Durante los meses que transcurrieron entre las revoluciones de febrero y octubre se desenvolvió un proceso revolucionario. Los intentos del gobierno por proseguir la guerra, la creciente presión popular por acabarla y la radicalización de los obreros y soldados, procovaron una sucesión de movilizaciones y crisis políticas. Cómo navegó este escenario el partido de Lenin fue clave para el triunfo bolchevique de octubre.
La revolución de febrero dio vida a dos gobiernos paralelos. Los capitalistas formaron el Gobierno Provisional, mientras los trabajadores construyeron los soviets. Estos últimos tenían el poder concreto en sus manos, pero los dirigentes socialistas moderados que los dirigían apoyaban al Gobierno Provisional. Incluso los bolcheviques, convencidos de que era materialmente imposible una revolución socialista en Rusia, lo apoyaban críticamente.
Fue Lenin quien sostuvo, cuando volvió del exilio en abril, que el gobierno no resolvería los reclamos de febrero: terminar la guerra, repartir las tierras y solucionar el desabastecimiento de comida. Que esto sólo se lograría si los soviets tomaban el poder, y que los socialistas se tenían avocar a lograr esa transferencia de poder. Lenin tuvo que pelear en el seno del partido por esa orientación la buena parte de abril, contra las posturas moderadas de la mayoría de la dirección. Pero ni bien logró que una conferencia nacional del partido la adoptara, los bolcheviques se enfrentaron al problema contrario: cómo evitar que los obreros y soldados más radicalizados de Petrogrado precipitasen un enfrentamiento prematuro que los aislase del resto del país.
La táctica que había adoptado el partido bolchevique era, como ilustraba Lenin, “explicar pacientemente”. Se trataba de un trabajo de agitación política entre las masas para ir ganando a una mayoría en los soviets para la política de tomar el poder. La dinámica de la revolución, sin embargo, produjo crisis y enfrentamientos que obligaron a los bolcheviques a ir adaptando su táctica ante cada hecho.
Petrogrado Rojo
La capital rusa concentraba a los sectores más avanzados de la revolución. La guarnición de 300.000 soldados estacionada en Petrogrado se radicalizó rápidamente a raíz de su oposición a la guerra y la amenaza permanente de ser enviados al frente. Entre marzo y junio los obreros de la ciudad, así como los marineros de Kronstadt y la flota báltica, pasaron a apoyar mayoritariamente las posiciones bolcheviques. El Partido Bolchevique pasó de contar 15.000 miembros en Petrogrado en abril a 40.000 en julio. Los anarquistas, que agitaban el derrocamiento inmediato del gobierno, también vieron aumentar su influencia en la ciudad. Todo esto presionó al Comité de Petrogrado del partido hacia la izquierda.
La crisis de abril
La primera crisis que atravesó el Gobierno Provisional estalló por una carta que el ministro de Guerra Miliukov envió a los aliados, asegurando que su gobierno estaba decidido a respetar todos los compromisos contraídos con ellos y “proseguir la guerra mundial hasta la victoria final”. Esto provocó una manifestación en Petrogrado de 30.000 obreros y soldados armados. Los bolcheviques locales levantaron la consigna “abajo el Gobierno Provisional” en lugar de la que venía sosteniendo el partido, “ningún apoyo al Gobierno Provisional”. Para Lenin y el Comité Central era una consigna prematura e irresponsable. Fuera de Petrogrado las masas venían más atrás; todavía predominaba la expectativa en el nuevo gobierno. Un enfrentamiento prematuro habría dejado a los sectores más radicalizados de Petrogrado aislados del resto del país. Muchos de los dirigentes regionales y la militancia bolchevique que había empalmado con Lenin para vencer a los moderados en la conferencia de abril ahora se encontraban enfrentados a él.
La crisis de abril provocó el primer cambio ministerial en el Gobierno Provisional. Salió Miliukov y entraron al gobierno los socialrevolucionarios (SR) y los mencheviques. El objetivo de integrar a los socialistas no era radicalizar las medidas del gobierno, sino ampliar su base de apoyo, cubrirlo por izquierda y comprometer a los socialistas con la continuación de la guerra y la postergación de la reforma agraria y la asamblea constituyente.
Ante el nuevo gobierno, los bolcheviques levantaron la consigna “abajo los 10 ministros capitalistas”. Esto empalmaba con los deseos populares y obligaba a los mencheviques y SR a defender su gobierno de coalición con la burguesía, exponiendo su complicidad con los objetivos burgueses de continuar la guerra.
La movilización de junio
Para junio, las posiciones bolcheviques ya gozaban de un apoyo mayoritario entre los trabajadores y soldados de Petrogrado. Para conducir el trabajo organizativo y propagandístico en los regimientos, el partido creó una organización especial que agrupaba a los soldados bolcheviques, la Organización Militar, que gozó de un peso y prestigio decisivo entre los soldados radicalizados de Petrogrado.
Por iniciativa de la Organización Militar bolchevique, se convocó a una manifestación para el 10 de junio. El Comité Central del partido la vio como una buena oportunidad para medir fuerzas, pero los dirigentes de la Organización Militar se preparaban para un posible enfrentamiento armado con el gobierno.
El Comité Ejecutivo del Soviet (en manos de los mencheviques y SR) exigió que se cancelara la movilización, cuestión a la que el Comité Central bolchevique accedió. La decisión generó malestar en amplias franjas de militantes y simpatizantes bolcheviques. Pero el Comité Central percibía que un levantamiento prematuro hubiera sido aplastado y abierto la puerta a una contrarrevolución.
El Soviet luego convocó su propia manifestación para el 18, coincidiendo con el inicio del primer Congreso Panruso de Soviets. Aunque la movilización se convocaba en apoyo al gobierno de coalición, los bolcheviques decidieron participar, pero con sus propias consignas. La marcha fue gigante, de casi medio millón de personas, y la mayoría de las columnas obreras y militares acudieron con consignas bolcheviques. Los delegados soviéticos de todo el país, estupefactos, vieron pasar una y otra vez carteles de “abajo los 10 ministros capitalistas” y “todo el poder a los soviets”, con alguna consigna oficial perdida entre la marea roja.
El triunfo bolchevique fue contundente y convenció a la Organización Militar de que ya estaba planteada la toma del poder. Pero el problema era no tomar, sino sostener, el poder con un apoyo aún minoritario en el interior y en el frente. En una reunión de la Organización Militar el 19 de junio, Lenin sostuvo: “Si pudiéramos hoy tomar el poder, sería ingenuo pensar que lo podríamos sostener”.
Sin embargo, la ofensiva contra los alemanes que el gobierno venía anunciando para julio, generó una presión insoportable de los soldados sobre la Organización Militar, que terminó convocando una movilización armada para el 3 de julio. El Comité Central bolchevique primero intentó evitar la movilización, pero cuando vio que sucedería de todas maneras, decidió ponerse a la cabeza para intentar regularla.
Estrategia y táctica
Las movilizaciones armadas de julio significaron un giro decisivo en el proceso revolucionario. Lo destacable del recorrido entre abril y julio es la flexibilidad táctica y la firmeza estratégica de las que se demostraron capaces los bolcheviques. El partido, fruto de su estructura militante y su relación orgánica con el movimiento de masas, pudo sintetizar las presiones de un sector y otro las consignas más adecuadas ante cada hecho. El propio Lenin primero combatió, en abril junto a los sectores más radicalizados, contra los más conciliadores; en junio y julio se encontró junto a los bolcheviques más moderados contra la impaciencia de los radicalizados. De agosto en adelante se encontraría nuevamente en el ala izquierda luchando por convencer de la necesidad de la insurrección.
Las consignas y las tácticas resultantes de esa elaboración colectiva fueron de lo más diversas, pero siempre guiadas por una estrategia inequívoca revolucionaria y anticapitalista.
Federico Moreno