Sorpresa, conmoción, indignación, incertidumbre. Esto cruzó la cabeza de millones tras los resultados de la elección y el tener que hacerse a la idea que la principal potencia imperialista la gobierne ese misó gino, xenófobo y racista. Esto habla de la crisis profunda del modelo político yanqui, no solo por su sistema electoral donde no gana el que saca más votos -lo cual de por sí es antidemocrático- sino por el masivo rechazo que las castas políticas sufren por parte de la población.
No se explica el triunfo de Trump partiendo de sus propuestas reaccionarias, hay que partir inevitablemente de la crisis capitalista y de EE.UU., del descontento social, las desigualdades crecientes, la pérdida de conquistas sociales de sectores medios y asalariados, del evidente hastío de millones hacia políticos del establishment. El voto por Trump es en primer lugar de rechazo al orden establecido que trajo la crisis, ese punto de partida motiva el resultado. Punto que ya había sido expresado en la interna del Partido Demócrata, donde Hillary ganó pero a la vez perdió en una gran cantidad de estados frente a Bernie Sanders, quien le pegó fuerte susto y fue sorpresa de esas primarias. El fenómeno «antipolíticos tradicionales» se había expresado como anticipación, en ese caso por un canal positivo hacia izquierda.
Ese rechazo al sistema político tradicional se ve en las manifestaciones anti-Trump, los miles de jóvenes que salieron a la calle son los mismos que no salieron antes en apoyo a Hillary, quien no le podía transmitir ni entusiasmo ni atractivo a esa juventud, ni al movimiento negro o de inmigrantes, porque era la candidata corresponsable de la crisis social. Muchos la votaron frente al peligro de Trump y otros no, en ambos casos la candidata no los representaba ni en su presente ni en sus sueños. Que haya miles que odien a Trump y tampoco quieran a candidatas tradicionales es un fenómeno muy positivo y decisivo hacia la búsqueda de una nueva alternativa política que en el horizonte tercie frente a las estructuras republicanas y demócratas.
Mayor polarización social
El resultado coloca debates, uno es si el triunfo de Trump en esencia refleja un giro a derecha de la sociedad. Vemos una situación un tanto diferente, esencialmente marcada por la crisis profunda de la principal hegemonía mundial y por la polarización social creciente como subproducto de esa crisis y del descontento social de decenas de millones, que se refleja en los fenómenos por abajo y en la lucha de clases, que son cuestiones centrales para comprender la perspectiva y explica el carácter extraordinario de las manifestaciones anti-Trump a pocas horas de su triunfo. En un hecho inusual el presidente recién electo de la primera potencia mundial, es repudiado en la calle dos meses antes de asumir. En ese espejo se revela la verdadera situación político-social.
Por supuesto sí existen grandes franjas que votan a derecha y son una expresión conservadora en el plano electoral frente a un mundo en crisis y la globalización que trajo más penurias a un país acostumbrado a mejor vida. En ese descontento masivo se apoyó Trump y le sirvió para ganar ajustadamente. Sucede que no se puede de un resultado electoral en sí mismo, sacar conclusiones globales sobre la situación general y sobre las perspectivas. Hay que ver el fenómeno de conjunto y las relaciones entre las clases, y en esa totalidad incluir las tendencias electorales, importantes, pero partes de un todo más complejo.
Sino no se entendería que el centro del capitalismo financiero mundial, Wall Strett, apoyaba a Hillary, aunque hoy rápido se reacomode para recibir a Trump, que es otro de los suyos y le aportara algunos ministros. Como decíamos en un artículo junto a Alejandro Bodart: «el establishment y los gobiernos capitalistas de todo el mundo, a excepción de Rusia, apoyaron a Hillary… hasta Macri y Malcorra fueron fervientes apoyadores de Hillary y así lo decían públicamente. El resultado es la derrota de todo ese andamiaje político económico y no pueden ocultarlo… la esencia del resultado y el triunfo de Trump, es el de un personaje que apareció ante la opinión pública como el candidato ajeno a las estructuras políticas que llevaron a EEUU a la crisis actual, como «el candidato de la antipolítica».
Perspectivas
Comienza un nuevo ciclo político de cambios. Inestable, de mayor polarización social e incremento de las contradicciones de clase. El movimiento de masas se hará notar en las brechas enormes que abre la crisis y que no se cerrarán a corto plazo. Se va a enfrentar fuerte a Trump, incluido por parte de sus propios votantes; detrás de las promesas de recuperar «el sueño americano» lo que viene es más penurias, desigualdad e intentos de represión interna.
Por eso cito a nuestro compañero Carlos Carcione de Venezuela que bien dice sobre Trump: «es también una confirmación de una vieja ley de la historia: la ratificación de que la colosal crisis que corroe a todo el sistema del capital no se solventará sin lucha de clases y cabezas rotas. La reaparición, a cara descubierta, de estos fenómenos repugnantes, se explica además por la crisis profunda y crónica del sistema, por el estrepitoso fracaso de la vieja izquierda y de los progresismos pusilánimes. La tarea que tenemos por delante los que buscamos superar este sistema es enorme y difícil. Se trata de luchar por impedir que el capital arrastre en su degeneración, al planeta y con él a la humanidad. Estamos en una encrucijada de la historia humana. Pero de eso se trata, de historia humana. Y no hay dios en el mundo que haya escrito que en este desafío no podemos vencer». Con esa misma convicción y confianza en las masas de trabajadoras/es, jóvenes y negras/os estadounidenses y latinos que allí viven, apostamos a un futuro próximo de nuevas y grandes luchas sociales que frenen los planes de Trump y al impulso de nuevas experiencias políticas hacia la izquierda.
Sergio García