Las elecciones generales del pasado 20 de diciembre dejaron un escenario de impasse en el cual ninguna fuerza logra una mayoría para formar gobierno. En medio de la crisis, Podemos propuso integrar un gobierno encabezado por el tradicional PSOE.
El resultado electoral ilustra la gravedad del régimen bipartidista español establecido en 1977 por la saliente dictadura franquista, la monarquía y los partidos tradicionales, fundamentalmente el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que se han alternado en el poder desde entonces.
Entre ambos cosecharon apenas la mitad de los votos el 20D. El PP salió en primer lugar pero desplomándose del 44% que obtuvo en 2011 a 28,7%, y el PSOE sacó 22%. Como escribió el columnista de El País Josep Ramoneda en una nota titulada “Suicidio bipartidista”: “Mariano Rajoy (PP) acabó con la reputación del bipartidismo y Pedro Sánchez (PSOE) lo ha hundido.”
La caída de los partidos tradicionales fue capitalizada por fuerzas políticas fundadas en los últimos dos años. Pisando los talones del PSOE se ubicó Podemos con 20,7%. Este buen resultado de la formación encabezada por Pablo Iglesias refleja que un sector importante del pueblo español busca una salida por izquierda.
Finalmente, la propuesta de centro derecha moderna de Ciudadanos quedó cuarta con un 13,9%. El resultado es que ninguna alianza hoy viable alcanzaría la mayoría necesaria para formar gobierno y evitar nuevas elecciones.
De los indignados al quiebre del bipartidismo
La crisis actual tiene su origen en el estallido popular de los indignados de 2011. Aquella movilización masiva enfrentó las medidas de ajuste que aplicó ante la crisis capitalista el entonces presidente Rodríguez Zapatero. En las elecciones de ese año su PSOE fue castigado, pero quien capitalizó su derrumbe fue el conservador PP de Mariano Rajoy.
Sin embargo, el PP en los últimos años se vio envuelto en una serie de escándalos de corrupción que lo deslegitimó ante el pueblo español, cuyo abandono se evidencia en los resultados del 20D.
En 2014 surgió Podemos como expresión política del movimiento de los indignados y reflejo del ascenso general de alternativas de izquierda en el viejo continente. El año pasado, para contrarrestar el crecimiento de Podemos, que ganó las alcaldías de Madrid y Barcelona y llegó a encabezar las encuestas nacionales y para canalizar la crisis del PP, sectores empresariales lanzaron Ciudadanos. Esta nueva formación emula desde la derecha la imagen joven y la crítica a las viejas estructuras del poder español de Podemos. Ambos capitalizan la ruptura masiva con los partidos tradicionales.
Las nacionalidades dividen aguas
Una expresión sobresaliente de la crisis es el auge en estos años de los movimientos independentistas de las nacionalidades oprimidas por el Estado español, que alcanzó un hito inédito en noviembre cuando el parlamento catalán votó iniciar el proceso de independencia de España.
Este tema dividió aguas en la elección del 20D. El PP, PSOE y Ciudadanos se unieron en su rechazo categórico al justo reclamo soberanista del pueblo catalán. Pablo Iglesias y la mayoría de Podemos proponen la celebración de un referéndum, pero no apoyan el proceso de independencia ya iniciado e insinúan que harían campaña por el “NO” en la consulta que proponen. El tema se transformó en la línea roja que cada partido se niega a negociar para formar una coalición de gobierno.
El impasse y la encrucijada de Podemos
Ante la dificultad de Rajoy y Sánchez para lograr mayorías, fue Iglesias quién reubicó toda la discusión, primero proponiendo formar un gobierno PSOE-Podemos con él como vice de Sánchez, y luego anunciando que estaría dispuesto a discutir la previamente innegociable exigencia del referéndum independentista.
Esta salida aún tendría que superar el escollo de la fuerte resistencia que reina en el propio PSOE a la idea de unirse a Podemos. Sin embargo, la propuesta en sí – y ni hablar si se llegase a concretar la alianza – implica un peligroso paso hacia la asimilación de Podemos al régimen político imperante.
Además de que marcaría un nuevo retroceso en su ya equivocada posición frente a los movimientos independentistas, gobernar con el PSOE significa una vuelta de 180 grados para Podemos, que surgió de un movimiento que enfrentó el ajuste capitalista que aplicó el PSOE y cuya manifiesta razón de ser es la transformación del sistema político, no su adaptación al mismo.
Con el bipartidismo en su peor momento y con indicios de que en el caso de que fracasen los intentos de formar gobierno y se convoquen nuevas elecciones, avanzaría Podemos y retrocedería el PSOE, formar esta alianza sería para Podemos como tirarle un salvavidas al régimen que nació para enterrar.
Contrario a esta orientación, los sectores anticapitalistas de Podemos apuestan a impulsar la movilización para enfocar una nueva cita electoral “con voluntad constituyente en las que las fuerzas del cambio ganen al PP, superen al PSOE y aniquilen a Ciudadanos, caballo de Troya de la auto reforma del régimen para salvarlo.” (Comunicado de Anticapitalistas, 01/01/16).
Federico Moreno