Si bien antes ya hubo otros hechos represivos, frente a los piquetes del 6A el gobierno macrista sin duda endureció la mano. Macri sabe que los burócratas de la CGT no quieren paros ni a gancho, que las CTA no sacan los pies del plato, que por falencias de su conducción la lucha docente viene perdiendo fuerza y que la «oposición» tradicional es más funcional que nunca. Encima Mauri tiene mayor protección mediática que el gobierno anterior y se envalentonó por la juntada gorila del 1A.
Entonces, buscando remontar el notorio desgaste que le causó la oleada de luchas y marchas masivas, puso primera y pasó a meter palos y gases por todos lados. Ya lo decía mi abuela: no hay mejor defensa que un buen ataque.
Esta contraofensiva de Macri y su gabinete apunta a dos bandas: imponer los despidos, los tarifazos y el ajuste y, de paso cañazo, consolidar a su base social más derechosa e ir sumando votos con miras a octubre. Pero una señal autoritaria no es sinónimo automático de fortaleza pura y dura. Como bien lo explicó nuestro dirigente Alejandro Bodart, «como las protestas masivas y el paro general hicieron asomar el fantasma de De la Rúa, el gobierno macrista reprime para mostrar mayor solidez política de la que realmente tiene». Habrá que ver si este componente represivo vino para quedarse, como parecería indicar la compra de armamento moderno contra los reclamos sociales.
Pero más allá de si es coyuntural o no, la represión es represión. El jueves 6, poco después de que la Gendarmería desalojó el corte de Panamericana y 197, en donde hubo seis compañeros del PTS detenidos, la Policía Federal reprimió con violencia a nuestra columna cuando ya habíamos finalizado el corte en Callao y Corrientes, mientras marchábamos hacia el Hotel Hilton a «saludar» a Macri y sus empresarios amigos del mini Davos.
La policía tenía orden de reprimir sí o sí. A nuestra compañera Nati Blanco le causaron una fractura expuesta en los dedos y debió ser operada de urgencia, a Bodart y otros compañeros les tiraron gas pimienta en los ojos y tuvieron que ir al Hospital Santa Lucía, golpearon a varios militantes y se llevaron detenida a Nancy, otra compañera, que al día siguiente quedó libre. Por cierto, agradecemos a todas y todos los que nos hicieron llegar su solidaridad frente a la represión.
El domingo 9 les tocó a los docentes, a quienes la policía golpeó no por hacer piquetes sino por intentar poner su carpa blanca en Congreso. Macri, su ministra Bullrich y su ministro Bullrich salieron a demonizar a los maestros. En la cúspide de todo el periodismo chupamedias, el enano proto-fascista Baby Etchecopar estaba al borde del orgasmo: «Estoy feliz, al fin vimos los palos. Cada palazo en el lomo lo festejamos y cantamos gol». Repulsivo.
Llamamos a seguir defendiendo, en las calles, en el terreno político y en todos los ámbitos, los derechos democráticos de huelga, de reunión y de libre expresión, de manifestar y de peticionar a las autoridades. O sea, a defender nuestros derechos básicos a protestar, que Macri y todos sus socios se quieren llevar puestos a fuerza de palazos y gases.
Pablo Vasco