Balance pésimo. Las promesas de Macri de pobreza cero, de inversiones a granel, de inflación baja, de aumento del empleo y mejora en el segundo semestre, fueron un verso gigantesco. Los de abajo estamos cada vez peor. Lo sufrimos cuando vamos a comprar, pensamos en las fiestas y en las vacaciones. La nota del primer año de gobierno es mala.
Todo mal. Los de arriba ensayan explicaciones justificativas. «Están aprendiendo a gobernar», «Le fue mejor que a Kirchner el primer año», «Así empezó en Capital» o «Estamos mal, pero hay esperanzas». Lo hacen porque no hay un Plan B, ni económico ni político, por lo cual todavía se juegan a sostener al gobierno, pero no se puede tapar el sol con un dedo.
Querer no es poder. El gobierno se jugó a «normalizar» la situación de entrada, es decir, a ajustar y aplastar a los trabajadores y el pueblo. No pudo. Más allá de imponer algunas medidas, generó un revulsivo social y pérdida de apoyo. Y esto recién empieza. Es un problemón para el PRO de cara a las elecciones del año próximo: desde el punto de vista burgués necesitan ajustar a fondo, pero eso sería letal para conseguir votos.
Que mal se te ve. En lo económico, toman medidas nefastas que profundizan la crisis. Desde el punto de vista político, no pegan una. ¿Y qué pasaría sí les va mal en las elecciones del 2017? De la debilidad pasarían a quedar en el aire. Y no hay gobierno que pueda avanzar en esas condiciones. Por supuesto, hay atenuantes, cuentan con el apoyo de los poderosos y los dirigentes traidores. Sin embargo, hay motivos de fondo que empujan hacia más crisis y enfrentamientos.
Crisis capitalista. La crisis de la economía capitalista mundial sigue su curso. Y afecta con fuerza a los principales socios de la Argentina: China y Brasil. Sus efectos llegaron al país para quedarse. El imperialismo y los ricos quieren que los de abajo paguemos la crisis que ellos generaron. La crisis capitalista augura mayores penurias para los países semi coloniales, más ajuste, hambre y entrega a las multinacionales.
Un país devastado. Encima los Kirchner dejaron un país destrozado. Los millones de dólares que embolsaron con el «viento de cola», pasaron de una recuperación parcial a la aplicación de un plan burgués puro y duro. Corrupción generalizada, caída del superávit, pérdida del poder adquisitivo y pobreza. Al mantenerse en los marcos de la economía burguesa y la vieja política los K y el Partido Justicialista dejaron un país fundido.
Hay PRO porque hubo FPV. La deuda pública se hizo gigantesca, no hubo reconversión industrial y la economía nacional volvió a ser totalmente dependiente de los vaivenes del mercado mundial. El fracaso del doble discurso, las mentiras, las medias tintas y el comienzo del ajuste generaron el descontento que le abrió la puerta a Macri. Aunque miren para otro lado, los K son los principales responsables de que la derecha esté arriba.
Subproducto del fracaso K. Hubo un voto castigo generalizado que no configura un giro a la derecha porque no hubo un cambio en la correlación de fuerzas a favor de la burguesía sobre la clase trabajadora. Arriba hay un gobierno débil que sí va a la derecha. Pero no logró imponer ese giro en las mayorías populares. El movimiento de masas pelea cada vez más por sus propias reivindicaciones porque no está derrotado.
Gobierno de los privilegiados. Este es un gobierno neoliberal, que viene a joder a los de abajo, a aplicar un ajuste ortodoxo, a bajar el salario y a privatizar. Siempre a favor de las multinacionales y los grandes empresarios. Además es un fanático el imperialismo, por eso está dando una vuelta de tuerca a la entrega y al endeudamiento externo. Otra vez, los recursos del país se pusieron enteramente al servicio de los negocios internacionales, con las graves consecuencias que ello implica para la salud y educación públicas, para el trabajo, la vivienda y los salarios. Hay que romper con este engendro, enemigo de los trabajadores y el pueblo.
La mano de los K al régimen burgués. Las jornadas del 19 y 20 del 2001 fueron letales para el bipartidismo y las instituciones burguesas: «Que se vayan todos» «Sin peronistas y radicales vamos a vivir mejor» fueron consignas que quedaron retumbando en los oídos de los de arriba. El desprestigio de las instituciones estaba en su punto más alto. Con su «doble discurso» los K congelaron los efectos del Argentinazo, pero no los pudieron eliminar por completo.
Postulantes a sepultureros. Macri está decidido a recomponer el funcionamiento «normal» de las podridas y corruptas instituciones del régimen, como el Congreso, el Senado, la Justicia y las fuerzas represivas. Pero tiene problemas para lograrlo, porque esas instituciones actúan contra los de abajo y causan más bronca que apoyo. Quieren enterrar el Argentinazo y sus consecuencias, pero el resultado de este objetivo reaccionario no depende de la voluntad del poder sino de la lucha de clases.
La comparsa eclesiástica-burguesa. Ante esta situación con elementos de descontrol, la Iglesia se vio obligada a intervenir en forma directa. Así el Papa y la Iglesia se metieron en los asuntos políticos buscando la «paz social» del ajuste y la injusticia. Cuentan con el apoyo del PJ y las variantes burguesas que se arrodillan, tanto en sus variantes políticas, como sindicales y sociales. Todos forman un conglomerado que, más allá de los discursos, actúa contra los trabajadores y el pueblo.
Burócratas en problemas. La CGT merece un párrafo aparte. El triunvirato se alineó con la Iglesia para sostener a Macri. En una traición histórica, dejaron correr el ajuste sin llamar a paro general y plan de lucha. Pero no se la están llevando de arriba porque hay un descontento sin precedentes, lo que abre una gran oportunidad para construir una nueva dirección del movimiento obrero.
Los que no pasaron la prueba. Los últimos tiempos colocaron otra realidad sobre la mesa: la crisis de la CTA que se postuló como alternativa a la CGT. A pesar de haber generado esperanza en muchos honestos luchadores, terminaron a la cola de distintos proyectos políticos burgueses y recreando desde sus dirigentes, los métodos burocráticos que decían combatir. No pasaron la prueba ni son alternativa de cara a lo que se viene.
Una de cal, una de arena. Desde el punto de vista económico vamos a una perspectiva oscura. Al mismo tiempo el descontento con la situación y los viejos dirigentes sindicales y políticos pondrá una enorme responsabilidad sobre las espaldas de la izquierda socialista y revolucionaria: apoyar y coordinar las luchas, y construir una nueva dirección sindical y política, fuerte, unitaria, capaz de transformarse en una verdadera alternativa para las grandes mayorías obreras y populares. Nosotros somos optimistas y tenemos confianza en la clase obrera, tanto en su lucha como en su voluntad de cambio.
Izquierda al Frente por el Socialismo. Y terminamos el año contentos, porque logramos poner de pie algo nuevo: Izquierda al Frente por el Socialismo, conformado por nuestro MST y el Nuevo MAS. Como dijo nuestro compañero Alejandro Bodart en el acto de fin de año de Parque Sarmiento: «Nace para superar el sectarismo del FIT y poner en pie la alternativa unitaria y por el socialismo que hace falta en nuestro país.»
Pensalo, es hora de ponerse a militar. Los desafíos que vienen son muy grandes. Los viejos partidos patronales no van más. En la Argentina y en todo el mundo pasa lo mismo: de un lado están los gobiernos burgueses con los explotadores y opresores y del otro lado los trabajadores y el pueblo. Tenemos el desafío estratégico de organizar una alternativa socialista y revolucionaria acá y a nivel internacional. Por eso, te invitamos a conocernos y organizarte con nosotros de cara todo lo que se viene.