· La Argentina y los Estados Unidos tenemos economías muy desiguales y que además no son complementarias. Y mientras ellos nos venden sus productos industrializados, son proteccionistas y no permiten el ingreso de buena parte de nuestra producción agropecuaria.
· De industria nacional ya nos queda poco. De las 500 empresas más grandes del país, sólo 178 son de capital mayoritario nacional. Las otras 322 son extranjeras. Peor aún es entre las primeras 100, que facturan más del 70% del valor agregado local. Incluso los productos de fabricación nacional tienen del 50 al 70% de componentes extranjeros. Pero las corporaciones vienen por más, con la excusa del «libre comercio».
· El TPP lo firman 11 países costeros: Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Méjico, Perú, Singapur y Vietnam. Ahora van por el Mercosur. En realidad es otra versión del ALCA, ya rechazado por nuestros pueblos, adaptada a la crisis global y al servicio del imperio yanqui. Sus condiciones son tan leoninas que hasta las centrales sindicales y cámaras empresarias de EE.UU., Canadá y México lo cuestionan.
· Entre otras prebendas, el TPP les permitirá a las corporaciones situarse por encima de los Estados, utilizar la mano de obra más barata de la región dejando al resto en el desempleo y acudir a un arbitraje privado si sus intereses entran en conflicto con los países. También podrán perpetuar las patentes farmacéuticas, impidiendo a los países producir medicamentos genéricos y así tener que tributar siempre a los laboratorios multinacionales.