Macri se benefició del fracaso del modelo K, pero también logró aparecer como algo diferente a las variantes del viejo bipartidismo peronista y radical. Esa fue una clave de su ajustado triunfo. Pero detrás de la sonrisa moderna y los globitos, asoma claramente un empresario del palo de los de arriba. Su gobierno tiene un perfil conservador, es genuino representante de las corporaciones y cuenta con beneplácito desde el imperio.
Pero el que surge es un gobierno débil por varios motivos. Asumirá sin haber sacado una ventaja decisiva en las urnas. Aunque gobierne en las provincias grandes y con mayor PBI, no controla la mayoría de las gobernaciones, está en minoría en el parlamento y cuenta con un aparato prestado, sin un bloque unificado ni haber conformado una real «coalición» de gobierno. Necesita construir solidez para el trabajo sucio que tiene por delante.
Gobernabilidad: asignatura pendiente
Cuando asumió Menem, también de derecha, contó con un cerrado apoyo de la burocracia sindical unida, gobernadores e intendentes, que le brindaron la base de sustento para ajustar, privatizar, flexibilizar y dar un duro golpe a los trabajadores y el pueblo. Por ahora Macri no cuenta con todo esto, sino que aún lo tiene que construir.
La CGT de Moyano se anotó en primera fila. Viene trabajando por la unidad al servicio del pacto social, pero a cambio de ello pretende injerencia en el gabinete, la plata de las obras sociales y otros beneficios. Pero, ¿qué van a hacer los gordos de la CGT y demás sectores? La unidad del sindicalismo burocrático todavía está por verse.
Cambiemos es una coalición heterogénea. Sanz ya dio un portazo y Carrió es impredecible. Macri sabe de estas limitaciones, por eso una de sus principales propuestas es llamar a un pacto de gobernabilidad. Quiere sentar en una mesa a empresarios, partidos del régimen comenzando por el PJ, burócratas sindicales, curas y todo aquel que esté dispuesto a permitirle gobernar sin sobresaltos aplicando sus planes de gobierno.
Hoy Macri no cuenta con la fuerza política suficiente para derrotar en las calles a los trabajadores, a los estudiantes, a los docentes, a los desocupados y a todo el pueblo que defiende sus intereses y quiere mejorar su calidad de vida. Los que votaron al ingeniero lo hicieron con esa esperanza, no pidiendo ajuste y devaluación.
Pero detrás del maquillaje coyuntural, el que asume es un presidente conservador que viene a aplicar el único programa posible que le garantice las ganancias a los de arriba en medio de la crisis capitalista.
El objetivo central: un país capitalista «normal»
Macri no contará con el viento de cola que tuvieron los K y rifaron durante la «década desperdiciada». Los grandes ingresos provenientes del comercio internacional y las reservas del Banco Central son un recuerdo del pasado. Hoy la economía capitalista mundial está en crisis y los principales socios comerciales de la Argentina, que son China y Brasil, tienen serios problemas.
Cuando esto sucede los gobiernos repiten su receta: intentan que la crisis la paguen los trabajadores y el pueblo. Hablan en voz baja, de devaluación, ajuste, aumento de tarifas y otras medidas antipopulares. Macri las aplicará, como lo hubiera hecho Scioli, porque la clase a la que ellos representan necesita «normalizar» poniendo en caja a los trabajadores para volver al mecanismo de endeudamiento y dependencia. Se preanuncia como un Volver al Futuro de las relaciones con el imperio.
Los ritmos del ajuste
En esa estrategia, se instaló una duda: ¿será un ajuste gradual o de shock? El ritmo va a depender de la relación de fuerzas. De lo que los trabajadores le dejemos hacer. No habrá cheque en blanco, como sucedía en las épocas en las que el régimen político gozaba de buena salud.
La respuesta a estos interrogantes no se encontrará en la Casa Rosada, sino en las luchas. Nosotros impulsaremos la movilización de los trabajadores y el pueblo contra el ajuste del gobierno y la entrega a las corporaciones. Después del 2001 los K y el andamiaje de la vieja política se tuvieron que cuidar muchísimo para no volver a despertar la bronca latente del Argentinazo. Macri tampoco puede escapar a este condicionante estructural.
Tareas planteadas
En lo inmediato se vendrá la transición, la conformación del gabinete, los anuncios de medidas y el traspaso de la banda presidencial.
Nada estará exento de pases de factura, realineamientos políticos y sindicales. Incluso hay cierta expectativa sobre los números reales de la economía y quienes ya piden un poco de paciencia.
Sea como sea, los luchadores tenemos desafíos y tareas que no pueden esperar las definiciones del poder. Nos tenemos que preparar para enfrentar el ajuste que se viene, planteando desde hoy mismo que será necesaria la más amplia unidad de acción en la lucha.
Sin diferenciar entre los que votaron equivocadamente a Macri o a Scioli, ni a los que votaron en blanco, siempre y cuando estén dispuestos a movilizarse en forma independiente. Los trabajadores, los sectores populares, los desocupados, las mujeres y la juventud tendremos que poner a prueba nuestra capacidad para enfrentar juntos lo que se viene. Forjando en ese camino una nueva dirección sindical, democrática y combativa.
Hay otra pelea fundamental: la de construir una herramienta política amplia, que exprese a los distintos sectores de la izquierda política y social alrededor de un programa anticapitalista. Con todos aquellos que se planteen avanzar hacia los cambios de fondo que se necesitan.
Guillermo Pacagnini