Las presidenciales movieron el tablero. Voto castigo y balotaje

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Los resultados de la elección del domingo muestran un sorpresivo cambio de escenario. Tres datos duros lo certifican: el castigo al gobierno con un Scioli que ganó por apenas dos puntos, la derrota bonaerense como un componente de calidad que sella crudamente el fin de ciclo y el ascenso de Macri que va al balotaje y entra en disputa real por la presidencia. El FIT se estancó por su sectarismo, perdiéndose la oportunidad de colocar a la izquierda como alternativa de disputa real. En el balotaje no apoyaremos ni a Scioli ni a Macri, ambos son candidatos de las corporaciones y el ajuste.

Los números hablan por sí solos. La diferencia entre Scioli (36,8%) y Macri (34,3%), que fue de los 8,6 puntos en las PASO, ahora se redujo a apenas 2,5. Macri, fue segundo pero queda en una posición con «expectativa ganadora», a diferencia de lo que se preveía. Ningún encuestador acertó. Es evidente que las tendencias preveían el balotaje pero con un Scioli en posición ganadora, con una diferencia igual o mayor que en las primarias. Massa resistió esa polarización relativa e incluso sumó cerca de un punto sobre su resultado de las PASO (21,34%), ungiéndose en una suerte de árbitro para la segunda vuelta. Y demostrando que tampoco los dos de arriba pudieron llevarse todo. Ha sido una campaña que no despertó mayor entusiasmo. Stolbizer retrocedió al quinto lugar con el 2,5% conformando la caída libre de la centroizquierda tradicional. En Santa Fe, Binner quedó tercero y perdió su banca de senador. El FIT se estancó en el 3,3% similar al de las PASO (ver nota)
Reacomodos por arriba, pero abulia por abajo. La ausencia de actos masivos, de clima en las calles, de fervor o enamoramiento por algún u otro proyecto, tiene su raíz en la falta de verdaderas alternativas, que planteen medidas para solucionar los graves problemas pendientes. Por el contrario, los dos candidatos que van al balotaje, más allá de las promesas de la última semana de disputa, esbozaron que van a garantizar un escenario de ajuste y vacas flacas para los trabajadores y el pueblo.

Castigo electoral y fin de ciclo

Más allá de que la matemática coloca a Scioli primero, hay sabor a derrota. No sólo porque el «efecto ganador» quedó del lado de Macri. Scioli queda mal en la línea de largada para el balotaje y se coloca la posibilidad, que era remota luego de las PASO, que Macri termine siendo presidente. Perdió en las provincias principales del país, de mayor peso específico y político, es decir la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Y se quedó sin la mayoría propia en la cámara de Diputados. El FPV y sus aliados perderán 26 bancas. Tendrán 117 diputados y la primera minoría, pero se alejarán del quórum de 129. Por otro lado, votaron 2 millones de personas más que en las PASO, de las cuales casi 1,5 millón lo hizo por Macri. Scioli apenas pudo sumar unos 200.000 de esos votos. En la provincia de Buenos Aires, creció menos de 2.000. La derrota bonaerense (ver recuadro), tiene un doble efecto. Aportó el golpe decisivo para el resultado nacional y es una nueva muestra de la crisis estructural e histórica del peronismo, que pierde su bastión electoral después de casi 30 años de control.
Sin lugar a dudas, pese a que Scioli consiguió encolumnar en las últimas semanas a diversas franjas del FPV y que logró un mayor apoyo de sectores del establishment, primó la tendencia al castigo. Es evidente que la inflación, la desocupación creciente, la crisis del transporte, la salud y la educación, sobre todo en su provincia pesaron a la hora del voto, más que los millones invertidos y el apoyo de los de arriba. El desgaste que venían disimulando se hizo evidente.
El fin de ciclo se confirma. No solamente por la debilidad del FPV. Sino porque Scioli encarna un proyecto distinto acorde a la crisis internacional y al agotamiento del modelo construido con viento de cola. Se necesita normalizar el país hacia un capitalismo más clásico. Scioli se postuló y los sectores empresariales jugaron fichas a los dos candidatos viendo quién salía mejor posicionado. Ambos candidatos, más allá del estilo, eran funcionales a los planes diseñados en los foros empresariales.

Macri al balotaje

Macri capitalizó la bronca y el desgaste. Ese ha sido el factor decisivo. Fue la herramienta, equivocada, por cierto, ante la ausencia de una alternativa superadora, del castigo electoral. Otra vez se cumple una regla de oro. Que los gobiernos falsamente progresistas, cuando se agota su doble discurso y dan paso a las medidas antipopulares, le abren la puerta a opciones políticas más conservadoras. Esta suerte de Alianza del aparato de la UCR, con la Coalición de Carrió y el PRO, también adaptó su discurso «más a la izquierda» para captar el voto de los sectores descontentos.
Por otro lado contó con el apoyo de sectores concentrados de la economía que lo vieron más creíble para llevar adelante sin interferencias el plan de ajuste. Ahora que el «efecto ganador» está del lado de Macri, al haber obtenido un resultado muy superior al esperado y colocarse bien en la carrera final hacia la Rosada, se ha intensificado este apoyo. La declaración de la asociación empresaria más concentrada (AEA) saludando el balotaje y llamando al cambio, así como la respuesta de «los mercados», van en ese sentido.

Lo que se viene

Ahora se viene un mes de batalla donde van a utilizar armas y bagajes para inducir a una extrema polarización. Es el primer balotaje presidencial que vamos a vivir. Ambos contendientes van a hacer denodados esfuerzos, convenientemente sostenidos por millones de inversión publicitaria, por mostrarse distintos y apelar al voto supuestamente útil. Lo que se esbozó en la campaña se va a multiplicar exponencialmente. Desde el bunker de Scioli tratarán de remontar el golpe, mostrándose como una alternativa más progresista que Macri, seguramente volverán al viejo truco de agitar el fantasma de la derecha. Desde el macrismo, pasarán revista al balance negativo de la gestión bonaerense tratando de sacar rédito del triunfo de Vidal. Como decimos en la Editorial, llamaremos a los trabajadores, a los estudiantes, a los vecinos de los barrios a no confundirse y a no avalar a ninguno con su voto. Ambos ya gobernaron sus distritos y demostraron no solucionar los graves problemas pendientes.
Votan juntos los presupuestos a la baja y centenares de leyes funcionales a las corporaciones. Gane quien gane, querrán hacernos pagar los platos rotos de la crisis capitalista. Lo más probable es un aumento de la conflictividad social para impedirlo.

  Guillermo   Pacagnini

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