El capitalismo agudiza sus rasgos más destructivos en el siglo XXI. Depredación y contaminación son derivaciones de su lógica de producción. Los pueblos de América Latina sufren en pinzas dos fenómenos socioambientales: el calentamiento global y el extractivismo. La resistencia y los debates sobre programa, táctica y estrategia se multiplican. Nuestro punto de vista sobre ellos.
El capitalismo es productivista y depredador. Esto obedece a su lógica inherente: para realizar la ganancia privada de los empresarios tiene que producir bienes para ser vendidos. Cuantos más bienes produce a menor costo -bajando salarios y abaratando materia prima- más rentabilidad obtiene en la venta de los mismos a partir del consumo social. Eso activa un circuito que superexplota trabajadores y trabajadoras, busca obtener fuentes de materias primas lo más baratas posibles y estimula necesidades artificiales con la publicidad comercial. Este esquema es la base del funcionamiento de un sistema incompatible con los límites físicos del planeta y con la preservación racional de la naturaleza. Sobreproducción, sobreconsumo, explotación laboral -incluyendo desocupación planificada para bajar salarios- y contaminación, son los rasgos distintos del capitalismo en esta etapa histórica. Las crisis recurrentes del sistema, provocadas por las luchas sociales interrumpen ese circuito de explotación generalizada. Con cada crisis quiebran empresas y el mercado se concentra en menos manos. Ganan hegemonía enormes monopolios que aumentan el volumen de la sobreproducción, sobreconsumo, explotación y depredación. Así preparan nuevas crisis que agudizan la contradicción histórica de un sistema productivo incompatible con el bienestar de la mayoría de las personas y el ambiente. Por eso el único camino realista es el reemplazo del capitalismo por un nuevo paradigma de producción social regido por el bienestar mayoritario y la preservación de la naturaleza. Este presupuesto define nuestra primera definición estratégica: hace falta una revolución social.
¿El poder está en todas partes y no está en ningún lado?
El fracaso de la ex URSS dio lugar a manipulaciones para uso político interesado. Los capitalistas plantearon: “El único sistema viable es éste. Tendrá defectos, pero es el fin de la historia, únicamente capitalismo”. En la izquierda surgió otra ideología: el autonomismo. Con puntos de contacto con el socialismo utópico, plantea: el capitalismo es irremplazable en el mediano plazo, por eso hay que acumular espacios autónomos del capitalismo en coexistencia con él. Así se acumula poder popular y a la larga esa acumulación plantea una relación de fuerzas favorable al pueblo, contra el capital. Esto es así porque ante el peso de las corporaciones y organismos como el FMI, BM o la OTAN, los estados nacionales son secundarios. El poder dominante ya no reside en los estados, sino en las transnacionales que permean toda la sociedad. El poder no está concentrado, está en todas partes. Así esta orientación inspirada en Marcos, Holloway y Toni Negri propone como estrategia la construcción de “islas no capitalistas” en el océano capitalista. En nuestra opinión, es una línea estratégica que dispersa fuerzas y desarma para enfrentar al capital.
Nuestra propuesta, tres pilares: unidad en la acción, Red Ecosocialista y MST
Para enfrentar la agresión capitalista, centralizada y ejecutada por los estados nacionales, con sus regímenes, gobiernos y partidos burgueses- es necesaria una amplísima unidad en el terreno de la resistencia. Las luchas socioambientales se multiplican, pero está pendiente un desafío clave: nacionalizar y coordinar esas respuestas en un movimiento nacional -con proyección continental- en defensa de los bienes comunes y la vida de la mayoría de las personas. El programa de esa unidad es rechazar el capitalismo extractivo en todas sus formas: agronegocio, megaminería, fracking, mercantilización y maltrato animal y cementación urbana. Pluralidad absoluta de identidades políticas. Al interior de ese movimiento proponemos construir una corriente de pensamiento y acción con un claro programa de transición pos-extractivista y ecosocialista. Así construimos como colectivo nacional militante la Red Ecosocialista. Pero la lucha sectorial socioambiental tiene que articular e integrarse a un movimiento masivo de trabajadores y trabajadoras, más todo el arco de sectores populares agredidos por este sistema para luchar por una salida política y revolucionaria anti-capitalista, antipatriarcal y feminista y -obviamente- ecosocialista. Esas coordenadas tienen que ser la base del programa de una nueva fuerza política que contribuiya a derrotar el poder estatal de los capitalistas, desmantelar todo su andamiaje y construir sobre nuevas relaciones de propiedad social otro modelo de producción y otra institucionalidad democrática real de mayorías. Con estas premisas nos organizamos en el MST-Nueva Izquierda.
Mariano Rosa y Tamara Migelson