Asaltos, asesinatos, vecinos «justicieros» y declaraciones fascistoides. Campaña de miedo para cargar las armas del Estado. Hay otra salida.
Las portadas de los diarios gritan las hazañas de los vecinos «justicieros» que linchan ladrones. Explotan las redes sociales y los programas de la tarde. Comienza a formarse el coro de la mano dura. Finalmente desde el gobierno y algunos «opositores» comienzan a sonar las sirenas de la represión, que casualmente, nunca apunta a los verdaderos responsables de la inseguridad y menos que menos, a los grandes delincuentes.
Los socialistas tenemos propuestas para este flagelo del capitalismo del cual los trabajadores somos las principales víctimas.
Causas y efectos
Sus leyes, sus jueces, sus intereses y negocios a costa de muerte van como en el agua los peces. Un buen mecanismo para atacar un problema y resolverlo consiste en primer lugar en identificar su origen y causa de desarrollo. De la misma forma que una enfermedad se puede describir a través de sus síntomas, la inseguridad no es más que un síntoma poderoso de la decadencia de un sistema que ya no garantiza ni sus propias leyes.
Los gobernantes indican a las «fuerzas de seguridad» reprimir la protesta social, los policías manejan la droga y la trata, los funcionarios aprovechan su posición para obtener su tajada, la plata se guarda por montañas en bodegas, conventos y hasta en dragones y los jueces ocultan su patrimonio.
Mientras esto sucede, el crimen organizado extrae cotidianamente millonarias riquezas de nuestros territorios y las «exporta» a los centros del poder mundial, que nos retornan el modelo eternamente inalcanzable del consumo desmedido. Zapatillas, televisores, celulares, autos, una vida de lujos que nos hará «ser».
El capitalismo es el principal responsable de la desigualdad, vive de su existencia, los gobernantes y sostenedores del régimen político son sus intérpretes y el consumo su filosofía. En ese marco de millones de excluidos, de pobreza estructural, de marginalidad creciente, indignarse más con un «motochorro» que con el asalto a lo que es de todos, que realizan cotidianamente las multinacionales y alienta el gobierno PRO, como mínimo es desproporcionado.
Campañas y realidades
¿Amando al opresor y odiando (temiendo) al oprimido? Las campañas mediáticas no son para nada inocentes, ni reflejan la realidad, sino que construyen a partir de fragmentos de la misma un relato que apunta escencialmente a restringir los espacios democráticos (ya bastante restringidos) de la sociedad. Con el mote de delincuentes entran los ladrones de celulares y los jubilados que cortan una calle, los pibes sin opciones y los pobladores originarios que recuperan sus territorios. Los sectores marginados de la sociedad, los que quedamos por fuera del reparto nos transformamos en los peligrosos. Al calor de esa campaña se construyen los «prototipos» de delincuentes y cualquiera con gorra es uno en potencia, y si además es pobre e inmigrante no zafa del hostigamiento policial y el escarnio social.
Pero los verdaderos delincuentes, los grandes, viven al amparo del poder en torres de lujo y con total impunidad. Las fuerzas del «orden» comandan los negocios mafiosos en el territorio, monopolizando las armas, viviendo de permitir la delincuencia y cobrar su cuota.
Para pensar en solucionar la inseguridad hay que arrancar por purgar las fuerzas armadas, separando a todos y cada uno de los jefes y subalternos involucrados en hechos de corrupción, gatillo fácil u hostigamiento. Lo mismo proponemos con los funcionarios públicos, todos aquellos involucrados en hechos de corrupción o robos contra el patrimonio público, deben pagar con la cárcel y sus bienes.
Hay otra salida
Evidentemente, no se puede esperar a cambiar todo para atacar un problema que es real y del cual los trabajadores y trabajadoras somos los principales damnificados. Somos víctimas por partida doble, porque además de sufrir la explotación del sistema somos los más expuestos a sus resultados violentos.
Por eso creemos que hay que avanzar hacia un control social de la seguridad, exigiendo la elección directa de comisarios y jueces, garantizando la organización vecinal y la participación en la construcción de politicas comunitarias. Recuperar las comisiones vecinales y los espacios públicos en muchos casos copados por las bandas amparadas por las mafias políticas y policiales.
Lejos de pensar en restringir la democracia, cargando las armas de un Estado que siempre nos termina revicti-mizando, proponemos la gestión comunitaria de la seguridad, en el camino de una tranformación profunda de la sociedad. Transformación que sólo alcanzaremos mediante la derrota de los proyectos políticos excluyentes, saqueadores y sirvientes de las corporaciones.
Con ese objetivo te invitamos a organizarte con nosotros, a sumarte a la construcción de una alternativa a este sistema de la inseguridad y la violencia.
Martín Carcione