Las autoridades vinculan el ascenso de las temperaturas con las condiciones para la propagación del mosquito “aedes aegypti”, el vector del zika, el dengue, el chikungunya y la fiebre amarilla, que crece y se reproduce en climas tropicales y áreas de estancamiento de agua. Las causas de fondo son otras: el modelo extractivo y su lógica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) proyecta entre 3 y 4 millones de personas afectadas por el brote del zika en 2016. El Niño más el calentamiento global afectan con fuerza a América del Sur, donde las inundaciones desplazan a miles de personas y han generado depósitos de agua propicios para la aparición de insectos. Esta situación es la peor en 50 años. El desborde de los cursos de agua no es la consecuencia lógica de las lluvias, sino de la alteración de los equilibrios naturales en toda la región, a partir del cambio de uso de la tierra: la deforestación, la sojización y el arrasamiento de los bosques nativos por eucaliptus y pinos con finalidad comercial.
La desforestación inunda y enferma
La raíz del problema fundamental es que el desmonte y las grandes represas eliminan la capacidad de la naturaleza para regular los efectos de las lluvias. Sólo en Argentina, han sido desforestadas 9 millones de hectáreas en los últimos 25 años, se ha desmontado el 75% de los bosques, en su mayoría en la zona afectada por las recientes crecidas. De esta manera, los beneficiarios del agronegocio, que son las compañías transnacionales , descargan como “externalidades” los impactos sobre el resto de la población, que sufre las consecuencias. Argentina ha sufrido las crecidas de los ríos en la zona noreste del país que provocaron fuertes inundaciones durante la pasada Navidad y obligaron a unas 30.000 personas a recibir el Año Nuevo evacuadas de sus casas. La zona noreste es ahora también la más castigada por el dengue, con dos provincias (Misiones y Formosa, fronterizas con Paraguay y Brasil) en situación de emergencia. Brasil y Paraguay vienen desde el 2015 reportando dengue y zika. También hay versiones científicas que cuestionan la “presunta” epidemia y plantean que en realidad hay una operación mediática para utilizar el mosquito como cortina de humo para ocultar la responsabilidad del agronegocio y sus agrotóxicos.
El gobierno del PRO, otra epidemia
Ante este panorama el Ministro de Salud Lemus planteó como salida “que la gente pase a la acción”. Increíble. Obviamente la crisis sanitaria no es nueva, pero toda la orientación del gobierno PRO va a tender profundizar las causas estructurales del actual desastre: retorno de las “relaciones carnales” en Davos, el anticipo de la vocación por integrar el TPP, más devaluación, tarifazo, despidos, inflación y estímulo al agronegocio con la baja en las retenciones de soja. En materia de salud, presupuesto de ajuste y política salarial a la baja. Por lo tanto, de conjunto se intensifican todas las condiciones socioeconómicas y ambientales que dan origen a enfermedades de impacto sobre los sectores pobres. La epidemia es el modelo extractivo y sus administradores desde el Estado.
El dengue, el chikungunya y el virus zika pertenecen al grupo de los arbovirus. Son originarios de África pero provocan desde hace algunos años epidemias en diversas regiones del mundo.
Fiebre, dolores articulares, dolores de cabeza, signos cutáneos son algunos de los síntomas más frecuentes. Pueden surgir complicaciones neurológicas, como en el caso de fiebre zika en Polinesia a finales de 2013.
En la actualidad, estas enfermedades son consideradas como importantes problemas de salud pública.
Viviana García, Sec. Gral. Adjunta de CICOP