El viernes 5 de febrero, tras una internación hospitalaria, se nos fue la querida activista trans Lohana Berkins. Y digo se nos fue en sentido muy plural y colectivo, porque Lohana fue compañera de ruta de muchxs que, desde distintas pertenencias, militamos por los derechos de la diversidad sexual y por el cambio social.
Salteña por origen, echada de su hogar a los 13 años y porteña por adopción, Lohana fue pionera en el movimiento LGBT argentino y más allá. Era díscola, siempre con su humor punzante hacia todo y hacia sí misma, con su mirada de izquierda referenciada en el PC, con su ternura cuando nos contaba de sus sobrinos.
Desde los ’90 Lohana luchó por visibilizar a su comunidad tan ninguneada: las trans, las travas. En 1994 fundó la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), precursora en la pelea por la ley de identidad de género.
Del 2000 al 2002 tuve el profundo gusto de compartir con ella tareas en el bloque de Izquierda Unida en la Legislatura porteña. Fue la primera travesti con un empleo formal en el Estado. Los recuerdos me hacen reír y lagrimear a la vez…
Después Lohana se anotó en el Normal 3 para ser maestra. Como le negaron hacerlo con su nombre, mediante una denuncia en la Defensoría del Pueblo logró hacer respetar su identidad. Se recibió con los mejores promedios y elegida como la mejor compañera.
Lohana tendió lazos con el movimiento feminista, a veces transfóbico. También fundó la Cooperativa Nadia Echazú, de formación y trabajo para travestis y trans que buscan salir de la prostitución. Entre otros reconocimientos, en 2011 la Legislatura la nombró Personalidad Destacada de los Derechos Humanos. Desde hace unos años trabajaba en el Observatorio de Género de la justicia porteña.
Como dijo nuestra compañera Vilma Ripoll en el homenaje realizado su velatorio, “Lohana fue un símbolo de una lucha difícil, pero siempre con pasión y alegría”.