En el marco de la visita de Obama, su esposa habló ante unas 400 jóvenes secundarias en la porteña Usina del Arte. Fue el 23 de marzo y tuvo mucha difusión.
Michelle Obama explicó cómo siendo mujer, negra y de origen humilde llegó a ser una de las diez mejores abogadas de Norteamérica. Es decir, repitió la vieja y tramposa ilusión del “sueño americano”, del tú puedes, en donde por cada uno que asciende socialmente millones siguen abajo o retroceden.
También habló de la desigualdad de las mujeres y de los “62 millones de niñas del mundo que no pueden estudiar” y puso como ejemplo de líder a la gobernadora Vidal, ejecutora del ajuste bonaerense.
Desde ya, que tantas niñas no puedan estudiar es grave. Es parte de la opresión patriarcal a las mujeres en el sistema capitalista. Pero la señora Obama omitió las causas, habló como si su país fuera ajeno a esa realidad y como si su marido no tuviera ninguna responsabilidad al respecto.
En los EE.UU. hay 50 millones de pobres: una de cada seis personas. O sea hay 25 millones de mujeres pobres, sobre todo negras e hispanas, 10 millones de las cuales están en la miseria y la marginalidad. Y allí el ingreso promedio de las mujeres es un 20% menor al de los hombres, la desigualdad social es de las más altas del planeta y sus corporaciones y banqueros saquean a escala mundial.
Entonces Michelle, no mientas más. El capitalismo que vos y tu marido defienden es una fábrica de pobreza, analfabetismo y opresión a la mujer en tu país y en todos lados. Las palabras de Juliana Awada, esposa de Macri y dueña de una marca de ropa vinculada a talleres clandestinos, completó el cuadro de hipocresía institucional de estas primeras damas.