Los trabajadores y el pueblo de Cataluña tienen una enorme tradición de lucha. Sus campos y ciudades están plagados de historias heroicas durante la Guerra Civil que en la década del ’30 enfrentó a la República con la monarquía, a la revolución con el fascismo. La combatividad se trasmitió de generación en generación hasta llegar a nuestros días.
En las tierras de Gaudí se está desarrollando una revolución democrática. Y no está sólo en juego su legítimo derecho a la autodeterminación e independencia, sino también la subsistencia o derrumbe del nefasto régimen consagrado en la Constitución del ’78 que le dio forma al actual Estado español, con su monarquía, instituciones y corporaciones económicas heredadas del franquismo y sostenidas por la socialdemocracia y el estalinismo.
Como socialistas revolucionarios nos sumamos con todas nuestras fuerzas a la batalla democrática que está planteada y desde esa trinchera, junto a los sectores anticapitalistas consecuentes, aportaremos lo que esté a nuestro alcance para que el enorme triunfo que significaría la independencia catalana no se detenga en los límites de un nuevo Estado capitalista y siga avanzando hasta satisfacer todas las necesidades de los trabajadores y el pueblo pobre, para que la revolución democrática en curso se transforme en socialista.
El contexto histórico
El 16 de febrero de 1936 triunfa en España el Frente Popular1 y se proclama la II República. Cuatro meses después, el 18 de julio, la derecha fascista y monárquica da un golpe de Estado. Comienza una feroz guerra civil que divide a España en dos bandos irreconciliables y que durará tres años.
Frente a los fascistas que organizan sus falanges, los trabajadores crean sus milicias, patrullas de control y una red de comités que unen a todas las organizaciones obreras y populares. «En toda la España republicana se crea una situación de doble poder, donde, de forma desigual según las regiones y su mapa político, las masas, en el mismo movimiento que les lleva al combate, liquidan los problemas de la sociedad española, aportando sus soluciones, acabando con las fuerzas de represión, cuerpo de policía, ejército, autoridades tradicionales -la Iglesia en primer lugar-, se apoderan de las fábricas y de las tierras y comienzan a ejercer directamente el poder a través de sus comités.»2
Se abre la posibilidad de darle un golpe mortal al fascismo, realizar las tareas democráticas pendientes y avanzar al socialismo. Pero no es ésa la orientación del Frente Popular, que quiere mantener el proceso en los límites de una República burguesa.
Pese al enorme heroísmo de la clase obrera y los sectores populares, la traición abierta del PCE3 a las órdenes de Moscú y del PSOE4 llevan a una derrota del proceso revolucionario.
El 1º de abril de 1939 triunfan los fascistas con Francisco Franco a la cabeza. Se inicia una dictadura militar sanguinaria que durará 40 años.
La transición y la Constitución del ’78
El 20 de noviembre de 1975, muere Franco a los 82 años. Dos días después es nombrado Rey y Jefe de Estado el franquista Juan Carlos de Borbón. Se inicia el período conocido como «la transición».
El año anterior, un 25 de abril de 1974, se había producido en Portugal la Revolución de los Claveles, que provocó la caída de la dictadura salazarista, que dominaba desde 1926. El impacto de este acontecimiento y la muerte de Franco desencadenaron en toda España un enorme ascenso obrero y el despertar de las nacionalidades, con los vascos a la cabeza. Este proceso comenzó a hacer crujir el orden social y político que había construido el franquismo y de no ser nuevamente por la traición de las direcciones podría haber terminado siendo superior al portugués.
Nuevamente el PSOE y la UGT5 y el PC y CC.OO.6 se jugaron con todo a desarticular el movimiento, salvando al rey y a la dictadura de una derrota revolucionaria. Pactaron con el debilitado régimen franquista las primeras elecciones generales luego de 44 años, que se llevaron a cabo el 15 de junio de 1977, y una nueva Constitución, que se promulgó en diciembre de 1978. Esta reinstala formalmente la monarquía, asegurando la continuidad de Juan Carlos. Mantiene sin cambios el Ejército, la Policía y la justicia franquistas, y los enormes privilegios de la jerarquía católica y de los siete bancos que sostuvieron el régimen. Les da impunidad a los autores de los crímenes de la dictadura, que hasta hoy siguen sin castigo, y a los responsables del robo descarado de los bienes del Estado. El nacionalismo burgués vasco y catalán fue parte de este gran acuerdo y renunciaron expresamente al derecho de autodeterminación de sus nacionalidades a cambio de administrar una autonomía retaceada.
Con Cataluña independiente, contra el Estado español
El triunfo de los independentistas catalanes este 1º de octubre podría significar un golpe de nocaut al entramado reaccionario del ’78. El régimen se viene deteriorando desde que la crisis mundial de 2008 llegó a España y evidenció que todas las instituciones están al servicio de los bancos y contra el pueblo trabajador.
La abdicación del rey Juan Carlos de Borbón a su hijo Felipe VI en 2014 fue un intento casi desesperado por salvar no sólo a la institución monárquica, sino al conjunto de los acuerdos de la «transición». La crisis económica que arrastra España desde hace años, la irrupción política de los indignados y el corrimiento a izquierda de una franja de masas, la imposibilidad de formar un gobierno de mayorías por la debacle del bipartidismo PP7-PSOE, crea un escenario por el que puede colarse una refundación del país impensada hasta hace poco.
La clase obrera española no tiene nada que perder y todo por ganar si se derrumba la maquinaria con la que la burguesía viene sosteniendo su dominación los últimos 80 años.
Por un proceso constituyente libre y soberano
Como todo proceso vivo, el catalán está lleno de contradicciones. Las fuerzas que lo comandan tienen profundas limitaciones de clase. Reflejan a sectores burgueses y pequeño burgueses nacionalistas y si hasta ahora no han traicionado las aspiraciones democráticas de la mayoría de la población ha sido por el empuje de la movilización. Hubieran querido que todo termine con una negociación más ventajosa con España, pero se han visto obligados a levantar la bandera de la independencia que algunos de ellos mismos entregaron hace 40 años. Si no tienen alternativa se pondrán al frente de un nuevo Estado y una nueva República para evitar que se avance en cambios económicos y sociales que cuestionen el sistema capitalista que defienden.
La clase obrera viene participando activamente de la movilización pero, por responsabilidad de sus dirigentes, no lo hace de manera organizada sino individual.
Por nuestra parte, trabajaremos junto a los cada vez más numerosos contingentes de trabajadores y jóvenes anticapitalistas para que el proceso no se detenga. Así como defendemos incondicionalmente el derecho a la autodeterminación y a la independencia, también apoyaremos la exigencia de que la Asamblea Constituyente que ya ha sido convocada se concrete y sea libre y soberana para discutir y tomar medidas que terminen con la precariedad laboral y la desocupación repartiendo las horas de trabajo existentes, se garantice salud, educación y vivienda para todos en base a no pagar la deuda externa, se nacionalice la banca y se tomen todas las medidas que garanticen que todo trabajador tenga una vida digna.
Alejandro Bodart
1Integrado por Izquierda Republicana, PSOE, PCE, POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y Esquerra Republicana de Catalunya. La CNT, anarquista, no planteóla abstención y lo apoyóde forma tácita.
2 Trotsky y la guerra civil española, Pierre Broué.
3 Partido Comunista Español, estalinista.
4 Partido Socialista Obrero Español, socialdemócrata.
5 Unión General de Trabajadores, central sindical socialdemócrata.
6 Comisiones Obreras, central sindical comunista.
7 Partido Popular, derechista.