Después de varios días de amagues y reuniones con la CGT, el Papa y los empresarios, el gobierno de Macri anunció una serie de «medidas sociales» que tienen más de cortina de humo que de principio de solución al problema de la pobreza y la caída del poder adquisitivo de los trabajadores.
Si comparáramos a la Argentina con una mesa a la hora del almuerzo, sin dudas las medidas económicas «a favor de los más humildes» anunciadas por Triaca y Quintana, representarían las migas que deja el pan al partirse.
Justamente mientras empresarios, «urbanos» y rurales recibieron en todos estos meses suculentos banquetes, como la quita a las retenciones a la minería y productos del agro, el blanqueo de divisas o las garantías para realizar miles de despidos y suspensiones a lo largo y ancho del país, lo único que recibimos los trabajadores es un aumento de la pobreza y la indigencia.
Con el anzuelo de un bono que llega a un sector reducido de la población y alcanza para poco, una eximición de ganancias de una parte de los aguinaldos (trabajadores que ganen menos de $56.000 mensuales y $15.000 de aguinaldo) e incluso los «anuncios» sobre la tarifa social, el gobierno deja en claro que su preocupación por equilibrar las finanzas públicas está asentada en ajustar a los trabajadores y el pueblo y beneficiar a los empresarios.
La traición de los dirigentes
La indignación es doble, porque el flamante triunvirato de la CGT, mandó a enterrar el paro y corre a sentarse en la mesa con la patronal, la iglesia y el gobierno. Cuando más se impone la necesidad de luchar, cuando más necesitamos unificar medidas contra una política económica de profundización del saqueo, transferencia de recursos a los grupos concentrados y endeudamientos siderales, los líderes sindicales, debajo de la sotanas, se aprestan a un «diálogo» en el que los beneficiados van a ser los empresarios y el gobierno.
Todas las experiencias de pactos de este tipo se han llevado adelante con el objetivo de controlar la lucha social ante políticas de ajuste y saqueo. Como el gobierno es consciente de sus «debilidades estructurales» amplia su base de apoyo sumando a empresarios, burócratas sindicales y por supuesto a la iglesia, con el objetivo central de fortalecer al gobierno y su política de ajuste. Es mentira que estas medidas son «dolorosas pero son las únicas posibles» el problema es que para tomar medidas a favor de los trabajadores hay que afectar los intereses de la patronal, eso está hoy, más claro que nunca, por eso los trabajadores no podemos esperar nada bueno de estas reuniones, sino que tenemos que organizarnos en cada lugar de trabajo, en cada gremio para imponer un paro general por un modelo económico que responda a nuestros intereses.
Martín Carcione