En nuestro país, el continente y el mundo, la movilización contra la violencia de género y por los derechos de las mujeres viene en ascenso. Lo mostró la primera marcha por Ni Una Menos. Meses después se hizo en Mar del Plata el Encuentro Nacional de Mujeres más masivo desde que nació hace 31 años. Y hace poco, el 3J de nuevo fue multitudinario.
En las calles cuestionamos y les exigimos medidas concretas a los gobiernos, máximos responsables de garantizar la protección de nuestras vidas. Allí confluimos muchos sectores de diversas proveniencias. Por eso creemos importante comprender la génesis de la violencia machista y las distintas posiciones de los espacios que compartimos las acciones unitarias, a fin de sostener una política correcta para lograr los cambios que nos proponemos.
Ni reformismo ni sectarismo
Nuestro objetivo es poner en pie una sociedad de hombres y mujeres iguales y libres, sin explotación ni opresión. Y en ese camino hace falta tener claridad de qué obstáculos se presentan y qué estrategias son necesarias para desmontarlos.
En ese marco, nos diferenciamos de las agrupaciones que sólo se reivindican feministas, ya que se limitan a luchar por demandas parciales pero sin cuestionar de fondo el sistema económico, social y político que sustenta la opresión machista. Desde ya, coincidimos con esas compañeras en muchos reclamos. Pero si bien se pueden lograr avances, es imposible erradicar la opresión de la mujer en el marco de esta sociedad capitalista, que es desigual e injusta por naturaleza. Por eso, además de feministas somos anticapitalistas y socialistas. Nuestra lucha política es global contra el sistema capitalista y patriarcal.
A su vez, diferimos con el análisis que algunos partidos de izquierda hacen en torno a la temática de género, más allá de coincidir en general en el anticapitalismo. La mayor distancia es con el PO (Plenario de Trabajadoras). A raíz de un equivocado tuit de su jefe Jorge Altamira (1) y de las críticas que suscitó, el PO dedicó mucha tinta a tratar de responder. Pero el propio Altamira confirma su errada postura: “El problema del ‘machismo’ y el capitalismo se reduce a esto: ¿pelea cultural y denuncismo o lucha de clases?” (2). Es de un simplismo infantil: diluyen tanto la cuestión feminista, que reducen todo a la pelea contra el capitalismo. Este economicismo abstracto es la causa de su permanente minimización y sectarismo hacia los temas y las luchas de género.
Para nosotras, en cambio, hay una unidad dialéctica indisoluble entre las peleas inmediatas y la lucha por una sociedad socialista. Como planteaba la dirigente bolchevique Alejandra Kollontai, “cada nuevo objetivo de la clase trabajadora representa un paso que conduce a la humanidad hacia el reino de la libertad y la igualdad social: cada derecho que gana la mujer la acerca a la meta fijada de su emancipación total…”
La disyuntiva del PO “patriarcado o capitalismo” es falsa. El patriarcado conlleva una desigualdad de poder de las mujeres, que genera discriminación y violencia. El sistema capitalista no modifica la naturaleza del patriarcado -que es previo a la Grecia y Roma antiguas-, sino que lo adapta, lo utiliza y lo reproduce porque le es funcional a sus objetivos de explotación. El trabajo doméstico gratuito de la mujer es un ejemplo. Hoy patriarcado y capitalismo son inseparables. Por eso la única forma de terminar definitivamente con la opresión de las mujeres y la comunidad LGBT es cambiar de raíz la base material que la origina y se beneficia de ella, que es el sistema capitalista patriarcal.
Terminar con la explotación de una clase por otra y reemplazar la propiedad privada de los medios de producción por su propiedad social son la condición para conquistar ese cambio e iniciar la construcción del socialismo a nivel nacional e internacional. Para lograrlo, el camino es luchar sin tregua por nuestros derechos y organizarnos en Juntas y a la Izquierda y el MST, como herramientas antipatriarcales, feministas y anticapitalistas.
Qué ley de emergencia necesitamos
Como fruto del último 3J, el Senado dio media sanción a una ley de emergencia en violencia de género. Pero no destina ni un solo peso a los dispositivos de asistencia, por lo cual es puro verso. Como ahora la ley pasa a Diputados, se reflota una divergencia que tenemos con el PTS (Pan y Rosas). A diferencia de los proyectos que Alejandro Bodart y Vilma Ripoll presentaron en la Legislatura porteña y bonaerense respectivamente, el proyecto del PTS tiene dos falencias que lo neutralizan: no establece un presupuesto concreto ni tampoco el control de las organizaciones de mujeres sobre dichos fondos. Obviamente coincidimos en proponer atención integral, refugios y subsidios a las mujeres víctimas de violencia, pero sin plata suficiente ni control social es dejar todo en manos del Estado capitalista y patriarcal.
Desde estas líneas intentamos aportar a los debates actuales, conscientes de que del intercambio y el choque de ideas surgirán mejores herramientas para ir por nuestros derechos y contra el capitalismo patriarcal, sus gobiernos e instituciones, para construir una sociedad en donde seamos -como decía la revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo- “socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.
De cara al próximo Encuentro Nacional de Mujeres, que se hará en octubre en Rosario, te invitamos a organizarte con nosotras para dar esta pelea juntas.
Viki Caldera
Notas
1. “La trata de mujeres no es machismo, es la explotación capitalista organizada de mujeres y niña/os”.
2. Prensa Obrera, 11/6/16.