La marcha del 22 pasó con más penas que gloria. Pese a la energía que le pusimos los miles que movilizamos, por responsabilidad de la burocracia estuvo lejos de golpear al gobierno, envalentonado por el aire ganado en las PASO. Hay que preparar la pelea y, al mismo tiempo, avanzar en el recambio sindical que se necesita.
Con evidentes claros en la plaza, menos gente movilizada que en las movidas anteriores, un acto exprés que se adelantó por los bochornosos incidentes entre facciones, la marcha estuvo lejos de lo que se necesita para ponerle coto al ajuste. Defraudó a los miles de trabajadores que pese a que se convocó sin paro, sin programa claro y sin organización alguna en los lugares de trabajo, nos movilizamos para repudiar el ajuste y la reforma laboral. Solo convocaron a un dudoso confederal para el 25, sin ninguna medida concreta. La Plaza, a instancias de la izquierda y los sectores combativos, volvió a gritar «paro general». Smith, en un discurso defensivo, llamó a blindar el modelo sindical, el que le garantiza los privilegios a esta casta más cercana a las patronales que a los trabajadores. Es clara la responsabilidad de esta burocracia que se demostró impotente y sumisa frente un gobierno que ahora pretende doblar la apuesta.
Dirigentes que atrasan
La burocracia de la CGT viene golpeada desde la pretendida unificación en un triunvirato que nunca se pudo consolidar. Por la propia dinámica de la crisis en las alturas, pero también por la tremenda desconfianza que generó en la base, incluso de su propia tropa. Nunca se recuperaron del repudio del 7 de marzo cuando fueron corridos del escenario y debieron convocar al paro nacional del 6 de abril.
Su crisis ha pegado un salto. Han recrudecido los cruces entre las distintas facciones. Entre los transportistas que posan de combativos, los «independientes» que fueron de compromiso a la marcha pero no movilizaron, los gordos que se bajaron y el puñado de sátrapas del sindicalismo «macrista» que se reunió con Macri. No se pelean por su contracción a la lucha. Sino porque reflejan distintos sectores de las patronales a las que son funcionales, el fracaso electoral del PJ y sus vertientes y los cuestionamientos que los golpean desde abajo. Los abucheos en las reuniones son moneda corriente.
El desprestigio tiene su raíz en las agachadas seriales protagonizadas en los conflictos por gremio, cerrando acuerdos a la baja, dejando pasar los despidos, negociando suspensiones o «reprogramaciones productivas» y abortando la posibilidad de luchas centralizadas. Como cuando prometieron «si hay veto, hay paro» ante una multitud de trabajadores y después no movieron un dedo cuando Macri descartó el limitadísimo proyecto de prohibición de despidos votado por el Congreso en 2016. Cuando azuzaron nuevamente con el paro a fines del año pasado reclamando contra el techo a las paritarias y por el impuesto al salario y se vendieron por un bono paupérrimo y para pocos. Pero sin lugar a dudas, la burocracia de todo pelaje, tiene una gran responsabilidad en haber facilitado el desmonte de la rebelión de marzo que desembocó en el paro nacional del 6 de abril. Fueron multitudinarias las movilizaciones demostrando que lo que sobraba era disposición a la lucha y que al gobierno se le podía ganar. Pero no se le dio continuidad y se facilitó que el gobierno de Macri se recupere. En esa gobernabilidad, la dirigencia sindical vendida jugó en tándem con el PJ/FPV. Massa y demás sectores de la «oposición», desmontando la lucha, garantizando un proceso electoral tranquilo y el mejor clima para el triunfo de Cambiemos.
La reacción del gobierno
Macri salió a contraatacar luego de la marcha. Desplazó a dos funcionarios con buena llegada a la burocracia, retomó su diatriba antisindical y ratificó su hoja de ruta para «reducir el costo laboral» a expensas de los derechos laborales. Envalentonado por el triunfo electoral y el resultado de la marcha, pretende subir la apuesta.
Es evidente que quiere aprovechar la coyuntura para acotar el margen de maniobra de la burocracia. Siguiendo la táctica vandorista, quiere «golpear para negociar». Necesita una burocracia formateada y funcional a la estrategia de avanzar con la reforma laboral y que se comprometa a ninguna medida en las calles. Necesita más dirigentes que se bajen los pantalones y entreguen los convenios laborales para su «modernización».
¿Reforma sindical macrista?
Al servicio de fortalecer esta estrategia, con un alto tinte electoralista, desde e gobierno comenzaron a hablar de una supuesta reforma sindical. Pretende aprovechar el desprestigio de los viejos dirigentes, sus patotas y ostensibles privilegios, para aparecer como el padre de un supuesto operativo mani pulite para sanear los fondos. Con intervención de la oficina anticorrupción y la publicación de informes patrimoniales, tal vez el descarte de algunos dirigentes muy incinerados como ya sucedió con el Caballo Suárez, nada parece ir más allá. Nadie podrá creer que el macrismo impulse un nuevo modelo sindical ni que se hagan campeones de la democratización real de los sindicatos. Sí probablemente, una vez ordenada la nueva relación de fuerzas con los caciques sindicales y recontratados sus servicios funcionales al ajuste y la reforma laboral, aproveche la situación para avanzar no sobre los privilegios de la burocracia, sino sobre las conquistas de los trabajadores, liquidando el fuero laboral, recortando la libertad sindical y criminalizando la protesta para avanzar con el plan de «reformas» propatronales.
¿Qué hacer?
Frente a este complejo panorama del movimiento obrero, los luchadores tenemos primeramente que fortalecer la resistencia, comenzando por apoyar los conflictos en curso y los que vendrán, por lugar y gremio. La lucha de los judiciales bonaerenses que no cerraron paritaria, el cumplimiento del acta firmada por CICOP, la pelea docente que recrudece, las fábricas en pelea por despidos.
En segundo lugar, contra la tregua y las negociaciones de trastienda que se vienen con la burocracia, impulsar el reclamo de unidad de acción para derrotar el plan de Macri, preparando y reclamando un plan de lucha y un paro nacional. Son pocos los que creen que del Confederal del 25, saldrá alguna medida. Las CTA, que hablaron del paro nacional, también tendrán que reclamar que se concrete y sumarse asu preparación.
En tercer lugar, la tarea más estratégica y fundamental. Porque no se puede confiar en esta burocracia que ya no garantiza ni una movilización. Necesitamos avanzar con el recambio sindical hacia una nueva dirección y un nuevo modelo democrático, para la lucha y sin privilegios. Apoyando a los nuevos delegados y dirigentes que surgen e instando a la coordinación de todo el sindicalismo clasista y de izquierda. Lamentablemente el FIT se viene negando a hacerlo. Nuestra corriente sindical seguirá en primera fila luchando por ello, comenzando por abrir este debate con todo el activismo combativo.
Guillermo Pacagnini