Hace pocos días tuvo lugar la consulta sobre la posibilidad de reformar la constitución boliviana para habilitar una nueva reelección del actual presidente.
El resultado final fue ajustado: 52 % por el NO, 48 % por el SI. Esa es la foto. La película ofrece otras pistas. En 2014 Morales ganó la presidencia con el 60 %. Vale decir: perdió 12 puntos en año y medio. En 2015 perdió las alcaldías de las cuatro ciudades más grandes de Bolivia: La Paz, Santa Cruz, El Alto y Cochabamba. Fueron señales claras de un cambio en la relación de fuerzas. Por fuera del liderazgo de Evo no aparecía ninguna figura local con peso propio. El partido de gobierno está obligado a buscar otra figura y la oposición burguesa que no es homogénea está por ver si capitaliza el voto castigo a Morales expresado en el NO del referéndum.
La década desaprovechada y las nuevas derechas
Como en Venezuela con Maduro, Ecuador con Correa o en Argentina con la derrota del FPV, los partidarios del oficialismo en Bolivia reducen toda la explicación de la derrota electoral a la depreciación de los commodities: caen el petróleo, la soja y el gas, por lo tanto hay menos recursos para financiar el consumo popular. Esa es la tesis. Obviamente esa variable juega un papel y hay que integrarla al análisis. Pero es insuficiente y encubre responsabilidades políticas. La reaparición de expresiones conservadoras se explica por la década desaprovechada de los gobiernos del PSUV, CFK, Correa y Evo. Habiendo tenido niveles de ingresos enormes por las exportaciones y un apoyo social mayoritario, no tomaron medidas estratégicas de transición poscapitalista e independencia nacional, ni avanzaron en el empoderamiento de masas para su movilización independiente. Todo fue administrar la renta extractivista, negociando en mejores condiciones con las corporaciones imperiales, sin cuestionar con medidas de ruptura la integración neocolonial de nuestros países al mundo.
Por una agenda descolonizadora y la segunda independencia
Los pueblos son concretos. Si no se avanza en derechos y se retrocede, reaccionan y cambian. Eligen lo que tienen a mano. Por eso la distorsión del voto castigo por derecha como tendencia.
Pero las luchas no paran y no hay derrotas en esa disputa. Por eso la clave es resistir la ofensiva capitalista –facilitada por los posibilismos reformistas de Maduro, Correa, CFK o Evo- y desde la unidad de acción proyectar una agenda antiimperialista consecuente y de ruptura anticapitalista: no pago de las deudas sofocantes; nacionalizaciones de la banca, el comercio exterior y la gran industria; reconvertir la orientación productiva saliendo de la lógica extractiva hacia un modelo de desarrollo basado en las necesidades mayoritarias democráticamente decididas. Y todo en el plano de la unidad continental contra las corporaciones.
En ese camino es crucial renovar la izquierda, apostar a coaliciones amplias y al desarrollo de fuertes organizaciones anticapitalistas, antipatriarcales, ecosocialistas y profundamente democráticas en todos los países.
Mariano Rosa