Sin túnel, ni luces, ni repunte, el mes de julio preanuncia mayores penurias para el pueblo trabajador.
Desde el gobierno, y secundado por la mayoría de los economistas burgueses, están tratando de trasmitir algunas ideas para que su plan pase. En primer lugar, ya todos admiten que la reactivación prometida del segundo semestre no existe: como mucho, mejorarán algunos indicadores en el primero de 2017. También insisten en que lo peor ya pasó, que se hicieron los ajustes necesarios en la macroeconomía, que de no haberlos hecho íbamos a una crisis grave y todo por supuesto por culpa de la herencia recibida de los K. En tercer lugar, dicen que la inflación está desacelerándose y que estaremos cerca del 1 al 1,5% mensual a fin de año. Por último, dicen confiar en que se reactivará la economía en el 2017 producto del ingreso de capitales -blanqueo incluido- y la obra pública. Y según ellos por todas estas razones debemos aguantarnos este ajuste, estos meses malos, con la esperanza de un futuro mejor. El mismo discurso que sistemáticamente dan los ajustadores y sus voceros en todo el mundo.
Nuestra visión es diametralmente opuesta. Podríamos decir que lo que está pasando en la economía argentina se parece a la “crónica de una muerte anunciada” y que no debemos esperar ninguna reactivación ni mejora en nuestro poder adquisitivo, sino salir a enfrentar los tarifazos y todas las medidas del plan macrista, porque todas están destinadas a ajustar al pueblo trabajador y a beneficiar a los grupos económicos concentrados.
Se profundiza la recesión
Lejos de cualquier signo de reactivación, lo que dicen todos los datos de la economía es que se ha profundizado la recesión. Con miles de despidos, un parate del 20 al 25% de la construcción, retracción de las ventas en un 16% interanual, cierre de los comercios, caída de la actividad turística y demás. Nada llamativo es que sólo haya cinco sectores en crecimiento: la producción de soja, trigo, maíz, maquinaria agrícola y camionetas 4×4, ya que es el campo y la oligarquía el principal beneficiario de las medidas tomadas por Macri. Los industriales se quejan porque para ellos el dólar está “barato” y les quita competitividad, aumentan las importaciones y caen las ventas de productos manufacturados. Por otra parte los “ajustes necesarios” de los que hablan el gobierno y la gran burguesía llevaron el transporte, las tarifas y los precios a niveles impagables por la inmensa mayoría y aumentaron los niveles de pobreza e indigencia de manera histórica, superando el récord de la década desperdiciada por los Kirchner.
Obviamente con esas condiciones previas de recesión, ajuste y caída del poder adquisitivo de la población en general es lógico que la inflación se desacelere, porque ya nadie compra nada y aunque la especulación de los grandes grupos sigue empujando hacia arriba los precios, finalmente este aumento tiene un límite que es la caída del consumo. Por eso no se trata de ningún mérito económico particular de este plan sino un efecto básico de la economía de mercado.
Pero lo fundamental a discutir es si debemos ajustarnos ahora para estar mejor en el 2017. También en esto estamos enfrentados al discurso oficial por varias razones. Por un lado, porque no llegan las inversiones en dólares que se esperaban, que para sostenerse debieran ser superiores al 20% por un período de diez años. Por otro lado, que explica lo anterior, está el hecho de que Europa no sale de la recesión, en China se desacelera el crecimiento y los países del Mercosur como Brasil, que es nuestro principal socio comercial, sigue en recesión.
Ambos factores llevan a una menor demanda de nuestros productos de exportación y al descenso de los precios relativos, por lo que el contexto internacional de ningún modo tracciona hacia una pronta salida de la recesión. Finalmente, el comportamiento de la burguesía argentina es y ha sido históricamente parasitario. Su principal forma de aumentar la producción tiene que ver con que le mejoren el valor del dólar para poder exportar y aumentarnos los precios internos. De invertir para reconvertir maquinarias o modernizar tecnología, ni hablar.
Por estas razones, entre otras, afirmamos que este plan tiene como eje ajustarnos y trasladarnos la crisis a los de abajo para beneficiar a las grandes corporaciones. Por eso la única salida para los trabajadores y del pueblo es derrotarlo y cambiarlo por otro que ajuste a los de arriba, a los mismos que provocaron la crisis de todos estos últimos años.
El aceite vale más que el oro ¿Qué hacer frente a la carestía?
La devaluación del peso y la inflación cercana al 30% en el primer semestre del año son un bombazo al bolsillo de los sectores populares y medios. Aunque oculten las cifras, la suba en la pobreza e indigencia triplicó el ya acelerado ritmo del año pasado. Como todos sabemos, el impacto de la inflación es muchísimo mayor en los sectores de más bajos ingresos, que destinan la mayor parte de los mismos a comestibles, alquileres, transporte y pago de servicios, precisamente los rubros que más se han incrementado en estos últimos meses.
Hoy la canasta alimentaria porteña supera los $ 20.000, cuando los salarios quedaron por el piso con paritarias que no superaron el 30% y se ubican alrededor de los $ 6.500 mensuales. Con lo que se llevan el transporte, la luz y el gas, ya casi no queda plata para comer.
A las grandes cadenas de supermercados no les importó la caída del 20% en las ventas por unidad. Siguieron remarcando para cubrirse de la inflación futura y mantener sus márgenes de ganancias. Las verduras aumentaron hasta el 300%. El pan ya lleva dos aumentos en el semestre y, como frutilla de un amargo postre, vemos que en el país de las vacas no hay manteca en las góndolas de los supermercados y desapareció el aceite porque especulan en que aumentará al doble o más luego de la quita del subsidio al sector.
Aplicar medidas de urgencia
Así no se puede seguir, con una inflación calculada del 38% anual y salarios por el piso. Tenemos que exigir medidas urgentes para combatir la carestía, el hambre y la pobreza crecientes. Desde el MST-Nueva Izquierda proponemos.
Anulación de los tarifazos; tarifas acorde a los salarios y el nivel de ingreso popular.
Aumentos de salarios, jubilaciones y planes sociales de acuerdo al nivel de inflación real y actualizados trimestralmente.
Eliminación del IVA a todos los productos de la canasta familiar.
Apertura de los libros contables de las grandes empresas formadoras de precios, para conocer sus verdaderos costos.
En caso de desabastecimiento o acaparamiento para especular, aplicación de la Ley de Abastecimiento a las cadenas de súper y grandes pulpos.
Para combatir la recesión, prohibir por ley los despidos y suspensiones y reparto de las horas de trabajo con igual salario. Suspensión de los pagos de la deuda externa a los buitres y demás acreedores externos. Gravar con fuertes impuestos crecientes a las grandes ganancias y riquezas.
Gerardo Uceda