La situación del imperialismo norteamericano, de cuyo seno sale gran parte de la contraofensiva económica sobre las masas del mundo, está en debate; también su relación con otras potencias imperiales. Más de ocho años de crisis sistémica evidencian las nuevas relaciones entre potencias regionales y de alcance global.
China sigue su expansionismo comercial, intentando despojar de recursos estratégicos a países periféricos. La crisis global le contrajo los mercados centrales y su economía decrece. Aun así juega un rol de carácter imperial. Otro actor es Rusia, que tras largos años reinició su actuación como poder regional en Ucrania, Siria y en sus relaciones comerciales y militares con Europa occidental. Es el otro cambio evidente. Estos actores, junto al imperialismo europeo comandado por Alemania y Francia, son parte del entramado imperialista que actúa de conjunto a nivel global.
La actuación de estas potencias no elimina que EE.UU. sigue siendo el imperialismo dominante y nadie pudo ocupar su lugar. El método dialéctico es esencial para entender el fenómeno: la crisis capitalista desnuda la debilidad yanqui como nunca antes y a la vez no niega que sigue actuando fuerte en donde puede. Valen como ejemplos su política hacia Cuba, su accionar frente a Irán, los acuerdos comerciales que discute con Europa y el lanzamiento del TPP como ofensiva hacia el Oriente y Latinoamérica, intentando un nuevo salto de saqueo neocolonial. Mientras, mantiene la supremacía del dólar, de su aparato militar y la mejor tecnología de punta.
Esto coloca como tarea prioritaria la lucha contra todos los planes imperialistas: contra las recetas de austeridad de la troika en Europa; contra la injerencia china en los países que intenta saquear; contra la injerencia rusa en su zona de influencia y levantando una campaña amplia contra el TPP y sus consecuencias.
Crisis de la Unión Europea y perspectivas
Desde el inicio de la crisis capitalista, Europa no pudo reponerse: de modo recurrente muestra signos de decadencia. La UE comandada por Alemania mantiene su presión para imponer planes de austeridad y los países europeos más pobres son quienes más sufren ese ahogo y chantaje. El ejemplo de Grecia, de brutales exigencias de la troika y de capitulación de Syriza ante ellas, fue una cruda realidad. También padecen esa política los países centrales, como Francia, que acaba de vivir una huelga contra la reforma antilaboral que pretenden aplicar.
El desafío es qué hacer ante las exigencias de la troika. Creemos que no es posible construir una Europa para los trabajadores, la juventud y los pueblos si se sigue atado a los dictados del Banco Europeo, la Comisión Europea y el FMI. Por eso, junto a apoyar cada lucha social y plantear medidas coordinadas de movilización, hace falta levantar un proyecto alternativo que ligue integralmente el no pago de las deudas -para poder satisfacer demandas sociales- con un camino alternativo al euro y a la UE. Si no, es creer que dentro de ese andamiaje imperialista se pueden lograr cambios progresivos. No es así. Sólo preparando una política de ruptura que imponga un «no pago» soberano se puede avanzar. ¿Es fácil? Claro que no. ¿Hacen falta tácticas y ganar peso social? Claro que sí. Pero lo primero es definir que un «plan B» antiausteridad y a la vez anticapitalista es el eje de la política a seguir. Bregamos por empujar ese proyecto, apoyando las movilizaciones que se preparan para el 28 de mayo.
Experiencias de izquierda
En Europa hay crisis de viejos regímenes y se fueron abriendo espacios para nuevas experiencias de izquierda. Grecia con Syriza fue la de más veloz avance y también más veloz fracaso. Marca dos cuestiones: la posibilidad de derrotar a nivel electoral a viejos partidos y la imposibilidad de provocar cambios estructurales sin confrontar decididamente con la troika apoyándose en la movilización popular. Vendrán otros fenómenos y posibilidades. De ahí la importancia de sacar conclusiones correctas.
Es válido y necesario impulsar frentes o movimientos políticos amplios desde la izquierda, partiendo de acuerdos programáticos de carácter anticapitalista y siendo parte del proceso vivo de lucha de clases. En Grecia, se expresa en la reorganización de quienes no avalaron la capitulación de la mayoría de Syriza. En España, una gran franja de la población lo manifiesta en el apoyo a Podemos, que expresa por un lado esa búsqueda positiva, combinada con un retroceso programático y moderación de propuestas así como algunas buenas experiencias de su ala izquierda anticapitalista. Es un proceso abierto, que en líneas generales acompañamos, opinando que a mediano plazo solo puede jugar un rol positivo si su política es de ruptura con el régimen del ’78 y la complicidad del PSOE, con quien no puede haber gobierno progresista posible. La salida «por izquierda» es con otros actores políticos y sociales, apoyados en la movilización, impulsándola y tomando -entre otras banderas- el derecho de Catalunya a su independencia.
Hay también experiencias como el Bloque de Izquierda en Portugal, que nuclea diversas posturas, y un retroceso del NPA en Francia, que perdió espacio político. Creemos que así como es correcto impulsar y participar de fenómenos amplios de izquierda, también hace falta una estrategia organizada para actuar en esas experiencias, para no caminar, con ojos vendados, hacia un fracaso. Por la política del imperialismo y sus aliados, toda fuerza que no sea sólida programáticamente y activa en la lucha de clases no resiste presiones. La organización consciente y planificada de una estrategia anticapitalista y socialista es decisiva, legado leninista que mantiene plena vigencia.
La crisis capitalista global no muestra signos de recupero. Nos preparamos para un interregno de años de revueltas sociales, nuevos fenómenos políticos, oportunidades para la izquierda, a la par de una contraofensiva del imperialismo y sus aliados que no se debe minimizar. Esta realidad de experiencias en Europa también está presente como desafío en la Argentina, en donde la decadencia del FIT por negarse a conformar algo grande y amplio, más su división constante en las luchas, plantea la tarea urgente de construir algo nuevo y diferente desde la izquierda anticapitalista. Miles de simpatizantes de izquierda y de quienes vienen de apoyar antes al kirchnerismo están a la búsqueda de una alternativa. Comencemos a construirla entre las organizaciones que estemos dispuestas. En ese camino, fortalecer al MST contribuye a gestar esa nueva y gran alternativa que hace falta.