La Ideología
La expresión más extrema es el movimiento Jihad que propone un mundo gobernado por la sharía (el Islam original bajo Mahoma). La Jihad, según sus sostenedores, es el medio esencial para revitalizar el Islam. Significa “esforzarse en el camino de Dios”, y esforzarse implica “lucha, confrontación y sangre”. La Jihad está concebida para ir contra las comunidades no musulmanas, y desaparecerá- según sus sostenedores- cuando el Islam abarque todo el mundo. La misma fue diseñada para defender al Islam de ataques directos. La Jihad debe ser utilizada también para fines internos: “los apóstatas o no creyentes son el compendio del mal, los musulmanes están obligados a usar la Jihad contra ellos”. Hay que deshacerse del enemigo interno por que, sin renegados, los enemigos externos son impotentes
El fundamentalismo pretende crear un Estado islámico basado en estos principios teológicos (ejemplos nostálgicos de la sociedad nómada de la cual provienen, en la que la forma más elevada fue el capitalismo mercantil). Ninguna de estas especulaciones ofrece una alternativa definida al sistema capitalista, por el contrario, los capitalistas y terratenientes han utilizado a los mullahs reaccionarios y su teología islámica en beneficio de sus intereses de clase. El derecho a la propiedad privada, la empresa individual y el derecho al beneficio (plusvalía) son aceptados en los dogmas básicos del Corán, donde, paradójicamente, también llaman a la igualdad y la fraternidad. Contradicción insoluble en esta época. Bajo la ley islámica, la única “salvaguardia” contra el atesoramiento, el mercado negro, la explotación del trabajo humano y la esclavitud son los valores morales y el miedo al “juicio final”. Sin embargo, en el capitalismo estas “salvaguardias” no sirven para nada. La mayoría de los comerciantes y los pequeños y grandes hombres de negocios islámicos utilizan una doble moral engañosa e hipócrita. La mayoría de los eruditos islámicos plantean que la organización de la economía debe dejarse a las “fuerzas del mercado”. El tráfico de droga patrocinado por los mullahs y la mayoría de las organizaciones fundamentalistas, es justamente un ejemplo de doble moral y del carácter engañoso del Islam como ideología.
Estrategia y táctica
Los grupos fundamentalistas islámicos han tratado de combinar los métodos neofascistas (intimidación, asesinato, utilización de los prejuicios religiosos combinados con el miedo) con la demagogia populista, de manera de ganar una base de masas más amplia, para ello han tratado de utilizar los problemas sociales por los que atraviesan las masas (falta de agua potable, electricidad, sanidad, educación, transporte, vivienda, etc.). Utilizan también una retórica anticapitalista y consignas contra los señores feudales. Usan, en algunos casos, un lenguaje antimperialista. Tampoco se han quedado al margen del narcotráfico y de la corrupción. El aumento de la miseria social y el desempleo les ha dado la posibilidad de reclutar amplias capas de jóvenes. La religión se ha usado de tapadera para justificar las actividades más criminales.
El crecimiento del fundamentalismo es un subproducto del fracaso de la clase capitalista para llevar a cabo sus tareas históricas. Para combatir el fundamentalismo se debe llevar adelante la transformación socialista de la sociedad. Combatirlos bajo los sistemas corruptos capitalistas con las ideas del liberalismo, la “democracia” y el secularismo burgués solo puede llevar a la frustración y al desastre.
La acción del fundamentalismo islámico
El fundamentalismo islámico se ha desarrollado con especial virulencia a partir de los años 80 impulsado por el mismo imperialismo. Sus principales centros de operaciones han sido Afganistán, Pakistán, el Magreb y otros países africanos, y el Medio Oriente. El 11 de setiembre de 2001 dieron el gran golpe de las Torres Gemelas en EEUU, y efectuaron otros atentados en otros países como Gran Bretaña, Francia, España, etc. Hoy desarrollan sus actividades terroristas y combatientes en esos mismos escenarios, pero se han concentrado especialmente en Irak, Siria, Libia y otros países africanos. En Irak, son la consecuencia inevitable de la política desastrosa y criminal de EEUU luego de su intervención en la Guerra del Golfo en 1990/91, y luego, con la invasión y derrocamiento de Sadam Hussein de 2003. Hoy el país está dividido en tres partes, la chií, la suní y la kurda, zonas con intereses petroleros específicos que dieron lugar a una anarquía que dura hasta la fecha. Los norteamericanos llevan una política siniestra y contradictoria en la zona, por un lado, como hacen en todos lados fomentan las divisiones (“divide y reinarás”), pero a la vez generan guerras locales en las que no dejan de involucrarse para imponer su estrategia. El fundamentalismo islámico, mientras tanto, aprovecha esta anarquía para sus intereses. Lentamente han desarrollado poder y riquezas. Sus fuentes de financiación son el aprovechamiento de las riquezas naturales de los territorios que ocupan (petróleo, p.ej.) y de los impuestos que recaudan en los mismos; los negocios y ayudas que reciben de los países petroleros; de los rescates que cobran por los secuestros, etc. Se hicieron fuertes en el oeste de Irak (zona suní), con el apoyo de Arabia Saudita y los Emiratos árabes y a partir de allí atacaron el centro y el norte, hasta ocupar Mosul. Su propósito es formar un “califato”, fundar un Estado con territorio y riquezas propias basadas principalmente en el petróleo. De esta manera volverían al pasado, a una dispersión anárquica similar a la época de Lawrence de Arabia, para negociar mejor con el imperialismo. En Siria, se ha producido otra división territorial en la cual no solo participa EEUU, sino el resto imperialista de Europa, Israel, y los países petroleros (Irán, Arabia Saudita, Qatar, etc.). La guerra civil por la democracia y la liberación que emprendió el pueblo sirio en la primavera árabe contra el gobierno autocrático de Asad, se transformó en una guerra de facciones regionales, el imperialismo internacional, Rusia, China, etc. Los grupos fundamentalistas un poco por su cuenta y otro poco porque los alentaron los protagonistas de esta guerra, se han desarrollado en este territorio sobre todo al noreste como una prolongación de sus dominios en Irak, donde también tienen petróleo. De esta manera, el “califato” se extendería también en Siria y su propósito sería llegar hasta el Mediterráneo. El fundamentalismo islámico ataca al gobierno sirio, a los combatientes democráticos y a los kurdos; Arabia Saudita y Qatar los apoyan e impulsan. EEUU y el resto de los imperialismos siguen su propósito de “divide y reinarás”, aunque eso a largo plazo pueda significar el holocausto. La “siembra del odio, la guerra, y la división” les está golpeando las puertas en sus propios países: “cría cuervos, y te sacarán los ojos”. Lo peor es que el sufrimiento y la muerte la soportan los pueblos inocentes como ocurre en los últimos acontecimientos de Europa.
Héctor Palacios