Doctor en química, político tradicional. Hombre de confianza de las corporaciones en el Estado. Delarruísta, peronista de Duhalde, kirchnerista de Néstor, fanático de CFK. Ahora mismo de “continuidad” del PRO. Todo un emblema. Propagandista del agronegocio, abogado oficioso del reclamo por el patentamiento de semillas que exige Monsanto. Hombre de ciencia al servicio de la rentabilidad capitalista. Se los presentamos: Lino Barañao, ministro de Ciencia y Técnica.
Hace pocas días se despachó con una definición increíble, pero cierta. “Estamos realizando estudios con la Facultad de Farmacia y Bioquímica monitoreando presencia de agroquímicos en suelo, efectos en las poblaciones. Salió un nuevo estudio en Nature en el que se comprobó que no hay relación entre el glifosato y cáncer”, afirmó sin ponerse colorado. Barañao es el único ministro que heredó voluntariamente el macrismo de la gestión anterior. Este vocero estatal con galones de científico planteó además: “El glifosato es como cualquier antibiótico”. A contramano de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que en marzo de 2015 planteó que hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y en las pruebas que se hicieron causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas. Según los científicos de la OMS, cinco pesticidas químicos usados como insecticidas y herbicidas – glifosato, malation, diazinon, paration, y el tetrachlorvinphos – resultaron ser cancerígenos.
Privatizar la vida, mercantilizar la naturaleza
Barañao siempre intervino desde el estado como una suerte de lobbysta del agronegocio. Así ante el rechazo judicial a la pretensión de Monsanto de patentar las semillas -y cobrar regalías por su uso-, el ministro actúa como escudero que disputa ideológicamente en defensa del complejo transgénico-agroquímico e insiste con los “beneficios” del patentamiento. Toda la lógica capitalista para Argentina y el continente es transparente: intensificar la apropiación de bienes comunes y mercantilizar todo lo vivo que se pueda. Un dato duro de nuestro país es que se aplican en 28 millones de hectáreas sembradas con transgénicos alrededor de 300 millones de litros anuales de glifosato. Nuestro país ostenta el dudoso mérito de encabezar el promedio de glifosato por habitante: casi 7,5 litros, una barbaridad.
Tras la huella de Carrasco
Andrés Carrasco fue un biólogo molecular de prestigio en la comunidad académica. Hasta que probó los efectos del glifosato en seres vivos y fue concluyente:”Es un experimento masivo, con la población de nuestro país adentro”. A partir de ahí, el propio Barañao encabezó una miserable campaña de desprestigio. Carrasco tenía una definición crucial: “La gente sufre y los científicos se vuelven empresarios o socios de multinacionales. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria”. Lo reivindicamos, es una referencia de honestidad intelectual y compromiso social opuesta a la claudicación del ministro saltimbanqui.
Movilización, propuesta y alternativa ecosocialista
Lo inmediato es seguir resistiendo, cada vez de forma más unitaria, plural y nacional en el alcance. Ese es un avance pendiente. Hay otra salida necesaria y urgente al agronegocio: es la agroecología, la agricultura de proximidad. Con intervención de un estado que garantice tierras, logística y sea garante de una comercialización directa sin la interminable cadena de intermediarios especuladores y encarecedores. Con el control sanitario de las organizaciones de productores directos, de consumidores urbanos y de profesionales de la salud. Es decir, se trata de un problema de relaciones de fuerza y de poder político. Con esta perspectiva de Argentina sin ministros lobbystas de las corporaciones, ni transgénicos, ni glifosato, construimos la Red Ecosocialista.
Mariano Rosa