Cuando el 8 de Marzo de 1917 (23 de febrero del antiguo calendario ruso) miles de obreras textiles se lanzaron a las calles en Petrogrado, en el día internacional de la mujer trabajadora, se iniciaba una semana que concluyó en una insurrección que derribó al zarismo. Trotsky polemiza con quienes sostienen que aquella revolución fue espontánea y señala quiénes dirigieron el movimiento.
El 2 de marzo abdicó el zar.
«El último día de febrero [28] fue para Petersburgo el primer día de la nueva era triunfante: día de entusiasmos, de abrazos, de lágrimas de gozo, de efusiones verbales; pero, al mismo tiempo, de golpes decisivos contra el enemigo. En las calles resonaban todavía los disparos… Cerca de las cuatro fue ocupado el Almirantazgo, donde se habían refugiado los últimos restos del poder zarista. Las organizaciones revolucionarias y grupos improvisados efectuaban detenciones en la ciudad. La fortaleza de Schluselburg fue tomada sin disparar un solo tiro. Tanto en la ciudad como en los alrededores iban sumándose constantemente a la revolución nuevos batallones.»1
«El cambio de régimen en Moscú no fue más que un eco de la insurrección de Petrogrado… No pecaremos de exageración si decimos que la revolución de Febrero la hizo Petrogrado… El papel de la capital se halla trazado, no por las tradiciones del centralismo burocrático, sino por la situación de la clase revolucionaria dirigente, cuya vanguardia, lo mismo la de la burguesía que la del proletariado, se halla naturalmente concentrada en la ciudad más importante.»
La «visión» de los liberales y mencheviques
Un vocero de la burguesía liberal, el historiador Miliukov, señalaba antes de la caída del zar que se veía en la revolución la mano del Estado Mayor alemán. Según el profesor Stankievich, Kerensky, del Partido Socialdemócrata y futuro presidente del gobierno provisional, en la intimidad señalaba que «todo el mundo se manifestaba escéptico de una revuelta popular, pues todos temían que el movimiento popular de las masas tomara una orientación de extrema izquierda, la cual crearía dificultadas extraordinarias para la prosecución de la guerra.»
Un periodista que entrevistó al menchevique Skobelev, futuro ministro del gobierno provisional, el 24 de febrero comentó: «Este socialdemócrata, uno de los líderes del movimiento, me decía que los desórdenes tomaban un carácter de saqueo que era necesario sofocar. Esto no impidió que un mes después, Skobelev afirmara que él y sus amigos habían hecho la revolución.»
Una revolución obrera y campesina
Hasta hoy, distintos historiadores insisten en la misma falsedad con que los demócratas liberales y mencheviques socialdemócratas caracterizaban a la revolución de febrero como una revolución dirigida por la burguesía y pequeño burguesía democrática, como «un motín de mujeres, transformado después en motín militar» o como el «golpe de Estado militar de los Jóvenes Turcos, con que, como sabemos, tanto había soñado la alta burguesía rusa».
Al revés: la alianza entre los obreros y los campesinos -soldados- fue la razón del triunfo revolucionario. La raquítica burguesía rusa, agente de los capitales imperialistas y con enormes negocios con la nobleza, había perdido todo rasgo progresivo.
Los bolcheviques
Como los otros partidos de la izquierda rusa, los bolcheviques tenían a sus principales líderes en la cárcel o el exilio. Lenin, Kamenev, Zinoviev en el destierro, otros dirigentes menos conocidos como Sverdlov, Rikov o Stalin en la cárcel. En Petrogrado los principales dirigentes eran los exobreros Schliapnikov y Zalutski, y el ex estudiante Mólotov. Schliapnikov, en sus memorias, confirma que «el peso de los acontecimientos era desproporcionado con lo que podían soportar los hombros de este trío». Pero «la insurrección tenía en el partido de los bolcheviques a la asociación más afín».
La experiencia de los obreros revolucionarios rusos
«¿De dónde procedía esta fuerza de resistencia y ataque sin ejemplo? El encarnizamiento de la lucha no basta para explicarla. Los obreros petersburgueses, por muy aplastados que se hubieran visto durante la guerra por la masa humana gris, tenían una gran experiencia revolucionaria…
«Antes de desatarse la guerra un importante sector obrero siguió a los bolches y ‘arrastró a las masas’. Pero al empezar lo sectores conservadores se hicieron fuertes, llevándose consigo a muchos de ellos. Fue precisamente la guerra, las víctimas que causó, sus errores y su ignorancia, lo que puso frente a frente no sólo a los viejos sectores obreros, sino también a los nuevos y al régimen zarista, provocando un choque agudo que llevó a la conclusión: ¡No se puede seguir soportando esto!… El ejército además incorporó a millones de obreros y fundamentalmente campesinos…
«La Ojrana (policía secreta) recoge las siguiente conversación en un tranvía: «Un obrero le dice: ‘Para eso hay que organizarse y conseguir que todo el mundo obre como un solo hombre.’ El soldado contesta: ‘No os preocupéis de eso; ya hace tiempo que estamos organizados… y va siendo hora de que no nos dejemos chupar más la sangre. Los soldados sufren en las trincheras mientras ellos aquí engordan’. Diez de febrero de 1917, Krestianinov».»…
«La sublevación de los batallones de la Guardia, que va a jugar un rol clave en la salida a la calle del regimiento Voinski, se enmarcaba en un proceso de intercambio molecular entre el ejército y el pueblo se efectuaba sin interrupción. Los obreros observaban la temperatura del ejército y se dieron cuenta inmediatamente de que se acercaba el momento crítico.»
«La leyenda de la espontaneidad no explica nada»
Trotsky polemiza con distintos políticos e historiadores de la época que señalaban el carácter espontáneo, sin dirección ni programa claro, de las jornadas de febrero.
«Los obreros petersburbueses y los rusos en general, habían pasado por la experiencia de la revolución de 1905, por la insurrección de Moscú en el mes de diciembre de ese año, estaban fogueados y podían adoptar una «actitud crítica ante las ilusiones constitucionales de los liberales y de los mencheviques… A su vez, la guarnición contaba con «soldados avanzados ganados para la causa, o, al menos, interesados por la propaganda revolucionaria y trabajados por ella…
«En cada fábrica, en cada taller, en cada compañía, en cada café, en el hospital militar, en el punto de etapa, incluso en la aldea desierta, el pensamiento revolucionario realizaba una labor callada y molecular… Los obreros tenían mucha más claridad que las clases cultas. El carácter científico del pensamiento consiste en su armonía con el proceso objetivo y en su capacidad para influir en él y dirigirlo…
«Mientras la sociedad oficial, toda esa superestructura de las clases dirigentes, de los sectores, grupos, partidos y camarillas, vivía en la inercia y el automatismo… En las masas obreras se estaba operando un proceso autónomo y profundo, caracterizado no sólo por el incremento del odio hacia los dirigentes, sino por la apreciación crítica de su impotencia y la acumulación de experiencia y de conciencia creadora, proceso que tuvo su remate y apogeo en la insurrección revolucionaria y en su triunfo…
«A la pregunta formulada más arriba: ¿Quién dirigió la insurrección de Febrero?, podemos, pues, contestar de un modo harto claro y definido: los obreros conscientes, templados y educados principalmente por el partido de Lenin».
Gustavo Giménez
1. Todas las citas son de La historia de la Revolución Rusa, de León Trotsky.