Así se llama la reciente exhortación apostólica del Papa, que debe cumplir toda la Iglesia Católica, con las conclusiones del sínodo de obispos sobre la familia realizado en 2014 y 2015.
Ahora, si el cura que estudie cada caso individual lo permite, un divorciado vuelto a casar podrá comulgar. Antes no, porque para la religión disolver el matrimonio es pecado.
Como cada vez hay menos matrimonios, ya que la gente se divorcia o se junta sin casarse, la Iglesia y sus sacramentos llegan a menos fieles. Con este cambio pastoral intenta no seguir reduciendo su rebaño.
Además, en este texto por primera vez el Vaticano habla de la dimensión erótica del amor, pero sólo en las relaciones dentro del matrimonio hombre-mujer. Y le abre una puerta a las uniones de hecho, pero sólo si son el preludio del casamiento por Iglesia.
Aunque los más cavernícolas protestan, el Papa hace estos cambios para ratificar en su exhortación los mismos dogmas retrógrados en los temas de fondo: condena el matrimonio igualitario, los métodos anticonceptivos y el derecho al aborto por “inaceptables”.
La Iglesia sigue sosteniendo el caduco modelo familiar heterosexual, monogámico y con matrimonio religioso. Junto a los millonarios subsidios que recibe del Estado para bancar sus colegios y curas, son sus dos bastiones clave para preservarse a sí misma y al sistema capitalista y patriarcal, enemigo de los derechos de toda la humanidad.
Pablo Vasco