Nunca sobran los calificativos para el arrogante, opulento y reaccionario desbocado empresario Donald Trump. Su campaña por la candidatura presidencial del Partido Republicano no fue tomada en serio, pero ahora está a punto de ser nombrado.
Cada artículo sobre Trump que publica la tradicional revista liberal estadounidense Huffington Post lleva al pie una nota del editor que advierte: «Donald Trump es un mentiroso serial, xenófobo desenfrenado, racista, misógino, birther(*) y patotero que ha prometido reiteradas veces prohibirle a todos los musulmanes -1.600 millones de miembros de toda una religión- entrar a los EE.UU.».
El magnate ha llamado a los inmigran-tes «criminales» y «violadores». Ha prometido construir un muro en la frontera con México y obligar al gobierno mexicano a pagar el costo de su construcción. Declaró recientemente que habría que castigar a las mujeres que aborten. Ha incitado a agredir manifestantes que lo critican y ofrecido pagar los costos legales de quienes perpetren la agresión.
Las barbaridades de Trump no paran de acumularse y, sin embargo, va a ser nombrado candidato presidencial del Partido Republicano.
La polarización que evidencian la candidatura de Trump por un lado, y el inesperado éxito que desde la izquierda tuvo Bernie Sanders en la primaria demócrata por otro, tiene sus raíces en la ofensiva neoliberal que ha padecido la clase trabajadora estadounidense desde los años 70, y la crisis de 2008 que profundizó aún más la desigualdad.
La burguesía yanqui destruyó en estas décadas las conquistas sociales de los años 30 y 60. Desmanteló los programas públicos y logró reducir la sindicalización de 30 % a 10 %. El giro a derecha lo realizaron tanto republicanos como demócratas. Para 2008, los estadounidenses estaban trabajando más horas por menores salarios, pagando más por salud y educación, y con escasas posibilidades de ahorrar para jubilarse.
La crisis de 2008 exacerbó estos problemas. Millones perdieron empleo y vivienda. Por primera vez desde la depresión de los años 30 está bajando la expectativa de vida a la vez que el país ocupa la cima del ranking de desigualdad entre las naciones desarrolladas.
La campaña de Trump refleja la amargura y desesperación de millones de estadounidenses, y la dirige a culpar a inmigrantes, musulmanes y mujeres. También interpela al hartazgo masivo con el régimen político tradicional, prometiendo que él puede «hacer a América grande nuevamente» -como reza su slogan de campaña.
Su mensaje tiene llegada porque el bipartidismo tradicional no ha ofrecido más que miserias para el pueblo estadounidense, a la vez que ha fomentado el racismo y el sexismo durante décadas. Lejos de representar una ruptura con el régimen político yanqui, Trump es un monstruo engendrado por el mismo y que se le ha descontrolado.
Federico Moreno
(*) Adherente a la teoría de que Obama no nació en Norteamérica.