El régimen político español continúa en una profunda crisis. A casi dos meses de las elecciones, los partidos tradicionales aún no logran formar gobierno. Y mientras, crece con fuerza el fantasma de las terceras elecciones.
El 26 J, luego del fracaso en formar gobierno tras los resultados de diciembre de 2015 que liquidaron el bipartidismo, catapultaron a Podemos y en menor medida a Ciudadanos a un mayor protagonismo en la escena política, se realizaron nuevas elecciones. En estas, primó un voto más conservador que le permitió a la derecha del Partido Popular, en el gobierno, estirar su ventaja y no se logró el tan ansiado sorpasso de Unidos Podemos (coalición entre este último e Izquierda Unida) que intentó arrebatar el segundo lugar al PSOE. Pero a pesar de esto, el PP, está lejos de reunir los 176 diputados para formar gobierno. Ciudadanos, que pasó del No a la candidatura de Rajoy a la abstención, anunció su disposición a votarlos, mostrando que de novedad política no tenía nada y que no es más que un salvavidas de la derecha para no perder el poder en España. Pero aun así, el PP quedaría a 7 votos de coronar, por lo que en estos días desde todos los sectores empresariales y los grandes medios del país se desató una fuerte presión sobre el PSOE para que facilite con su abstención la investidura de Rajoy. Pero la presión más fuerte viene de Bruselas, que reclama la conformación inmediata de un gobierno estable que garantice drásticos recortes presupuestarios de más de 10 mil millones de euros para el 2017, en un país con los más altos niveles de desempleo entre los jóvenes de toda Europa. Son varias las voces dentro del PSOE que piden ceder a estas presiones, aunque la mayoría del partido aun las rechaza, fundamentalmente para evitar que Podemos se revitalice ocupando su espacio político, si aparecen nuevamente como los garantes del gobierno del PP y del ajuste.
Podemos ha cedido protagonismo desde las últimas elecciones en las que perdió poco más de un millón de votos hacia la abstención, luego de una campaña con pocas definiciones políticas, excesivos guiños al PSOE y escasa movilización de su base. Actualmente se encuentra sumido en un debate precongresual que arranca del balance electoral, pero que incluye además el planteo de que se le vuelva a dar protagonismo a las bases y se revincule al partido con los movimientos sociales y sus demandas. Esto no es menor, en un país donde 8 de cada 10 españoles rechazan a los líderes políticos, aunque en el último año han caído los índices de conflictividad social producto del embudo de una elección tras otra. Lo que es claro es que con terceras elecciones o no, el gobierno que asuma va a llevar los ajustes a límites intolerables y la respuesta social, más tarde o más temprano, va a volver retomando el camino de los indignados de 2011. Y esa va a ser la prueba de fuego para Unidos Podemos.
Fernando Villoslada