En el AS del 14/12/01 decíamos: “A dos años de su asunción, De la Rúa se quejó amargamente del papel de bombero que le tocó. Lo cierto de esta afirmación es que el país está al borde de las llamas. El contundente paro general del 13 lo demostró. En medio de un terremoto, social y político y de una crisis económica que marca el final de una época. En el aire se huele el estallido…”
Del 19 al 20
El 19 los saqueos a supermercados que habían comenzado en varias provincias se generalizaron en el conurbano bonaerense, Rosario y la Capital. Se habla de que se están organizando trabajadores y vecinos para marchar a la Plaza de Mayo. Ya hay varios muertos. De la Rúa decreta el Estado de Sitio y la bronca estalla. Primero fueron las cacerolas y luego espontáneamente desde los barrios de Capital y el Gran Buenos Aires se inició una marcha hacia Plaza de Mayo. Se colmaron las principales arterias de Buenos Aires, la Plaza de Mayo y el Congreso. Comienza la represión. Le gente la enfrenta y se arman barricadas. Se recupera la Plaza y a las tres de la mañana renuncia Cavallo, el ministro de Economía.
El 20 es el día del enfrentamiento de miles de jóvenes, trabajadores del centro, motoqueros y de muchos que vienen a la mañana del GBA, con la represión. Arrecian los choques y las barricadas. De la Rúa pide apoyo al PJ y no lo encuentra y finalmente renuncia a las 19 hs., saliendo por los techos en el ya famoso helicóptero.
Dos crisis revolucionarias
Se abrió un vacío de poder que duró hasta el 23, cuando la Asamblea Legislativa votó como presidente a Rodríguez Saá. La gran patronal y los partidos tradicionales estaban paralizados y las fuerzas represivas desbordadas. Fueron eficaces a la hora de proteger la Casa Rosada pero incapaces para detener el levantamiento.
El nuevo presidente duró tan solo cinco días. Por un lado improvisó un discurso populista y por el otro se rodeó de figuras muy odiadas como Grosso o Menem y cía. El 28/12 una imponente marcha de 100.000 personas a Plaza de Mayo y un cacerolazo lo hicieron dimitir.
Un nuevo vacío de poder, una nueva crisis revolucionaria se había abierto. Y tardó cuatro días en cerrarse. Esta vez con la asunción de Duhalde como presidente.
El fracaso de Duhalde
El gobierno de Duhalde surgió con el respaldo de la mayoría de los sectores del poder burgués. Sin embargo era un gobierno muy débil, apoyado en un régimen político cuyas principales instituciones y el viejo régimen de partidos estaban destruidos y así lo expresaba la consigna más cantada “¡Que se vayan todos!”. Del otro lado estaba la movilización en las calles y el surgimiento de organizaciones embrionarias de poder del pueblo como fueron las Asambleas Vecinales y la Interbarrial.
El rol de la izquierda
La izquierda creció en su conjunto y se fortaleció en el proceso que detonó el Argentinazo. Lo hizo en peso numérico y ganando la dirección de las asambleas vecinales, las agrupaciones piqueteras, en fábricas recuperadas, en importantes estructuras estudiantiles y de los trabajadores, ante la traición de la burocracia sindical que impedía a las organizaciones del movimiento obrero intervenir en la rebelión popular. Pero fue incapaz de unirse y abrirse a los nuevos fenómenos para crear un polo alternativo capaz de disputar la dirección de millones, perdiéndose así una posibilidad única hasta el momento.
Nuestro partido, el MST que junto al PC constituía Izquierda Unida, había logrado captar una parte importante de la radicalización y el voto a izquierda que precedieron al Argentinazo, intervino con todas sus fuerzas en este proceso y sacó como conclusión la necesidad de trabajar para construir un nuevo proyecto de la izquierda, que dejando atrás los lastres sectarios y oportunistas, pueda construir la herramienta amplia y unitaria que el pueblo argentino necesita.
Gustavo Giménez