La vieja dirigencia sindical también se prepara para el cambio de ciclo político. Luego de una década de fracturas que terminó con cinco centrales, comenzaron algunas reuniones donde se anuncia una posible reunificación de la CGT. Gordos, moyanistas e independientes, pergeñan una CGT reunificada cuya conducción sería colegiada. Descartando que se trate de un proceso progresivo, cabe preguntarse el por qué de estos intentos y su viabilidad.
No los une el amor, sí los negocios
La división en las alturas es una expresión de la crisis lenta pero segura de la burocracia y su modelo sindical. Tiene varias aristas: la relación con distintos sectores patronales y sus negocios, la disputa por una mejor interlocución con el gobierno y la defensa del botín de las obras sociales, entre otras prebendas.
Pero la raíz principal de esa crisis está en el profundo desprestigio ante amplias franjas de la base trabajadora por años de traiciones y connivencia con patronales y gobiernos.
Estas grietas y fracturas han facilitado el surgimiento de un proceso de recambio sindical que se expresa en nuevos delegados y dirigentes, que todavía está en plena maduración.
En los últimos años se intensificó la división y se facilitó la unidad de acción con paros generales que no tuvieron continuidad y terminaron sin lograr torcer el ajuste. Hoy Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez, Cavallieri y Daer que fueron junto a Yasky fieles centinelas de Cristina., reconocen el complejo escenario de fin de ciclo y se preparan para enfrentarlo. Por ello comenzaron a reunirse con Moyano.
Funcional a las patronales y al ajuste
Sin dudas que los empresarios y poderosos también alientan la reunificación, prefieren mil veces negociar con una CGT unificada y con el mayor control posible en cada gremio y rama, que enfrentar un escenario de fragmentación, conflictos “salvajes” y huelgas emblemáticas donde el sindicalismo combativo y de izquierda tiene roles de conducción.
También quieren “normalizar” el sindicalismo. Al servicio de recuperar terreno para intentar domesticar a los trabajadores, cortarle las alas a los luchadores y facilitar las políticas de los de arriba. Durante conflictos con conducciones combativas, han actuado en tándem los viejos dirigentes, las patronales y el gobierno. Acuerdos episódicos y sectoriales, que quieren transformar en globales. Un Pacto Social al servicio de institucionalizar convenios a la baja, techos salariales y medidas de ajuste. Y cuando no alcance esta zanahoria recurrir al garrote de la criminalización y el cercenamiento de derechos como el de huelga.
Gane quien gane el balotaje, tenderá a implementar esta política.
Una nueva dirección
No está claro que lo logren. Les costará unificarse por arriba. Para lo que se viene necesitamos trabajar seria y coherentemente por el reagrupamiento de los sectores sindicales combativos. La unidad fortalece y tonifica las luchas y los procesos de recuperación sindical mientras que el sectarismo y la dispersión juegan a favor de la burocracia. Una base fundamental de esa pelea, que arranca de apoyar todas las luchas, fortalecer el activismo combativo, ayudar a la unidad e impulsar un nuevo modelo basado en la más estricta democracia sindical, está en la responsabilidad que tenemos todos los dirigentes combativos y de izquierda. Lamentablemente la dirección de la CTA autónoma está cruzada por una crisis y no está ayudando en esta tarea. El sectarismo y la política aparatista de las fuerzas del FIT, tampoco han ayudado a este reagrupamiento, por el contrario al igual que en el terreno político electoral, han fomentado la división. En cada lucha y cada proceso electoral sindical miles de activistas jóvenes y rebeldes van acumulando energías y más que nunca se necesita sentar las bases de un polo de unidad. El desafío está planteado.
Guillermo Pacagnini