Es la mejor metáfora histórica para graficar este nuevo engendro contractual a favor del modelo extractivo. En la década infame del 30 fue el sometimiendo al imperio inglés. Hoy es la legalización del secuestro económico del país por las corporaciones. La lógica de mercantilizar la naturaleza, los bienes comunes. Neocolonialidad, saqueo y depredación socioambiental
Finalmente el gobierno de Cambiemos logró firmar con la mayoría de las provincias mineras del país un nuevo marco contractual.
Los puntos de referencia más notorios del acuerdo firmado se podrían sintetizar diciendo:
- El acuerdo legaliza un modelo de orientación extractivista, de saqueo, que con la multiplicación de la megaminería en todo el gobierno del FPV se consolidó fuertemente en el corredor andino.
- Habilita contenidos curriculares en educación ambiental que propagandizan las bondades de la megaminería en escuelas primarias y secundarias.
- Estipula un techo de regalías en el 3% relativo, basado en declaraciones juradas de las propias empresas.
- Autoriza actividad minera en glaciares y zonas periglaciares, violentando la Ley de Glaciares.
- Obstaculiza la posibilidad de crear empresas mineras públicas a escala provincial para capturar renta.
- Recorta facultades a las provincias que cuentan con regulaciones que prohíben la minería a cielo abierto o el uso de sustancias tóxicas.
- Obviamente, ni hace mención de la consulta previa y consentimiento libre e informado a comunidades de las regiones impactadas.
- En síntesis: legaliza la liberación territorial al saqueo megaminero, en toda la línea.
El lobby minero, Cambiemos y la herencia del FPV
Desde que arrancó el gobierno de Macri, el ministro Bergman de Medio Ambiente, milita a favor de la megaminería. Es lobbista desde el Estado, actuando con presión sobre gobernadores de todo el país, sobre todo donde el movimiento socioambiental tiene mayor vitalidad. Por eso, aunque es ministro de todo el país, viajó varias veces solo a Mendoza, Chubut y La Rioja, para intentar desactivar o limitar la legislación que pone freno al saqueo megaminero. Esta ofensiva del macrismo está asociada a una dinámica mundial capitalista, que para bajar costos de producción y optimizar rentabilidad, requiere insumos más baratos y oro para reserva especulativa de valor. Eso implica más ofensiva extractiva y la necesidad de habilitarle a las corporaciones todo, sin límites. En esto, Cambiemos tampoco está solo. La unidad estratégica de toda la burguesía se expresa en el frente único sin fisuras de la casta política tradicional: desde la UCR hasta el FPV, todos son pro-mineros a full. Nunca se multiplicaron tanto los emprendimientos como bajo el gobierno del FPV y la relación con la Barrick Gold, eje del entramado, siempre fue óptima.
En esto, como con Barañao al frente de Ciencia y Técnica, la herencia del FPV no es pesada: es de continuidad clasista, de intereses sociales idénticos entre el gobierno anterior y éste.
Adhieren al mismo proyecto estratégico de desarrollo, neocolonial y dependiente. Matices más o menos, en esto sí que son lo mismo.
Ser de izquierda y no ser ecosocialista, una contradicción aguda
Sin ánimo de ser autorreferencial o exagerar algún mérito, creo que somos originalmente la corriente política anticapitalista que más claramente se definió ecosocialista. Esto supone asumir que hay agenda para incorporar en el programa una salida de ruptura con el capitalismo actual. El desastre socioambiental que provoca el capitalismo es un ángulo y por lo tanto, el programa de superación de ese rasgo de decadencia increíble es necesaria.
Nosotros estamos convencidos de que el desarrollo de las fuerzas de producción social con el capitalismo experimentan una distorsión o una desigualdad notoria. No sólo no desarrolla las fuerzas productivas, porque explota naturaleza y personas, sino que crea fuerza de depredación social, destructivas. Agronegocio, fracking y megaminería, son expresiones de industrias que hay que prohibir y sustituir por otras. Claro que además la intervención estatal debe garantizar la reconversión productiva y laboral de los trabajadores.
En esto hay un agudo debate en la izquierda marxista. De conjunto las fuerzas del FIT y nuestro aliado el Nuevo MAS, subestiman el problema ambiental y lo considera totalmente de segundo orden. Pero lo más grave es que plantean salidas reaccionarias como por ejemplo el control obrero de la megaminería, cuando es conocido por cualquiera que estudie un poco el tema, que es intrínsecamente una modalidad productiva depredatoria. Entonces, aunque la administre la vanguardia de la clase obrera, si dinamita montaña y separa el mineral lixiviándolo con cianuro, esa clase va a contaminar el agua, el territorio y todas las comunidades. Nos proponemos romper con todos los fetiches políticos, y uno es que desde la izquierda no podamos plantearnos prohibir ramas de la producción enteras, sin beneficio social ni ambiental. Para el dogmatismo, repensar los problemas desde el marxismo como método, es una herejía.
Por eso, los ecosocialistas somos tajantes: prohibir la megaminería, reconversión productiva orientada a la generación de energía con otra matriz -renovable y limpia- y re-capacitación laboral con garantía de continuidad salarial.
En definitiva: la dinámica es a más extractivismo, no menos. Por lo tanto, debates como éste van a seguir multiplicándose como oportunidad para explicar que, de fondo, nos proponemos un modelo de progreso pero desde y para el 99 % y en relación metabólica -como diría Marx- con la naturaleza y en gestión racional de los bienes comunes. Ser ecosocialista es para nosotros una de las marcas clave de una izquierda que renueve su cultura política de cara al siglo en curso.
Mariano Rosa