La obra de Lenin escrita en la primera mitad de 1916 en Zurich, en donde se encontraba exiliado, tuvo que soportar dos censuras. La primera, de su autor, que bajo la forma de «folleto popular» tuvo que darle un giro «teórico» a su escrito, utilizando la reseña política solo en lo indispensable y hasta cambiando el nombre de los países para poder pasar la censura zarista. La otra fue la de los elementos mencheviques que anidaban en la Editorial Parus, que «suavizaron» duras expresiones de Lenin contra Kautsky y los «socialpatriotas». La obra fue impresa a principios de 1917 en Petrogrado, hoy San Petersburgo. El trabajo de Lenin continúa la obra de Marx sobre la evolución del capital. Pese a tantos filtros, con él Lenin preparaba a los cuadros bolcheviques para comprender e intervenir en la revolución que se venía: el Octubre ruso. Y a un siglo, cuando los voceros capitalistas dicen que hablar de imperialismo «es antiguo», conserva una actualidad impresionante.
En su primera etapa, el capitalismo adquirió una forma comercial y luego industrial-manufacturera. A partir de 1880 entra en su actual etapa monopólica imperialista, período de mayor expansión y a su vez de mayor decadencia y parasitismo, tal cual estudió Lenin. Esto llevó al imperialismo a esa gran masacre, esa guerra de pillaje imperial que fue la Primera Guerra Mundial, a la que fueron empujados los obreros europeos por la traición de la socialdemocracia. Allí comenzó una nueva época para la humanidad: la época de la revolución socialista.
Nadie mejor que su autor para definir en pocas palabras el contenido de esta obra: «Si fuera necesario dar la más breve definición posible del imperialismo, deberíamos decir que el imperialismo es la etapa monopolista del capitalismo. Esa definición incluiría lo más importante, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de unos pocos grandes bancos monopolistas fusionado con el capital de las asociaciones monopolistas de industriales, y, por otra parte, el reparto del mundo es la transición de una política colonial, que se extendió sin obstáculos a los territorios de los que no se había apoderado ninguna potencia capitalista, a una política colonial de dominación monopolista del mundo, ya enteramente repartido.»
Y en la descripción de las cinco características fundamentales del imperialismo, Lenin señalaba: la enorme concentración de la producción y el capital que producían los monopolios, la fusión del capital bancario con el industrial dando origen al capital financiero, la exportación de capitales (a diferencia de la exportación de mercancías), el surgimiento de monopolios internacionales y el reparto del mundo por las grandes potencias capitalistas.
Pasó la prueba de la historia
Dos guerras mundiales, varias guerras contrarrevolucionarias, guerras civiles, crisis y estallidos revolucionarios por doquier han cruzado el mundo desde que Lenin escribió El imperialismo. La búsqueda de compensar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, ya estudiada por Marx, ha empujado al capital a una mayor concentración, generando una acumulación enorme de capitales en un extremo y las mayores miserias de los pueblos en el otro.
La concentración y transnaciona-lización ha llegado al punto que algunos teóricos de la «globalización» han decretado erróneamente la muerte de los estados nacionales y el dominio absoluto de las multinacionales, en un mundo en donde aun manteniéndose la hegemonía del imperio americano han resurgido potencias regionales y se han exacerbado las disputas, en la nueva etapa mundial abierta luego de la grave crisis del 2007/2008.
Aquellos que adelantaron «el fin de la historia» luego de la caída del Muro de Berlín y de la burocracia estalinista hoy ven contradichos sus pronósticos frente a la enorme resistencia de los pueblos al pillaje imperialista y a la enorme crisis capitalista que cruza el mundo, incluso en el seno mismo de las grandes potencias.
Los desencantados por la caída del mal llamado «socialismo real» estalinista alientan formulaciones neo desarrollis-tas y de economía mixta. Pero el capitalismo es cada vez más salvaje, depredador, parasitario y monopólico. Priman la timba financiera, la «burbuja inmobiliaria», la especulación bursátil, el extractivismo y la depredación ambiental, la precarización laboral y la liquidación de ramas productivas enteras. Hay destrucción de conquistas históricas, desde «el estado de bienestar» europeo al «sueño americano», pasando por una explotación sin precedentes de los trabajadores y pueblos de las colonias a fin de mejorar la tasa de ganancia del capital financiero y los bancos. Todo eso ha vuelto a poner las cosas en su lugar.
Siguiendo las enseñanzas de Lenin, que llamó a transformar la carnicería de la guerra imperialista en guerra interna contra sus propios imperios, los trabajadores y pueblos del mundo tenemos planteada más que nunca la tarea de derrotar al monstruo capitalista-imperialista y construir una sociedad distinta, con un modelo de desarrollo no capitalista que salve a la humanidad del destino de pobreza, decadencia y destrucción que la grave crisis del imperialismo pretende imponer.
Gustavo Giménez