El 6 los trabajadores protagonizamos un parazo contra el gobierno de Macri y desde la izquierda lo hicimos activo. Fue contundente a pesar de la burocracia que no le quiere dar continuidad. Mientras disputamos por un nuevo paro de 36 hs con movilización, tenemos que seguir peleando por una nueva dirección y un central democrática y clasista.
Nadie logró discutir la contundencia del paro. Ni el gobierno, ni la oposición cómplice ni los escribas mercenarios que a través de varios medios de prensa, fueron serviles difusores de la campaña tendiente a minimizar la medida y a cuestionar el derecho a la protesta. Fracasaron en lograr un paro de baja intensidad o dividido. Y quedaron con escasos argumentos para confrontar ante un masivo plebiscito contra Macri y los gobernadores.
Fue un nuevo golpe al gobierno, una síntesis de la bronca que recorre los barrios y lugares de trabajo y de un marzo caliente donde la conflictividad pegó un salto de calidad con miles en las calles; una suerte de «plan de lucha» impuesto desde abajo.
Aunque ahora Macri trate de retomar la iniciativa y se muestre endurecido, con conatos de represión, no es un signo de fortaleza. Está respondiendo al establishment y a su núcleo duro que se movilizó el 1A, que le demandaba salir de la inacción. Esta contraofensiva no corta la dinámica de su desgaste político como surge de las encuestas, pero amerita que le paremos la mano y defendamos nuestro derecho a reclamar.
Paramos y salimos a la calle a pesar de la burocracia
También fue un parazo a pesar de la burocracia. En la historia de los paros generales, el del 6 va a quedar marcado por haber sido literalmente arrancado desde abajo. Sin ninguna duda no estaba en la agenda de la burocracia cegetista, que debió cabalgar en la olla a presión de este marzo caliente. La postal del 6, con el triunvirato y otros dirigentes huyendo repudiados como ratas por tirante y miles de trabajadores reclamando el paro general, marca sin dudas no solamente la disposición a la lucha sino la necesidad de un recambio de dirección.
Pese al carácter silencioso y dominguero que pretendió imprimirle la cúpula de la CGT desde la izquierda y el sindicalismo combativo garantizamos cortes y acciones en los principales accesos a la ciudad de buenos aires y en muchos puntos del país. Los cortes potenciaron el paro, facilitaron que puedan parar y expresarse los trabajadores precarizados y que se exteriorizaran los reclamos obreros programáticos alternativos al modelo de ajuste. El nerviosismo del gobierno se concentró en provocaciones claramente organizadas desde el poder, reprimiendo los cortes.
Los dirigentes le dan aire a Macri
Cuando están dadas las condiciones para redoblar la lucha y avanzar en derrotar el ajuste, los dirigentes le tiran un cable al gobierno de Macri.
No se puede decir que los trabajadores no querían seguir. Con la marea obrera en ascenso, movilizaciones seriales multitudinarias, la lucha docente en el centro de la escena y un paro general exitoso, es evidente que sobraba disposición a profundizar la lucha.
No se puede decir que el gobierno estaba fuerte cuando la lucha lo tenía contra las cuerdas, cuestionado desde abajo por el ajuste y desde arriba por haber perdido la calle y no pudiendo avanzar con el ajuste para hacernos pagar la crisis. Se lo podía derrotar.
La responsabilidad está en los dirigentes sindicales burocráticos que trataron de planchar el paro y ahora se niegan a darle continuidad con un plan de lucha, comenzado por un nuevo paro de 36 horas con movilizaciones en todo el país. La CGT ya dijo que no hay paro, que apuesta a la negociación. El gobierno percibe la genuflexión y utiliza su desprestigio para demonizar a todo el movimiento obrero. Las CTA, pese a haber marchado el 30, no estuvieron en las calles el 6, lo que hubiera potenciado mucho más el carácter activo del paro, no le han puesto fecha a la Marcha Federal anunciada y tampoco llaman a seguirla con un nuevo paro.
Las tareas para los luchadores
Nuevamente el motor de la pelea por la continuidad, por parar la contraofensiva de Macri y los gobernadores y por derrotar el ajuste, queda en manos de los luchadores, los sectores sindicales clasistas y la izquierda.
En lo inmediato apoyando las luchas y reclamando seguirla con un nuevo paro de 36 horas con movilización. Llamando a la mayor unidad de acción para romper el techo salarial, parar los despidos y suspensiones y la flexibilización laboral, por un plan de emergencia obrero y popular para que la crisis la peguen los capitalistas.
Pero también abordando otra gran tarea. Dar nuevos pasos en desalojar a estos viejos dirigentes bomberos de las luchas, catalizadores del ajuste y funcionales a las patronales y los gobiernos a cambio del blindaje de este modelo sindical burocrático que les asegura vivir con privilegios.
Por eso hay que apoyar las listas combativas en las próximas elecciones en los gremios docente, telefónico y varias reparticiones estatales, entre otras. Postulando un modelo sindical distinto donde la base decida todo. Avanzando hacia una nueva central clasista que abra sus puertas al activismo y los nuevos dirigentes que surgen desde abajo y en ese camino seguir insistiendo en un gran plenario de todo el sindicalismo de lucha.
Porque la gran conclusión del marzo caliente y el parazo del 6, es que necesitamos una nueva dirección democrática, clasista y para la lucha.
Guillermo Pacagnini