, despenalizó la homosexualidad, expropió a la burguesía y avanzó en la planificación democrática de la producción.
¿Qué fue de la revolución rusa?
Lenin y los bolcheviques tenían la certeza de que con la economía atrasada de Rusia no se podía construir el socialismo si no se expandía la revolución, en especial a los países industrializados de Europa. De hecho concebían a la Revolución Rusa como el primer acto de una revolución internacional.
No se trataba de una mera expresión de deseo. La crisis provocada por la Guerra Mundial y la inspiración generada por el triunfo de los soviets en Rusia colaboraron con una oleada de revoluciones que sacudió el continente entre 1917 y 1923. Lamentablemente fueron todas derrotadas.
Encima, el joven Estado obrero ruso tuvo que pelear una guerra civil contra los generales del viejo régimen y 14 ejércitos capitalistas que los apoyaron. Vencieron a la contrarrevolución, pero el costo fue devastador.
La producción industrial se vio reducida al 12% de lo que había sido en 1913. La población de Petrogrado se redujo a la mitad. El socialismo se basa en el control obrero de la producción, pero al término de la guerra civil, Rusia prácticamente no tenía obreros ni producción.
El sistema soviético quedó reducido a una cáscara vacía sostenida por el partido y el aparato estatal. Lenin y Trotsky apostaban a aguantar con ese cascarón hasta que triunfara la revolución en Europa. Al no suceder esto, se fue consolidando la burocracia, cuyo máximo exponente, Stalin, encabezó una contrarrevolución que enterró las conquistas de 1917.
Fueron los propios integrantes de la burocracia stalinista quienes llevaron a cabo décadas después la restauración capitalista y se convirtieron en los empresarios que hoy rodean a Putin.
A pesar de su posterior derrota, los primeros años de la Revolución rusa nos dieron un breve pero brillante ejemplo de cómo será el poder obrero, y sus lecciones son esenciales para los revolucionarios de hoy.
Lecciones de octubre
En su Historia de la revolución rusa, Trotsky afirma:
«El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. (…) La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.»
Las masas al poder
La Revolución rusa es una monumental confirmación empírica de aquella tesis de Marx de que la emancipación de la clase trabajadora debe ser obra de los propios trabajadores. Demostró que el papel activo y protagónico de las masas movilizadas es el elemento imprescindible para la liberación.
La experiencia de la primera revolución socialista demostró además lo indispensable que es la democracia obrera. A diferencia de procesos posteriores como China o Cuba, los trabajadores rusos efectivamente gobernaron desde los soviets, incidiendo directamente en la política económica y social. Por este motivo la Revolución Rusa aún sobresale como la principal referencia para pensar cómo encarar la transformación social que hace falta hoy.
Un partido para la revolución
La insurrección de octubre también corroboró la necesidad de un partido revolucionario. En el vacío político que toda revolución genera, se da una inevitable disputa por la dirección y las fuerzas burguesas y reformistas operan para frenar la movilización y restaurar el régimen capitalista. El Partido Bolchevique logró organizar a los sectores revolucionarios de los trabajadores para derrotar a esos adversarios y conducir al conjunto de la clase al poder.
«Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera.» (Trotsky)
Pero el éxito de la organización bolchevique no se debió solamente a la fuerza de su acción centralizada y diciplinada, sino también a su estructura profundamente democrática. Era un partido vivo con debates permanentes entre opiniones distintas sobre cada política. Esa elaboración colectiva le permitió desarrollar una relación estrecha y dinámica con el movimiento de masas que resultó fundamental para llegar a políticas acertadas.
Federico Moreno