Cuando hablamos del derecho al aborto hablamos de la principal deuda de la democracia con las mujeres, que niega nuestro derecho democrático a decidir.
Es también una cuestión de salud pública, ya que el aborto infectado sigue siendo la principal causa de muerte materna. De justicia social, ya que las mujeres que mueren por abortos clandestinos son jóvenes y pobres que no acceden a un aborto seguro. Y de derechos humanos, porque así son los derechos sociales y reproductivos. Pero también hablamos de la cuestión central de la opresión de las mujeres: el control de nuestros cuerpos y la imposición del rol de reproductoras de la fuerza de trabajo.
El patriarcado, que nos oprime a las mujeres, va de la mano del capitalismo, el sistema económico-social que nos explota a mujeres y varones. Para ello tienen que controlar nuestros cuerpos, asignarnos el rol de madres y cuidadoras de los hijos, los ancianos, el marido, la casa. Marcarnos el camino, obligarnos a ser, no dejarnos decidir. Imponernos un modelo de amor y de familia hétero-normativa. El sistema capitalista y patriarcal es el padre de todas las violencias que sufrimos día a día las mujeres, que somos más de la mitad de la humanidad. Y de nuestra opresión y nuestro trabajo doméstico cotidiano y gratuito la clase capitalista obtiene un enorme beneficio económico, sin el cual no podría funcionar.
Enemigos de nuestros derechos son los partidos políticos del sistema y sus instituciones. El Papa, que acaba de decir que “el divorcio ensucia la imagen de Dios” y que “la teoría de género es contra las cosas naturales”, y la Iglesia, para la cual la mujer es tan inferior que nació de una costilla del hombre. La policía y la justicia, cuyo accionar es machista. Los medios masivos de comunicación, que junto a la publicidad reproducen estereotipos de mujer-objeto. E incluso el saber médico-hegemónico, que nos dice cómo, cuándo y qué debemos hacer con nuestros cuerpos.
Por eso la pelea por la legalización del aborto es una de las batallas fundamentales que las mujeres damos por nuestra autonomía. El derecho a decidir sobre nuestros cuerpos es un acto de soberanía que impacta directo contra el sistema. En esta pelea tenemos que unirnos todas, no para ser abortistas sino en defensa de nuestros derechos. Sólo luchando en las calles, con la mayor unidad en la diversidad, vamos a lograr el aborto legal, seguro y gratuito. Y lo vamos a lograr en el camino de que el patriarcado y el capitalismo caigan juntos y así podamos construir un país y un mundo en donde las mujeres seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.
Monseñor Aguer es la voz del Papa sin filtro
Ante el pedido de Aguer a Macri de derogar la ley de identidad de género, nuestra dirigente Vilma Ripoll declaró: “Este dinosaurio es la voz del Papa sin filtro. Critica que el Estado costee tratamientos de cambio de género, pero oculta que ese mismo Estado, con nuestros impuestos, le paga su sueldo de $ 32.000 al mes y que la Iglesia recibe subsidios escandalosos por $ 22.000 millones al año. Si según Aguer el cambio de sexo es ‘contra el orden natural y la ley divina’, según el Papa ‘el divorcio ensucia la imagen de Dios’ y ‘la teoría de género es contra las cosas naturales’. Son igual de retrógrados.”
Ripoll agregó: “El domingo 9 miles y miles de mujeres vamos a marchar ante la Catedral rosarina para expresar nuestro rechazo al Papa y a la Iglesia, enemigos permanentes de nuestros derechos de género. Rechazan la educación sexual, la anticoncepción, el derecho al aborto, el matrimonio igualitario y a la comunidad LGBT. Y hablan de la “vida”, pero defienden la penalización del aborto que en nuestro país causa más de 200 muertas cada año; defienden la opresión de la mujer y también a los curas abusadores y pedófilos. Las y los socialistas respetamos la libertad de cultos, aunque no los compartimos. Y rechazamos toda injerencia clerical en nuestros cuerpos y en la educación. Hay que separar la Iglesia del Estado y anular los subsidios a sus obispos, curas y colegios para destinar toda esa plata a las necesidades sociales.”
María Damasseno