La prostitución surge como contracara de la familia monogámica patriarcal, que aparece con la propiedad privada y el Estado hace ya más de 3.000 años. Desde entonces, el canje de sexo por dinero tomó distintas formas. Hoy siguen los debates entre abolicionismo y regulacionismo. Nosotrxs tenemos una tercera posición, diferente.
En teoría, el abolicionismo busca abolir las causas que originan la prostitución y en cambio el regulacionismo busca regularla o reglamentarla.
Con el abolicionismo compartimos la necesidad de combatir todo condicionante económico-social que empuje a una persona a tener que ofrecer placer sexual a cambio de plata. Por caso, el Estado debería ofrecerles alternativas laborales para poder cambiar su actividad y, si no, respetar su decisión.
Pero esos condicionantes surgen de un sistema de carne y hueso: el capitalismo, que empuja a millones a la miseria y mercantiliza el cuerpo de la mujer. Por eso luchamos por abolir la propiedad privada, el Estado, la familia patriarcal y también la prostitución.
En ese sentido estratégico, somos abolicionistas: queremos una sociedad socialista, sin explotación ni opresión, en donde nadie deba enajenar, o sea vender a otra persona su cuerpo o su mente para producir, vivir y disfrutar.
No toda prostitución es trata
Pero el abolicionismo dogmático equipara toda forma de prostitución a la trata y la explotación sexual, delitos que funcionan al amparo del Estado y deben ser combatidos. Esa igualación nos parece equivocada y termina cayendo en el prohibicionismo y la estigmatización de las personas que se prostituyen por voluntad propia.
Para nosotrxs la oferta sexual autónoma no debe ser penalizada como delito ni contravención, ni tampoco confinada a zonas rojas que en realidad son guetos. Por eso rechazamos los códigos contravencionales persecutorios y la prohibición de los avisos sexuales (el llamado “rubro 59”), que fue aprobada en 2011 y ampliada en 2014 bajo gobierno del FPV. Empujar a las prostitutas, travestis o mujeres trans a la calle es echarlas en manos de la cana, la coima y la violencia.
La prostitución no es un trabajo
A diferencia nuestra, el regulacionismo no plantea un cambio de sistema. Pero los abusos y ataques de la policía y la justicia a quienes ejercen la prostitución existen. Y en la transición hacia una nueva sociedad debemos dar una respuesta concreta. Por eso, por ejemplo, proponemos elegir los comisarios y jueces por voto popular y que los operativos a prostíbulos sean con control de las organizaciones de prostitutas y anti-trata.
Hay un debate más: si la prostitución es o no un trabajo. Para nosotrxs no lo es, porque no produce ningún valor socialmente útil. Además, si bien bajo el capitalismo todo trabajo bajo patrón enajena, ponerle precio a cada práctica sexual es una evidente situación de persona-objeto e incluye desigualdad y violencia. Y no planteamos “desacralizar la concha”, como dicen las compañeras de AMMAR, porque no consideramos sagrado nada. Pero aun sin compartir con ellas su criterio de trabajo sexual, defendemos sus reclamos.
Por estas razones, nuestra posición sobre la prostitución es diferente al regulacionismo y al abolicionismo a secas.
Pablo Vasco
. El PCR-CCC se define como abolicionista. Lo mismo el PO (Plenario de Trabajadoras) y el Nuevo Mas (Las Rojas), que pese a considerarse trotskistas no levantan un programa transicional frente a esta problemática.