Del intento con el protocolo antipiquetes a la desaparición forzada de Maldonado, la infiltración sistemática de servicios de inteligencia y la represión que despliega el gobierno, hay un cambio. Esa definición del macrismo, que busca tonificar su base social, abre debates sobre cómo debemos actuar quienes nos oponemos a sus planes.
Un gobierno envalentonado
El resultado electoral y la consolidación de una base social que compra el discurso de Cambiemos ha redundado en un fortalecimiento relativo del gobierno. Luego de un primer tiempo de prueba, la traición de la burocracia sindical y la complicidad de la oposición patronal le dejaron a Macri las manos libres para avanzar en un plan profundamente antipopular y antiobrero con fuertes rasgos represivos.
Este gobierno de CEOs fue consolidando un relato que descarga los problemas económicos en «la pesada herencia» y pretende avanzar en una serie de reformas para sentar las bases de un salto en la explotación capitalista en el país.
Esta «normalización» desde el punto de vista capitalista se aplica con un aparato mediático y también implica utilizar todos los resortes represivos. Así lo explicaba Patricia Bullrich en el Congreso: «Este gobierno defiende a Gendarmería porque la necesita para avanzar en todos sus objetivos».
El gobierno se siente más fuerte para reprimir, pero a la vez ha tenido muestras de las reservas democráticas del pueblo argentino. Por eso reprime, pero también construye un enemigo imaginario, que pueda justificar el uso de la fuerza pública ante manifestaciones masivas, como la marcha del 1º de setiembre y antes la del 2×1. Los infiltrados, generadores de disturbios y policías de civil, que disfrutan de una cobertura mediática inédita, son los sujetos de esa política a dos bandas.
Acciones «ejemplares» o movilización de masas
Frente a este panorama, la polarización social gana terreno entre los que bancan al gobierno por distintos motivos y quienes nos proponemos enfrentarlo y derrotar sus intentos reaccionarios. No hablamos, desde ya, de la falsa grieta entre la dirigencia que critica desde los medios o las redes sociales pero acompaña votaciones clave en las cámaras legislativas o apuesta a desmovilizar y a supuestos «frentes antiajuste» electoraleros. Nos referimos a los miles de jóvenes, trabajadores, mujeres, que se sienten indignadxs con este gobierno y sus medidas y no encuentran la forma de pararle la mano.
Algunos creen que como el gobierno gana las elecciones la única salida es generar «acciones directas» de grupitos aislados y con pocos efectos prácticos más allá de romper algún vidrio o tirar alguna piedra. También abona a esa tendencia la traición de la burocracia sindical, que mientras más expone su carácter lamebotas del gobierno más coarta la democracia interna en los sindicatos, federaciones y centrales.
En este debate somos categóricos: la única respuesta válida, aunque no sea la más fácil, es apostar a la movilización masiva, la organización y la construcción de alternativa. Por una sencilla razón: cualquier otra variante tipo anarco termina en el callejón de la iniciativa individual, la desmoralización y, al mismo tiempo, de manera funcional, le aporta excusas a la acción represiva del gobierno.
A su vez, los que entendemos que no existe la falsa polarización entre variantes patronales, tenemos que tener la determinación de poner en pie una alternativa desde la izquierda para construir una mayoría social que realmente nos permita pararle la mano a Macri. No es por el camino del autobombo y el sectarismo ni por el de las acciones descolgadas. Batallemos por poner en pie una gran unidad combativa de toda la izquierda, los trabajadores, las mujeres y la juventud rebelde. Acompañanos en ese desafío.
Martín Carcione