El pasado 15-M, las movilizaciones más grandes después de las jornadas de 2013, y quizá de las más grandes de la historia de Brasil, sacudieron al gigante sudamericano.
Con la clase obrera en el centro de la escena, se protesta contra la reforma jubilatoria que, impulsada por el presidente Temer, pretende llevar la edad jubilatoria a 65 años y que para tener una jubilación completa hagan falta ¡49 años de aportes! La jornada arrojó un primer saldo: se produjo un agravamiento de la crisis del régimen político y quedó planteada la huelga general para tumbar a Temer.
Algunas de las declaraciones de los funcionarios son de un cinismo a toda prueba, como se eleva la edad de los varones de 60 a 65 años y la de las mujeres de 55 a 65, salieron a decir que se había dado un paso «en la igualdad de género». Imitaron los dichos de Temer, que en ocasión del día internacional de la mujer trabajadora declaró que «nadie mejor que la mujer» conoce los precios del supermercado, reconociendo todo lo que las brasileñas «hacen por sus casas» y por la educación hogareña de sus hijos.
Como la expectativa de vida en Brasil es de un promedio de 75 años (71,9 para los hombres y 79,1 para las mujeres según el IBGE), los trabajadores brasileros van a trabajar hasta poco antes de morirse si quieren la jubilación completa. Algunos sectores medios migrarán hacia el robo del sistema de pensiones privados. La excusa es la de siempre: «el sistema no aguanta, va reventar». Sin embargo, algunos analistas sostienen que «en 2015, los ingresos de la Seguridad Social fueron de R$ 694 mil millones, mientras los gastos fueron de R$ 683 mil millones, un saldo positivo de R$ 11 mil millones» (Rebelión 15/03/2017).
La reforma previsional es una de la medidas destinadas a atacar las conquistas de los trabajadores, como parte de un brutal plan de ajuste que Temer y la burguesía brasileña necesitan para compensar su enorme crisis. El reciente envío de la ley de externalización (tercerización) al Congreso y que tuvo su aprobación en la Cámara de Representantes, permitirá a la empresas no solo tercerizar tareas accesorias como es la limpieza, sino aquellas que hacen a su principal actividad, y esto permitirá a los patrones despedir trabajadores bajo convenio y contratar tercerizadas que paguen salarios muy inferiores. Finalmente, un proyecto de flexibilización laboral es otro de los importantes objetivos de este plan de ajuste.
La reacción obrera
Entre 750.000 y un millón de trabajadores salieron a la calle el pasado 15 de marzo. A la cabeza del movimiento estuvieron los docentes. En San Pablo, en la Avenida Paulista y sus alrededores se calcula que se movilizaron 250.000 al grito de «luche ahora o trabaje hasta morir» y donde el «fora Temer» se hizo sentir con toda la fuerza de las gargantas allí reunidas. Allí paró el transporte. Paro que se repitió en varias ciudades importantes. Hubo también grandes movilizaciones en Río de Janeiro y en numerosas ciudades del interior del país. Si el levantamiento obrero no llegó a una huelga general fue sencillamente porque los dirigentes sindicales agrupados en la CUT y Força Sindical no la prepararon. Pero esta acción de la clase la dejó planteada con fuerza.
Un gobierno y un régimen arrinconados
La crisis del gobierno y el régimen político brasilero es cada vez más grave. La economía viene de dos años de caída del PBI (3,8% en 2015 y 3,6 en 2016), con una tasa de desempleo del 12,6% o sea con 13 millones de personas sin trabajo.
Los casos de corrupción abarcan a todos los partidos tradicionales, fundamentalmente el PT y el PMDB (el partido gobernante), y amenazan con terminar con el gobierno de Temer. La investigación judicial llamada «Lava Jato» ya ha llevado a la cárcel a grandes empresarios como Odebrech y a importantes políticos como José Dirceu (ex jefe de gabinete de Lula), acusados de desarrollar una operación multimillonaria de coimas y lavado de dinero a través de las contrataciones de Petrobras y la obra pública, el escándalo abarca no solo al brasileño sino a varios gobiernos del continente.
Parece que nadie importante de la «clase dirigente» brasilera está a salvo, ya que Lula y Temer están imputados, y en la reciente filtración de las listas del fiscal Janot se encuentran seis ministros del gobierno, el presidente de la Cámara de Diputados y el de Senadores, 10 gobernadores, las principales figuras del PMDB para la próxima elección presidencial y, si se comprobara la entrega ilegal de fondos para la campaña electoral que llevó a la formula Rousseff- Temer a la presidencia, este último tendría que abandonar el gobierno.
Por eso están intentando todo tipo de maniobras, entre ellas una ley de autoamnistía que separe la recepción ilegal de fondos para las campañas políticas de los otros delitos de corrupción. También exigen que se publique la lista de «todos los sospechosos», para embarrar la cancha y amortiguar el impacto que se producirá al conocerse los 83 estudios ordenados por Janot, entre los que se encuentran, aparte de los citados ministros y gobernadores, muchos diputados y senadores.
Ahora, se suma el affaire de la «carne débil» (carne podrida), que paralizó una de las exportaciones claves de la economía brasilera al descubrirse que los frigoríficos más importantes del país, en acuerdo con los inspectores y funcionarios de Agricultura, vendían carne de ganado muerto por dolencias, de reses putrefactas lavadas con químicos y salchichas rellenas con productos no autorizados, cancerígenos. Brasil es el primer exportador de carnes del mundo, es su tercer sector productivo en importancia. «En 2016 las ventas de cárnicas al exterior representaron, para ese país, 14.000 millones de dólares. Equivale al 12% del comercio exterior» (Clarín 21/03/2017). Y todos los analistas sostienen que no sale de esta estafa sin perder importantes lugares de exportación.
En medio de semejante crisis, algo une al régimen y la burguesía: la necesidad de avanzar en un fuerte ajuste contra los trabajadores. La movilización del 15-M ha sido una gran respuesta de los trabajadores que no quieren perder conquistas históricas a manos de este gobierno y régimen corruptos.
Apoyar todas las luchas
A la par que se le exige a las centrales sindicales que lancen el paro general, es necesario irlo preparando de abajo apoyando todas las luchas. No es del interés de los burócratas sindicales que la sangre llegue al río y la situación se descontrole. Por eso Lula, que aparte de estar acusado de ser uno de los artífices de la corrupción, fue el que comenzó con los planes de ajuste que ahora sus ex socios están desarrollando, fue orador importante en la concentración de San Pablo. Y la utilizó al servicio de su campaña electoral y de defenderse de las acusaciones que pesan sobre él.
Por eso el apoyo, solidaridad y coordinación con las luchas de los docentes, de los metroviarios, de los que pelean por la vivienda, la tierra, del movimiento de mujeres, de la juventud, del movimiento LGBT, etc. es una tarea que solo la izquierda combativa puede llevar a cabo, y que es imprescindible realizar para que triunfen, para desarrollar las asambleas e iniciativas en cada sector y exigir a la vez a las actuales direcciones nacionales, la huelga general para frenar el ajuste y derrotar a Temer.
Fortalecer al PSOL como alternativa política anticapitalista
Nuestros compañeros del partido hermano de Brasil el MES – PSOL, han propuesto a la dirección del PSOL levantar la candidatura de Marcelo Freixo de Río de Janeiro, como candidato a presidente para las próximas elecciones de 2018, ya que frente a la crisis de los viejos partidos del régimen, el PSOL tiene la posibilidad de convertirse en una alternativa de masas.
Se abre en Brasil una oportunidad extraordinaria para los revolucionarios, la de pegados a las luchas contra el ajuste y las peleas democráticas, levantar una fuerte alternativa anti- capitalista, que nuclee a lo mejor de la vanguardia brasileña y pelee por conquistar a grandes franjas de masas, en el proceso político del hermano país.
Gustavo Giménez