Federico Moreno
El inesperado éxito de la campaña de Bernie Sanders para disputarle la nominación presidencial del Partido Demócrata a Hillary Clinton ha sacudido al establishment imperialista y dado voz a millones de estadounidenses hartos del sistema del 1%.
El senador de Vermont quedó a cuatro votos de Clinton en la primaria de Iowa y arrasó en New Hampshire con una ventaja de 20 puntos. Heredera de una de las dinastías políticas más poderosas de EEUU, Clinton parecía tener la nominación asegurada. A pesar del respaldo del aparato partidario y las corporaciones de Wall Street, hoy es desafiada por una revuelta progresista de su base electoral. El acenso de lo que Sanders llama su “revolución política” destierra el mito que EEUU es un país inherentemente conservador.
El eje central de la campaña de Sanders es la desigualdad económica y social. Propone aumentar los impuestos de los más ricos, desarmar los bancos más grandes, aumentar el salario mínimo a 15 dólares la hora, crear un sistema nacional único de salud pública y eliminar los aranceles de la educación universitaria. Introduce al debate nacional temas ignorados o esquivados por el resto de los candidatos como el cambio climático, la desigualdad de género y la opresión racista. Además se reivindica socialista, aunque lo hace en términos generales, limitados dentro de los marcos del sistema y no en sentido anticapitalista.
La irrupción de Sanders y el crecimiento de su caudal electoral en la escena política es el reflejo o subproducto de un proceso de búsqueda de cambios, de un giro progresivo de millones de estadounidenses cansados de un sistema político descaradamente arreglado a favor de las grandes corporaciones y en contra suyo. Es también expresión de un fenómeno mundial que se desarrolla al ritmo de la crisis capitalista, que con desigualdades y ejemplos diversos, muestra en distintos países búsquedas similares a izquierda de los viejos partidos y regímenes políticos.
A su vez, canaliza los procesos de movilización que se han desarrollado en EEUU en los últimos años. El Occupy Wall Street que movilizó a miles contra el dominio del 1%, la campaña nacional por el salario mínimo de 15 dólares la hora y las puebladas del Black Lives Matter contra la violencia policial, son expresiones de un masivo despertar del pueblo estadounidense que se identifica con el discurso de Sanders.
El entusiasmo que ha generado la campaña de Sanders en millones de personas se ha transformado en un verdadero movimiento de masas. Sus actos han convocado hasta 100.000 personas en ciudades a lo largo y ancho del país. Y en las primeras dos contiendas de la primaria, ha demostrado ser capaz de traducir ese entusiasmo en votos.
Se evidencia el potencial que existe para construir una alternativa al bipartidismo corporativo e imperialista. Lamentablemente, la decisión de Sanders de postularse dentro de la interna demócrata limita ese potencial, especialmente por su intención manifiesta de apoyar a Clinton en el caso de perder la primaria. Así desviaría la energía multitudinaria que se ha congregado en torno a su campaña hacia el partido que representa todo lo contrario a las ideas que propugna; partido que además ha aclarado reiteradamente que no apoyaría una sola de las propuestas de Sanders en el caso que él consiguiera la nominación.
Aunque es muy difícil que lo logre, está claro que va a llegar mucho más lejos de lo que se esperaba, extendiendo y profundizando el proceso de rebelión contra el 1%. Por eso, aunque sectores de la izquierda de EEUU apoyan su campaña, el verdadero desafío será cómo continuar ese proceso después de las primarias. Viendo cómo aprovechar la fuerza en movimiento para encarar la necesaria tarea de construir una alternativa por fuera del Partido Demócrata.