El golpe de estado cívico militar del 24 de marzo de 1976 inició la que sería la última y más sangrienta dictadura argentina. Con regímenes similares, el Plan Cóndor coordinó las dictaduras del Cono Sur con la CIA en un plan de represión y aniquilamiento de los que se opusieran a la aplicación del modelo económico que pretendían: el neoliberalismo.
Cuarenta años después, el jefe del imperialismo viene a visitar a su nuevo empleado. Demostrarle que no es bienvenido será sin dudas el mejor homenaje a nuestros muertos. A pesar de la sangre derramada, no nos han vencido.
El golpe no fue un rayo en cielo sereno
La dictadura llevó la represión y la entrega a niveles desconocidos hasta entonces. 30.000 desaparecidos, miles de asesinados, presos y torturados. Salto en el crecimiento de la deuda externa, despidos, expulsión de las universidades, censura y proscripción.
El gobierno peronista se enfrentaba cada vez más con un movimiento obrero que se venía tonificando en las luchas de los últimos años y presionaba por un mejor nivel de vida. Con Isabel en el poder, las medidas económicas antipopulares fueron constantes y a las luchas de los trabajadores la respuesta fue una represión cada vez más violenta. Con el argumento de combatir las actividades guerrilleras se formó, en vida de Perón, la Alianza Anticomunista Argentina, un grupo paramilitar dirigido por José López Rega y Jorge Manuel Osinde, entre otros, que persiguió y asesinó a dirigentes sindicales, estudiantiles y, fundamentalmente, a activistas de izquierda.
En 1975 se firmaron los “decretos de aniquilamiento” que sirvieron como fundamento para los operativos militares contra la guerrilla en Tucumán y para legalizar la represión.
Cuando la burguesía y los “demócratas” del PJ y la UCR entendieron que no sería posible aplicar a fondo el neoliberalismo sin derrotar a la numerosa vanguardia que se había desarrollado, golpearon las puertas de los cuarteles.
La noche más negra que terminó en revolución democrática
Los años de la dictadura pusieron a prueba políticas y orientaciones. Las organizaciones obreras que resistimos junto al retroceso de la clase, buscamos resquicios para realizar actividades, pasar nuestro periódico y mantener una estructura “de superficie” para defender a los presos políticos, hacer campañas por los desaparecidos y participar de la resistencia.
Las organizaciones armadas, que se centraban en acciones “ejemplificadoras” aisladas fueron aniquiladas por el régimen sanguinario. Mas allá de nuestras diferencias políticas y organizativas con Montoneros, el PRT-ERP y otras, es importante reconocer que miles de honestos y valientes compañeros y compañeras dejaron su vida por un futuro socialista para nuestro país y rechazamos la teoría de los dos demonios, ahora reflotada por el gobierno de Macri. Nuestro partido antecesor, el PST, tuvo más de 100 asesinados y desaparecidos desde la triple A hasta la dictadura pero aportó organización, militancia y una resistencia firme hasta en los momentos más duros.
El exterminio de una parte importante de la vanguardia de aquella generación significó un durísimo golpe. La dictadura al final quiso posar de antiimperialista e intentó con la Guerra de Malvinas extender su decadente gobierno, pero sólo consiguió multiplicar el odio hacia ella. Miles tomaron las calles gritando “se va a acabar, la dictadura militar”. Empezaba una nueva etapa.
Las lecciones de esa revolución siguen grabadas en nuestro pueblo
A diferencia de Chile, Brasil o Uruguay, la dictadura argentina fue expulsada por las masas movilizadas que no se detuvieron, sino que presionaron hasta derrotar el alzamiento de Semana Santa de los “carapintadas” y lograr el encarcelamiento de muchos jerarcas militares, colmaron las calles contra los indultos de Menem en el ’89 y evitaron que el 19 de diciembre del 2001 la policía ganara la batalla por la Plaza de Mayo y que el ejército viniera en su ayuda. Esa revolución democrática cerró por ahora la posibilidad de golpes de estado y es un canal de movilización fenomenal de nuestro pueblo y un poderoso resguardo para enfrentar al macrismo y sus intentos de olvido o de “reconciliar” a las víctimas con los asesinos. Este 24 de Marzo tenemos que colmar las calles y las plazas contra los amos del norte y sus lacayos locales, para que vayan en cana los genocidas que aún están sueltos, para terminar con la Ley Antiterrorista, para enfrentar el gatillo fácil y los protocolos antipiquete, para utilizar esa fuerza y transformarla en cambio social, en la consecución del sueño de los 30 mil: una Argentina socialista.
Martín Carcione