Tras la caida del zar en la revolución de febrero surgieron dos centros de poder en Rusia. Los partidos de terratenientes y burgueses proclamaron un gobierno provisional, pero los obreros que habían encabezado la revolución ostentaban el poder desde sus soviets.
La clase capitalista rusa era debil y dependiente. Se había hecho y enriquecido a base de los subsidios estatales y las inversiones de capitales occidentales. En consecuencia, era un sector social especialmente dócil y obsecuente al Estado absolutista. Durante la revolución de febrero, que encabezaron los obreros y soldados campesinos, sus principales dirigentes políticos hicieron todo lo posible por salvar al zar.
Un gobierno reacio al poder
Rodzianko, el presidente de la Duma (parlamento consultivo) peticionó desesperadamente al zar el 26 de febrero, tras cuatro días de huelgas y movilizaciones masivas: «anarquía en la capital, gobierno paralizado… tiroteos en las calles… suministros de alimento y combustible interrumpidos… descontento universal creciendo… no se debe demorar la formación de un nuevo gobierno que goce de la confianza del pueblo. Cualquier vacilación sería la muerte.»
En respuesta, el zar disolvió la Duma. Para no transgredir esa medida, los diputados se mantuvieron reunidos «informalmente». Un Rodzianko catártico expresaba el sentido de impotencia de la burguesía: «No me quiero rebelar. No soy ningún rebelde. No he hecho ninguna revolución ni pretendo hacer ninguna. No me sublevaré contra el poder supremo. No quiero hacerlo. Pero ya no hay gobierno, todo recae sobre mi. Los teléfonos no dejan de sonar, todos me preguntan qué hacer. ¿Qué digo? ¿Me hago al costado? ¿Me lavo las manos? ¿Dejo a Rusia sin gobierno? ¿Qué debo hacer? ¿Diganmé?»
Un último telegrama de Rodzianko al zar también fue ignorado. El monarca le comentó a un ministro de su corte: «ese gordo Rodzianko me mandó otra tontería que ni voy a responder».
El día siguiente, una movilización dirigida por Kerenski, dirigente del partido campesino de centroizquierda Social Revolucionario, se dirigió a la sede de la Duma para exigir que la misma tome el poder. Finalmente, en la madrugada del 28, los diputados de la Duma votaron proclamar un gobierno provisional encabezado por el Príncipe Lvov. Rodzianko lamentó que la Duma se vió obligada a «tomar el poder en sus propias manos e intentar contener la anarquía creciente».
Resurge el soviet
Hubo otra motivación que apresuró a los políticos burgueses a proclamar su gobierno. Al mismo tiempo y en el mismo Palacio de Táurida donde sesionaba la Duma, la revolución levantaba otro centro de poder, el Soviet de Diputados Obreros y Soldados.
Los soviets surgieron en la primera revolución rusa en 1905. Aparecieron primero en forma de comités de huelga y evolucionarion hacia centros de coordinación del conjunto de la clase obrera. Estaban conformados por delegados votados por asambleas en cada fábrica, lugar de trabajo o sindicato. Los delegados llevavan mandatos de sus asambleas al Soviet y eran revocables si no cumplían. En las huelgas generales de 1905 los soviets demostraron su capacidad no sólo como centros organizativos para coordinar la lucha, sino también para cumplir funciones de gobierno en ciudades enteras.
La revolución de 1905 fue derrotada y los soviets destruidos, pero la experiencia quedó marcada en la conciencia de la clase obrera. En febrero de 1917 los soviets resurgieron, pero a una escala mucho mayor. Los obreros de Petrogrado, Moscú y otros centros urbanos e industriales rápidamente constituyeron soviets a escala de sus ciudades. Los soldados eligieron delegados por regimiento y división para conformar sus propios soviets. Y los campesinos constituyeron también los suyos. En Petrogrado, donde los soldados de la guarnición jugaron un rol central en el levantamiento que volteó al zar, se constituyó un soviet integrado por los obreros y soldados de la ciudad. Hasta la realización del primer Congreso Nacional de Soviets en junio, el Soviet de Petrogrado fue el centro político de la revolución.
Poder dual
En los días posteriores a la abdicación del zar, el Soviet tenía el poder efectivo. Trotsky, quién había presidido el Soviet de Petrogrado en 1905 escribió que «desde el momento de su aparición, el Soviet empieza a obrar como poder. Para evitar que sigan a disposición de los funcionarios del antiguo régimen los recursos financieros, el Soviet decide ocupar inmediatamente con destacamentos revolucionarios el Banco de Estado, la Tesorería, la fábrica de moneda y la emisión de papeles del Estado. Los fines y las funciones del Soviet crecen constantemente bajo la presión de las masas. La revolución tiene ya su centro indiscutible. En lo sucesivo, los obreros y los soldados, y no tardando, los campesinos, sólo se dirigirán al Soviet: a sus ojos, el Soviet se convierte en el punto de concentración de todas las esperanzas y de todos los poderes, en el eje de la revolución misma».
Y este es el centro de la cuestión, las masas que habían hecho la revolución, y estaban en un estado de movilización permanente, reconocían al Soviet, y no al gobierno provisional, como su gobierno legítimo.
El diputado de la Duma Schildlovski se lamentaba de que «el Soviet se apoderó de todas las oficinas de Correos y Telégrafos y de Radio, de todas las estaciones de ferrocarril, de todas las imprentas, de modo que, sin su autorización, era imposible cursar un telegrama, salir de Petrogrado o escribir un manifiesto.»
Y Trotsky agrega: «el hecho de que el Soviet se hubiera «apoderado» del telégrafo, de los ferrocarriles, de las imprentas, debe entenderse en el sentido de que los obreros y empleados de esas empresas no querían someterse más que al Soviet.»
La paradoja de la revolución de febrero
El 9 de marzo el Ministro de Guerra Guchkov, le escribió a uno de sus generales: «el Gobierno Provisional no tiene ninguna verdadera autoridad a su disposición y sus decretos se llevan a cabo sólo en la medida en que lo permite el Soviet de Diputados Obreros y Soldados, que tiene en sus manos los elementos más importantes del poder, como el ejército, los ferrocarriles, el Correo y el Telégrafo…hoy sólo es posible dar aquellas órdenes que no entren en conflicto radicalmente con las órdenes del Soviet.»
Aunque el Soviet ejercía el poder efectivamente y el gobierno provisional carecía de autoridad alguna, los dirigentes del Soviet apoyaban al gobierno. Los socialrevolucionarios y los mencheviques sostenían que los objetivos de la revolución en un país atrasado como Rusia se debían acotar a la constitución de una república democrático-burguesa. Los bolcheviques, inicialmente también le brindaron un apoyo crítico al gobierno provisional.
Esto generó una situación inestable de poder dual, en las que el Comité Ejecutivo del Soviet y el gobierno provisional covivían como centros de poder. Los dirigentes del Soviet se esforzaban por sembrar la confianza de las masas en el gobierno, pero éstas se resistían. El afán del gobierno por estabilizar el status quo, continuar la guerra e incluso, en un primer momento, reestablecer la monarquía, dificultaban aun más los esfuerzos de los dirigentes socialistas conciliadores.
Esa inestabilidad no podría durar. O la burguesía afirmaba la autoridad del gobierno provisional, desarticulaba a los soviets y hacía retroceder a la revolución; o bien los trabajadores y el pueblo se hacían definitivamente del poder y la revolución traspasaría los límites burgueses que los dirigentes socialistas moderados le asignaban.
Federico Moreno