A un año de haber asumido, el plan económico de Cambiemos está empantanado, se desmoronan las promesas y Macri no logra imponer a fondo el ajuste que necesitan las grandes corporaciones. Un año sin «segundo semestre», lluvia de inversiones ni «luz en el túnel».
Hace más de un año asumía Macri. El triunfo en la segunda vuelta sobre el kirchnerismo representado por Scioli, se debió principalmente al voto castigo de la gente que, harta de ajuste, doble discurso y de esperar en vano la redistribución de la riqueza. No fue, como pregonan desde el FPV y corean desde algunos sectores de izquierda, una derechización del electorado, sino simplemente, hartazgo de un populismo que sólo traía parate económico, pobreza e inflación galopante.
Sobre esa base y con el apoyo total de la gran patronal y los medios de comunicación más reaccionarios, Macri montó su propio relato desde la campaña electoral misma, que podemos resumir en:
Promesa 1. Voy a combatir la inflación: Y lo primero que hizo fue devaluar el peso 50%, subir los combustibles y dejarle libres las manos a los grandes pulpos económicos. La consecuencia era cantada, la inflación se aceleró al extremo que a pesar que en los últimos meses bajó algo por la falta de consumo y la recesión, terminamos el año con más del 45% del inflación real.
Promesa 2. Pobreza cero y como consecuencia de lo anterior, más el aumento de los pasajes y los tarifazos, hay más de un millón de nuevos pobres y una pérdida global del poder adquisitivo de los salarios que supera el 8-10%.
Promesa 3. Vamos a cambiar los planes sociales por trabajo de calidad. Y se vinieron más de 200.000 despidos, recesión feroz en la construcción, en el comercio y en el petróleo. Sin que ningún sector de la economía muestre signos de los famosos «brotes verdes».
Promesa 4. Al pagar a los buitres, liberar el cepo e ingresar en los mercados internacionales vamos a recibir una lluvia de inversiones. Y le pagamos a los buitres y los grandes capitalistas pudieron acaparar dólares a gusto y nos endeudamos nuevamente en la usura internacional, pero la lluvia nunca llegó y lo que vivimos millones es la sequía de trabajo de los últimos 15 años.
Y así, podríamos seguir enumerando decenas de promesas incumplidas, cuyo único fin era esconder la verdadera orientación del plan de Macri, que sí tuvo destinatarios concretos y aplicación en tiempo récord. Fueron la gran oligarquía del campo a quienes benefició de entrada con la eliminación o baja de retenciones, lo mismo a las mineras y dejó sin tocar un ápice las cuantiosas ganancias del sector bancario siempre beneficiados por los K. El resultado, también casi inmediato fue una transferencia neta de recursos hacia los sectores más concentrados del poder económico cercano al 4% del PBI.
Ajuste a mitad de camino
En un mundo, en una región y en un país cuya economía se achica mes a mes, no existe ninguna forma matemáticamente posible de transferir tamaña cantidad de dinero a los ricos, cercano a U$S 20.000 millones/año, superior a los pagos de la Deuda sin, paralelamente sacárselo a los sectores medios y pobres.
Por eso, parte fundamental del plan consistía en aplicar un brutal ajuste sobre millones, consistente en bajar el salario real, eliminar los subsidios a los servicios basados en tarifazos del 1000% y dejar cientos de miles de estatales en la calle, además de avanzar en aumentar la productividad del trabajo, privatizar las últimas joyas de la abuela y hasta la educación. Para ello, a falta de partido sólido y fortaleza propia, contaba con el apoyo incondicional y monolítico de la burguesía y la complicidad de las direcciones políticas (FPV-PJ) y sindicales (CGT unificada). Todo parecía cerrar bien para Mauricio, hasta que salió a la cancha a aplicar el ajuste y las cosas se le fueron complicando día a día. Con una economía que no arrancaba, sin luz en el túnel, ni brotes verdes, ni segundo semestre la bronca popular fue incremen-tándose y la movilización derrotó los tarifazos del gas, del 1.200% inicial no llegaron ni al 400% ya que tuvo que dar tarifas sociales y aumentos diferenciados por regiones. Y en donde se peleó consecuentemente como CICOP, bancarios, aceiteros, etc. los aumentos conseguidos estuvieron muy por encima de la pauta impuesta desde Economía, demostrando una vez más que la «fortaleza» de Macri viene prestada por la traición de la burocracia.
Es precisamente esta resistencia de los trabajadores y el pueblo a la aplicación del ajuste lo que hace que el plan no cierre. Por eso el año cerrará con mayor déficit fiscal que el del kirchnerismo, porque no pudieron sacar los subsidios, no pueden avanzar en las privatizaciones, no pudieron seguir con los despidos de estatales, etc. Es por eso también que empiezan a aparecer críticas de sectores burgueses, como los exportadores y los industriales que producen para un raquítico mercado interno, que reclaman reactivación y un dólar más alto aún. Por eso ya empiezan a aparecer columnas en los diarios más reaccionarios exigiendo mayor ajuste, mano más dura, terapias de shock etc.
Ganancias, un capítulo aparte
Más allá de cómo termine la discusión sobre ganancias, y que represente otra de las promesas incumplidas de Macri, hay cosas que tenemos que tener claras.
Primero, que el proyecto de Massa-Kicillof es, desde el punto de vista bugués un mamarracho, ya que dejaría un déficit mayor al Estado que es incompatible con la idea de «normalizar» la economía. Y desde el punto de vista de los trabajadores no soluciona nada, ya que más de un millón seguiría pagando, no toca las alícuotas y deja correr la idea que el salario es ganancia.
Segundo, es un indicio de las grietas del frente burgués que, sin tener aún un plan alternativo, ya abre el paraguas en un intento de encontrar una alternativa política (Frente Renovador-PJ) ante una posible crisis de Cambiemos.
Tercero y fundamental, que ambos proyectos son inviables sin aumentar el déficit, porque ninguno dice ni se atreve a avanzar de dónde saldrá la plata para, aunque sea hacer una rebaja de la carga a los trabajadores. Nosotros siempre hemos sido categóricos, la plata hay que sacársela a las grandes corporaciones, empezando por dejar de pagar la Deuda, impuestos progresivos a las grandes y verdaderas ganancias y riquezas, nacionalizando la banca y el comercio exterior, impidiendo la fuga de capitales y gravando la renta financiera.
Esto es lo que no dicen ni Massa, ni el FPV ni mucho menos los cientos de «periodistas especializados» que hace semanas tratan de plantear el tema como una cuestión de privilegios de un sector de trabajadores supuestamente acomodado y que no es más del 20%, a los que el resto de los trabajadores tendríamos que subsidiar, nada más lejos de la verdad. La realidad es que estos alcahuetes a sueldo de la burguesía no protestaron ni un poco, no dedicaron ni la mitad de tiempo ni de espacios escritos, a denunciar cuando Macri les sacó las retenciones a los grandes pulpos y le dio todo tipo de beneficios, que es de donde debe salir la plata para solventar el hueco que en las cuentas públicas ocasionaría eliminar el impuesto al salario. Son los grandes pulpos los que deben solventar la crisis no los trabajadores.
Gerardo Uceda