La derrota en Provincia de Buenos Aires a manos de Cambiemos (39,5 a 35,2%) no sólo fue determinante para el resultado general, sino en la perspectiva: se trata de un golpe contundente para Scioli y su proyecto y el epitafio del kirchnerismo de la mano de Aníbal Fernández. El FPV perdió ampliamente en el interior y fue castigado también en el decisivo conurbano. Quedó con 57 intendencias, frente a 64 de la alianza macrista y de 10 de Massa. Bastiones como La Plata y regiones fundamentales como Pueyrredón (Mar del Plata) y Morón (con el sabbatelismo desde el 99) pasaron de mano. Pero las conclusiones van más allá de los números. Y del impacto de la derrota del Jefe de Gabinete de Cristina, que cosechó 400 mil votos menos que Scioli por un inédito corte de boleta. Significa un golpe al PJ que gobernó, con distintas variantes, por casi 30 años, y dejó una provincia empobrecida y soportando una fuerte crisis. Y un castigo dirigido a la mayoría de los barones del conurbano, históricos punteros y señores feudales repudiados por los bonaerenses. El caso emblemático es el de Hugo Curto (Tres de Febrero), que perdió luego de 24 años de reinado, seguido por el Barba Gutiérrez de Quilmes, Búcaro de Pilar y otros popes. El ciclo de los barones parece ir más allá de su actual pertenencia al FPV. Algunos se quedaron en las PASO como Othacehé de Merlo, otros como Acuña de Hurlingham iba con Massa y Cariglino, que fue y vino, también fue borrado del mapa.
Vidal, la ganadora, emergió como la novedad que firma la derrota peronista. Pero con un gran carácter de voto castigo y en una provincia compleja y que soporta una crisis financiera crónica y gravísi-mos problemas estructurales a resolver. La tarea de ajustar, receta que comparte con los dos candidatos presidenciales, no le va a resultar sencilla. Un horizonte de reclamos es la hipótesis más probable.

Guillermo Pacagnini